Una mujer se equivoca
La adaptaci¨®n de Emilio Hern¨¢ndez de la obra de Flaubert respeta el nudo dram¨¢tico Todo se centra pues en las pasiones de Emma y en su mala cabeza
Ociosa en su pueblecito normando, sin obligaciones que atender, ¨¢vida lectora de folletines, Emma Bovary model¨® sus sentimientos a imagen de los de sus h¨¦roes literarios: cre¨ªa que en las ciudades la vida era un laberinto de pasiones, del que se ve¨ªa privada injustamente por haberse casado con un m¨¦dico sin m¨¢s horizonte que cabalgar de alquer¨ªa en alquer¨ªa para purgar pacientes paup¨¦rrimos. Instalada, como Alonso Quijano, en una realidad paralela, se sent¨ªa llamada a ser amante de vizcondes y a desatar pasiones desenfrenadas. En su deseo, todo lo confund¨ªa: ¡°Las sensualidades lujosas, con los goces del coraz¨®n, y las galanter¨ªas, con los sentimientos delicados¡±, escribe Flaubert.
Emma despert¨® en muchos lectores la misma fascinaci¨®n que despertaron en ella los protagonistas de sus lecturas: Jules Gaultier llam¨® bovarysmo al h¨¢bito de evadirse de una realidad insatisfactoria, y Mario Vargas Llosa se confes¨® identificado y enamorado por siempre de tan quim¨¦rica dama. Pero el asunto de Madame Bovary no es tanto la b¨²squeda de satisfacciones afectivas que emprende su protagonista con improbable ¨¦xito c¨®mo la torpeza sentimental que anega a todos los personajes de la novela. ¡°En las novelas de Flaubert, la necedad es una dimensi¨®n inseparable de la naturaleza humana: acompa?a a la pobre Emma durante toda su vida¡±, dice Milan Kundera en El arte de la novela. ¡°Pero lo m¨¢s escandaloso de la visi¨®n flaubertiana de la necedad es que no desaparece ante los avances cient¨ªficos sino que, por el contrario, progresa con ellos¡±.
Reducir una obra como ¨¦sta a las dimensiones temporales y de reparto de un espect¨¢culo teatral al uso es trabajo arduo y lleno de renuncias. La adaptaci¨®n de Emilio Hern¨¢ndez respeta el nudo dram¨¢tico y ci?e la peripecia a las triangulaciones amorosas que su protagonista establece con un pasante de notar¨ªa, al que idealiza, y un arist¨®crata, al que confunde con un pr¨ªncipe azul como confunde Don Quijote molinos con gigantes. Todo se centra pues en las pasiones de Emma y en su mala cabeza, que lleva a su econom¨ªa familiar a la quiebra y a s¨ª misma al suicidio.
Mag¨¹i Mira, directora del espect¨¢culo, acierta al montarlo en un espacio vac¨ªo, que le permite trasladar la acci¨®n de un lugar y un tiempo a otro, sin transiciones. Hern¨¢ndez resume los antecedentes de la trama en mon¨®logos sucesivos que, puestos en boca de Emma y de Carlos, su esposo, funcionan mucho mejor cuando Ana Torrent y Juan Fern¨¢ndez, sus int¨¦rpretes, los dicen a p¨²blico con esa complicidad con que se dicen los apartes. Ambos sostienen la funci¨®n con holgura: Fern¨¢ndez da perfectamente la imagen de hombre abnegado y sin mundo pero feliz en su propia piel; Torrent transmite evanescencia y resoluci¨®n a la vez.
Aunque en el programa Mira expresa su ¨¢nimo de resaltar sobre todo el conflicto entre las necesidades femeninas y la opresiva sociedad decimon¨®nica, en su montaje sobrenadan la ceguera de Emma, incapaz de valorar lo que tiene (y de navegar discretamente entre dos aguas), y la de Carlos, que la deja hacer y deshacer a capricho delante de sus narices. Personajes fundamentales para entender la tesis de Flaubert sobre la humana estupidez, como Homais, boticario que hace de la ciencia religi¨®n, y Lhereux, comerciante y financiero sibilino, desencadenante ¨²ltimo de la ruina de ?mma, son sacrificados, por econom¨ªa, en esta pr¨¢ctica versi¨®n.
Madame Bovary
Versi¨®n de Emilio Hern¨¢ndez, a partir de la novela de Flaubert. Direcci¨®n: Mag¨¹i Mira. Teatro Bellas Artes. Hasta el 25 de marzo.
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