Audiencia p¨²blica interactiva
Los juzgados y tribunales son los ¨²nicos escenarios con espect¨¢culo p¨²blico de categor¨ªa constitucional
Lo dice la Constituci¨®n: todos tienen derecho a un proceso p¨²blico, el procedimiento ser¨¢ predominantemente oral, las actuaciones judiciales ser¨¢n p¨²blicas, las sentencias se pronunciar¨¢n en audiencia p¨²blica. As¨ª pues, los juzgados y tribunales son los ¨²nicos escenarios con espect¨¢culo p¨²blico de categor¨ªa constitucional.
Generalmente, la representaci¨®n es triste, humilde y repetitiva. Solo interesa a sus desdichados protagonistas. Pero hay temporadas en que, de repente, entran en escena grandes actores cubiertos con lustrosas togas, y notables celebridades. Ahora estamos en una de esas temporadas, como si se hubiera dado la voz de ¡°todos a escena¡±, o sea, ¡°todos al juzgado¡±. Camps, Urdangarin, Millet y Garz¨®n, y coros de togados discordantes garantizar¨¢n la audiencia sin pesta?ear de un p¨²blico ¨¢vido, curioso o morboso.
Aunque en ocasiones no lo parezca, este es un teatro interactivo. A veces ¨®pera sublime, a veces cabaret desvergonzado. Jueces instructores y sentenciadores, acusados, acusadores y espectadores intercambian papeles y lugares en el teatro. Bambalinas, escena, coro, concha del apuntador, o platea, son ocupados o desalojados sucesiva e indistintamente por todos ellos.
Hay casos en que unos actores trastocan el papel a otro, contra su voluntad, como le est¨¢ pasando a Garz¨®n, ahora juez acusado. A veces, adem¨¢s, esos mismos actores cambian el modo de leer el gui¨®n, que son las leyes, y quieren echar del coro al trastocado, culp¨¢ndole de que el coro desentona. Y ha habido escenas surrealistas en que un juez que era instructor aparece inmediatamente despu¨¦s dispuesto a sentenciar, que es como si Pepe, el madridista pisador de manos, saliera de ¨¢rbitro en el partido de vuelta.
Es como si Pepe, el madridista pisador de manos, saliera de ¨¢rbitro en el partido de vuelta
Y para escenas de surrealismo interactivo, la valenciana. A pesar de todo lo que hemos o¨ªdo que se dec¨ªan por tel¨¦fono esos petimetres bien vestidos, y de todo lo que hemos conocido, a Camps le han absuelto unos actores interactivos desde la platea. Pero ya antes le hab¨ªan dado una beat¨ªfica absoluci¨®n otros doctos actores, alguno de ellos desde la concha del apuntador, sugiri¨¦ndole aquello de ¡°amiguito del alma¡±.
Est¨¢ a punto de salir a escena un actor al que ya han calificado como ¡°poco ejemplar¡±. Mal augurio. En el reparto su compa?¨ªa le hab¨ªa adjudicado un papel casi de pr¨ªncipe. Como no le dieron con qu¨¦ vestirlo, se fue al ropero con unos amigos y se llevaron las mejores prendas. Esto no gust¨® en la platea interactiva, ni en el palco, hasta ahora tan poco interactivo.
En estas representaciones interactivas todos, o casi todos, acaban mostr¨¢ndose rec¨ªprocamente sus ma?as y trucos. Unos exhiben su capacidad de urdir impunes telara?as econ¨®micas, pol¨ªticas y sociol¨®gicas, atusadas con gestos y gustos de atildado provincianismo. Otro, todav¨ªa con el ropaje ducal que pill¨® en el ropero, espera que la platea se aburra o se distraiga con la siguiente farsa, y que los del disfraz togado se enreden una vez m¨¢s discutiendo sobre el sexo de los ¨¢ngeles, ante la mirada del palco, escasamente interactiva. Y los que juzgan al juez tambi¨¦n acaban mostrando sus trucos. Paso libre a los Pepe judiciales, y a las manos sucias callejeras y, si hace falta, donde dije digo, digo Diego. El p¨²blico, desde una inmensa platea mundial, los descubre y abuchea. Ellos, impert¨¦rritos de oficio.
Concluyamos los circunloquios y la f¨¢bula, y dig¨¢moslo claro. El espect¨¢culo p¨²blico de este escenario de categor¨ªa constitucional est¨¢ defraudando. Los actores, Camps, Urdangarin, o los del Supremo, generan, sucesivamente, asombro, incomprensi¨®n y rechazo. Y, m¨¢s a¨²n, cuando alg¨²n otro actor, como Millet, parece que no sale a escena, y parece que no pasa nada.
La indignaci¨®n deber¨ªa ser obligatoria.
Jos¨¦ Mar¨ªa Mena fue fiscal jefe de Catalu?a.
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