Un vuelo incierto
Grilo no se olvid¨® de homenajear al desaparecido Moraito
Un estreno para la clausura y, adem¨¢s, de un artista local, suscita muchas expectativas. Grilo es un bailaor con p¨²blico y del que siempre se espera algo, tal es su capacidad de seducci¨®n. En su nuevo espect¨¢culo mir¨® al este y al oeste como fuente de inspiraci¨®n, y siempre con la mar por medio. Sabido es que de las tierras de m¨¢s all¨¢ del Mediterr¨¢neo nos llegaron muchas cosas, aunque no siempre por mar. Atravesando el Atl¨¢ntico s¨ª que arribaron reconocidas melod¨ªas y ritmos. Dentro del espect¨¢culo, no obstante, la presencia tanto del oriente como del occidente es casi testimonial. La zambra se identificar¨¢ con el componente ¨¢rabe y, al final, rumba, colombiana y guajira servir¨¢n como exponente de la aportaci¨®n americana. Pero donde s¨ª est¨¢ presente el mar es en la m¨²sica del turco Canaz, que con su larga flauta de ca?a puede igualmente trasladarnos los vientos que empujaron a Ulises, que evocarnos su tierra natal. ?l forma parte de un paisaje sonoro de mucho colorido al que se sum¨® un vers¨¢til Serrano y la guitarra de Juan Requena con un soberbio trabajo. Los colores de esta banda definieron en parte el espect¨¢culo, pero hasta el punto de robarle protagonismo al baile.
Hablando de protagonismo es de subrayar el hecho de que el bailaor decidiera compartir gran parte de ¨¦l con el bailar¨ªn de danza contempor¨¢nea Javier P¨¦rez. Su aparici¨®n fue impactante por la plasticidad que representaba y su sorprendente elasticidad. Sus movimientos de p¨¢jaro nos situaron en cualquiera de las cercanas marismas gaditanas pobladas estos d¨ªas de parsimoniosos flamencos. Mas el encanto tiene su tiempo, y la presencia de P¨¦rez se alarg¨® y prolong¨® a¨²n m¨¢s con la llegada de un Grilo que le dobl¨® los movimientos a modo de un aprendizaje del vuelo. Los dos protagonizaron un paso a dos con el que el espect¨¢culo perdi¨® pulso de forma alarmante. Y eso que hab¨ªa empezado bien, por alegr¨ªas (una de las mejores maneras de acercarse al mar), y con el bailaor haciendo gala de su baile natural, elegante, de buena planta y colocaci¨®n y con gotas de desparpajo. Despu¨¦s transitar¨ªa a la zambra bien guiado en todo momento por el cante de Valencia, aunque la escena del cafet¨ªn no encuentre un f¨¢cil asiento dentro de la l¨ªnea argumental.
Cuando, tras su intento de vuelo, Grilo volvi¨®, lo hizo bailando por sole¨¢ acompa?ado por el cante de su hermana Carmen. Una manera, ahora s¨ª, de remontar el vuelo, el de gran artista que le corresponde. Pero fueron solo destellos de su baile brillante que volver¨ªa a aparecer con la guajira, momentos separados por una nueva aparici¨®n de P¨¦rez con m¨²sica de rumba. Para tributar un homenaje a Mora¨ªto por buler¨ªas, Grilo quiso evocar quiz¨¢s su ¨²ltimo encuentro con ¨¦l en el espect¨¢culo Jerez, la uva y el vino de la Bienal de Sevilla de 2010. Cit¨® a Requena como si su fuera su compadre y el guitarrista le respondi¨® con un toque excepcional que record¨® a Morao sonando realmente a Jerez. El bailaor se muestra infalible en lo suyo, se gusta y transmite por momentos, aunque su baile sabe a poco y al final de la obra no ha llegado a saciar el apetito existente. El artista se embarc¨® en una navegaci¨®n incierta que quiz¨¢s no le dej¨® volar del todo.
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