Recortes
Pocas veces es dado escuchar una compenetraci¨®n mayor entre solista, la pianista Elisabeth Leonskaja, y conjunto, que felizmente se produjo en esta ocasi¨®n
Debe de ser cosa de la edad o de cierto contagio ambiental, pero uno cada vez m¨¢s tiende al recorte. Recortar¨ªa en efecto muchos libros y art¨ªculos que lee, muchas pel¨ªculas y exposiciones que ve y, por supuesto, muchos conciertos que escucha. El de la tardel s¨¢bado en el Auditori de Barcelona, sin ir m¨¢s lejos.
Elisabeth Leonskaja,piano. Tugan Sokhiev, director. Obras de Dvorak, Schumann y Schostakovich. Temporada de la OBC.
Auditori de Barcelona, 18 de febrero.Vaya por delante la sana envidia que uno siente hacia Toulouse: que una ciudad de menos de medio mill¨®n de habitantes disponga de una orquestaza como la Nacional del Capitolio y de un directorazo como Tugan Sokhiev merece un aplauso sin reservas. La formaci¨®n tiene previsto este a?o relizar giras por Alemania, Reino Unido y Am¨¦rica del Sur: eso es dar a conocer una ciudad a trav¨¦s de la cultura. En algo debe notarse que el pa¨ªs vecino destina al sector dos veces y media m¨¢s que el nuestro.
Pero vayamos al concierto. Sus partes prescindibles ser¨ªan la obertura Carnaval, op. 92 de Dvorak con que se abri¨® la velada y la Sinfon¨ªa n.12, A?o 1917, de Schostakovich. No porque su interpretaci¨®n no resultara vibrante y muy adecuada al calendario la primera pieza y porque la segunda no permitiera calibrar la excepcional calidad de las varias secciones orquestales, muy especialmente de la madera y el metal (sobre la val¨ªa de la partitura uno ha tenido siempre serias dudas, compartidas con la primera cr¨ªtica sovi¨¦tica, de 1961: nadie es perfecto), sino porque ambas p¨¢ginas empalidecieron ante la densidad que tom¨® la lectura del Concierto para piano en la menor, op.54, de Schumann, con una radiante Elisabeth Leonskaja a las teclas. Fue ¨¦sta una lectura hacia adentro, comedida, de un admirable equilibrio y fuerza interior: pocas veces es dado escuchar una compenetraci¨®n mayor entre solista y conjunto que la que felizmente se produjo en esta ocasi¨®n. El concierto de Schumann es muy fr¨¢gil en este sentido: nada tiene que ver con el choque dram¨¢tico entre los dos vol¨²menes que plantea Beethoven, ni tampoco con el destacado y virtuoso papel concedido al piano por Chopin, sino con un personal¨ªsimo continuum po¨¦tico que va pasando del solista al conjunto en un fluir rom¨¢ntico caracter¨ªstico de este compositor, todav¨ªa algo oculto en las programaciones actuales.
El otro gran momento de la velada se produjo con la Nimrod, acaso la m¨¢s conocida de las catorce Variaciones Enigma que Elgar compuso a finales del siglo XIX y que Sokhiev ofreci¨® fuera de programa. Concentrado, sin batuta, con gesto calibrado y serio volvi¨® a regalar al p¨²blico la intimidad conseguida con el concierto schumanniano. Y hete aqu¨ª que uno sali¨® de la sala de conciertos emocionado y pensando en recortes: por una vez, y sin que sirva de precedente, de forma positiva.
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