La crisis lleva a centenares de africanos a recoger hierros por las calles de Barcelona
Los subsaharianos recorren la ciudad de arriba abajo a la b¨²squeda de chatarra Por un carro de supermercado lleno les pueden dar entre 5 y 15 euros
¡°Trabajamos como negros¡±. Lo dice un negro. Medio senegal¨¦s, medio gambiano, Katim, lleva la mitad de sus 31 a?os en Espa?a. Es una m¨¢quina de soltar verdades. ¡°Yo soy el primero a quien no le gusta hacer esto. ?T¨² crees que si tuviera trabajo estar¨ªa aqu¨ª?¡±. Aqu¨ª es el almac¨¦n de la calle de Zamora de Barcelona donde centenares de africanos acuden a diario a vender la chatarra que recogen de una punta a otra de la ciudad. La transportan en carros de supermercado, lo que les caracteriza. ¡°No hay m¨¢s remedio que hacer esto. Despu¨¦s de 10 a?os trabajando en baratillos de Andaluc¨ªa, en el campo y en la construcci¨®n¡ y pagando el alquiler, ahora estoy de okupa, yo, que pensaba que esto era de hippies blancos anticapitalistas. Es lo que hay¡±. ?Y volver a ?frica? ¡°Primero habr¨ªa que tragarse el orgullo del que vuelve a casa con una mano delante y otra detr¨¢s¡±, contesta.
Es dif¨ªcil discernir si a Katim le molesta m¨¢s trabajar en las naves de la chatarra o arrastrar el estigma de los inmigrantes. ¡°No molestamos a nadie. Trabajamos aqu¨ª y lo que gastamos, lo gastamos aqu¨ª, en tiendas de aqu¨ª¡±. Ganas no le faltan de ir por ah¨ª a robar. Pero se aguanta y trabaja en la nave. De hecho, no es una nave, son dos. Enormes. En una entrada hay una b¨¢scula. High tech entre la oscuridad y la basura. En la otra, un cami¨®n que se llena poco a poco. A veces el material se vende a alg¨²n chatarrero del Poblenou. Otras, los chatarreros pasan con los camiones y cargan lo que les interesa.
El resto del espacio est¨¢ tematizado: montones de bombonas de butano, de cable, de neveras, otros electrodom¨¦sticos por tama?os, ordenadores, bicicletas y sillas de ruedas, sartenes y ollas¡ A lo ¨²nico que no accede Katim ¡ªparece el encargado de la nave¡ª es a dejar fotografiar el espacio, de donde no para de entrar y salir gente. Ante la insistencia, un ¡°lo siento¡±, con cara de a?adir que esto es ilegal y no queremos que vengan los Mossos.
¡°Nos sacamos 5, 10, 15 euros¡ depende¡±. El que habla es Mustaf¨¢. Tambi¨¦n senegal¨¦s, de 42 a?os; lleva 10 en Espa?a, primero en Ja¨¦n, mientras hubo trabajo. Ahora en Barcelona. El carro y la chatarra. Alt¨ªsimo y delgado, manos enormes y secas como una lija. Parco en palabras. Hoy ha cruzado la ciudad. De Gr¨¤cia al Bogatell: paseo Sant Joan, Diagonal, Marina, Gran Via, Lepant, Meridiana, Sancho de ?vila, Zamora. Menos mal que es bajada.
En el carro lleva peque?os objetos met¨¢licos y un banco de gimnasio: con su parte para sentarse, sus patas y sus perchas. En el bolsillo, la otra herramienta b¨¢sica de su trabajo, adem¨¢s del carro: un im¨¢n. En caso de duda le sirve para comprobar si el objeto que encuentra es met¨¢lico.
A falta de las obras de donde antes se surt¨ªan los chatarreros, ahora tiran de contenedores. La mayor parte de las veces, los objetos valiosos para ellos est¨¢n fuera, tirados al lado. L¨¢mparas, planchas, sartenes, minipimers, barras de cortina de ducha, cajas o cajones, teclados, juguetes¡ Son desechos que los vecinos no se molestan en llevar al Punt Verd. Otra fuente de g¨¦nero son los contenedores o sacos de obras, pero con el par¨®n de la construcci¨®n ahora escasean. ¡°Anda que no les he dado yo tuber¨ªas a los chatarreros cuando trabajaba en la construcci¨®n¡± recuerda Katim ante la puerta del almac¨¦n.
El 80% de los chatarreros del carro del super son subsaharianos
El 80% de los que acuden al almac¨¦n del Poblenou son subsaharianos. Tambi¨¦n hay alg¨²n magreb¨ª, gitanos y un chino. Espa?oles, casi nunca. Pr¨¢cticamente todos son hombres. Solo entra una mujer, olla en mano. Trae la comida a sus compatriotas. Un tipo con cara de pocos amigos habla con Katim en mandinga. Est¨¢ claro que es el que manda m¨¢s porque le dice que ya vale de hablar con extra?os. Sin prisa, Katim se despide con una encajada de manos.
En ese momento salen unos gitanos que hab¨ªan entrado en la nave. El carro que llevan sale como entra: lleno. ¡°No quieren nada y solo nos dan cinco euros¡±, dice un gitano rezongando. Cargan zapatillas deportivas en buen estado, juguetes, jarrones y adornos dom¨¦sticos, un teclado e incluso un juego de caf¨¦ nuevo. Si fuera lunes, mi¨¦rcoles o viernes subir¨ªan hasta los Encants, al mercado de la Miseria. Pero hoy ni eso. Hoy ni la basura tiene valor.
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