Los caciques insatisfechos
La estrella de Feij¨®o, se?alado de marianista m¨¢s ambicioso que leal, se eclipsa en G¨¦nova
Cegado por los rayos de esperanza de una milagrosa recuperaci¨®n de la econom¨ªa, nuestro presidente solo se reconoce en las sombras de pasados ¨¦xitos electorales. Sus responsabilidades pol¨ªticas se disuelven en una mayor¨ªa parlamentaria sorda a los problemas de los ciudadanos y en las rutinas, y ruinas, de un gobierno ausente, desganado y carente de toda iniciativa. En el fin de semana, Alberto N¨²?ez Feij¨®o alivi¨® sus males con la feliz algarab¨ªa de un congreso de unanimidades y clamorosos aplausos. De Sevilla retorna con la maleta cargada de souvenirs y retratos de gloria con los que los medios amigos tratar¨¢n de disfrazar su p¨¦rdida de valor en la bolsa de poder del triunfante Partido Popular.
Hace tiempo que N¨²?ez Feij¨®o dej¨® de estar en el top 10 del PP. Los menos desmemoriados le reconocen sus m¨¦ritos como precursor de las pol¨ªticas de austeridad y sus servicios como feroz ariete contra el Ejecutivo de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, pero su luz se va apagando en el star system conservador regido ahora por el liderazgo supremo de Mariano Rajoy, los insaciables apetitos de gloria de Dolores de Cospedal o el glamour de Javier Arenas que, tras el 25-M, parece llamado a presidir la Junta de Andaluc¨ªa. En la envenenada hoguera de vanidades de G¨¦nova 13, la buena estrella de Feij¨®o se eclipsa r¨¢pidamente, ahora se?alado por sus cr¨ªticos como un marianista m¨¢s ambicioso que leal.
Feij¨®o siente nostalgia de sus d¨ªas como soberbio denunciante de las debilidades y diferencias palaciegas del bipartito. A¨²n sin cumplir un trienio, el portavoz de la eficacia conservadora consumi¨® su fascinante imagen como regenerador material y espiritual del autogobierno de Galicia, reconvertido en una desmejorada gestor¨ªa administrativa en la que mata jornadas como un infeliz tecn¨®crata. Caen velozmente las hojas del almanaque y no tiene ¨¦xitos que anotar en ellas; hace meses que no recibe buenas noticias y muchos m¨¢s desde que no puede anunciar buenaventuras. Sabe que vivimos en tiempos regidos por hechos m¨¢s que por valores y su balance de hechos y omisiones es una enmienda a la totalidad de sus promesas. La melod¨ªa neopopulista, con la que alent¨® el malestar ciudadano y que tan buenos r¨¦ditos electorales produjo, amenaza ahora al PP: las acusaciones de incompetencia y falta de resultados se dirigen a Monte P¨ªo y San Caetano.
Culminando el relevo din¨¢stico en la Diputaci¨®n de Ourense, Jos¨¦ Manuel Baltar Blanco anunci¨® que ¡°el caciquismo est¨¢ enteramente erradicado de la Galicia actual¡±. Cita para la historia que, lamentablemente, no es cierta. Son, eso s¨ª, malos tiempos para el caciquismo porque un efecto colateral no deseado del adelgazamiento de la Administraci¨®n auton¨®mica y sus presupuestos es el estrangulamiento financiero del clientelismo conservador. La feliz pol¨ªtica de ocupaci¨®n familiar en ayuntamientos y diputaciones no da cuenta de la creciente demanda; la liviana acupuntura de obras menores es incapaz de mejorar los balances de las empresas amigas; y los recortes de las inversiones complican la distribuci¨®n discrecional de bienes y servicios para garantizar lealtades electorales.
A d¨ªa de hoy, una buena parte de los electores conservadores comienzan, melanc¨®licamente, a echar en falta la prosperidad de cart¨®n piedra de los tiempos de Manuel Fraga, tan excesivo en sus declaraciones y gastos, pero tan eficaz a la hora de satisfacer las necesidades b¨¢sicas de las clientelas pol¨ªticas y de las empresas fieles. Es tan extrema la inanici¨®n de la Xunta que poderosos capitanes del mundo de la empresa y los empobrecidos cacicatos municipales comienzan a elevar la voz para quejarse, en tertulias privadas y editoriales p¨²blicas, por la falta de respuesta, ayuda y generosas mercedes del Gobierno del PPdeG.
Pocos pol¨ªticos creen tan poco como N¨²?ez Feij¨®o en la supuesta adicci¨®n a los valores conservadores por parte de los gallegos. Nuestro presidente sabe perfectamente que la hegemon¨ªa pol¨ªtica del PP precisa ser engrasada con el uso partidario de las inversiones p¨²blicas. El hambre insatisfecha de la extensa red clientelar amenaza con convertirse en un irresoluble quebradero de cabeza para el l¨ªder conservador; a sus demandas se suman, para empeorar las cosas, las voraces reivindicaciones de las grandes corporaciones de intereses que, en marzo de 2009, apostaron por ¨¦l. La crisis amenaza toda seguridad y el presidente encarar¨¢ problemas no solo en el Parlamento y en la calle, tambi¨¦n tendr¨¢ serias complicaciones con los brokers del mercado de favores. El pescado se pudre por la cabeza y las lealtades pol¨ªticas por las promesas incumplidas.
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