Relojes a punto en los palacios reales
Las 700 piezas suntuarias de Patrimonio Nacional son ajustadas al horario de verano en vigor desde el domingo
Los setecientos relojes suntuarios de los 19 palacios, conventos y monasterios de Patrimonio Nacional, que funcionan ininterrumpidamente en sus m¨²ltiples enclaves por toda Espa?a, est¨¢n siendo puestos en hora a prop¨®sito del cambio horario que se consuma en la madrugada de este domingo con el avance de una hora m¨¢s sobre la preexistente.
Dirige la tarea desde Madrid Manuel Santolaya, encargado del taller de relojes del Palacio Real madrile?o, responsable de un equipo de seis personas y supervisor de todas las piezas existentes, incluidas las de los palacios de la Zarzuela y La Moncloa, residencias respectivas de los Reyes y del presidente del Gobierno, adem¨¢s de El Escorial, Aranjuez y la Granja, entre otros.
Manuel Santolaya es un relojero artesano perteneciente a la quinta generaci¨®n de una saga oriunda de La Rioja y de Soria, con establecimiento propio en Madrid desde 1867, probablemente el m¨¢s veterano de la ciudad. En su mu?eca luce un ultramoderno reloj regido por un sat¨¦lite, pero las piezas que ¨¦l cuida abarcan s¨®lo desde el siglo XVI al XIX.
Los 230 relojes del Palacio Real madrile?o, as¨ª como los del palacio de El Pardo, casi todos deslumbrantes por los materiales empleados en sus art¨ªsticas hechuras, fueron convenientemente ajustados a partir del jueves pasado, en una laboriosa operaci¨®n a escala estatal que culmina este lunes. ¡°Menos mal que, en esta ocasi¨®n, se trata de un avance de una hora, tarea relativamente sencilla¡±, comenta Santolaya, ¡°porque cuando se produce el cambio correspondiente al invierno hay que retrasar cada uno de ellos 11 horas y esperar, adem¨¢s, a las habituales campanadas¡±.
La colecci¨®n relojera del Palacio Real arranca de una pieza denominada ¡°de candil¡±, perteneciente a Felipe II, que en 1583 se encaprich¨® de ella y decidi¨® que le acompa?ara hasta su muerte, quince a?os despu¨¦s, en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Labrada en bronce y con una sola aguja ¨Cnuestro concepto de hora exacta no exist¨ªa
entonces- tiene motor de resorte de un d¨ªa de cuerda, con tracci¨®n por caracol. Una cabeza abatible de le¨®n da paso a una patena en la que puede arder una mecha impregnada de aceite. El grave monarca, de su padre Carlos I ¡°hered¨®¡± como relojero a Juanelo Turriano, sabio italiano que ide¨® un ingenio para subir agua desde el Tajo a Toledo.
Pero las piezas m¨¢s celebradas pertenecen al siglo XVIII, cuando el coleccionismo regio alcanz¨® su esplendor con Carlos IV, conocido por algunos como el Rey relojero, dada su afici¨®n a los artefactos cronometradores y a los fascinantes aut¨®matas.
La pieza m¨¢s destellante de cuantas se exhiben en el Palacio Real, concretamente en el Sal¨®n Gasparini en uso en actos oficiales, es la llamada ¡°El Pastor¡±. Es un reloj de grandes dimensiones, de los llamados sobremesa, con caja de marqueter¨ªa met¨¢lica dorada, floreado con incrustaciones de asta, n¨¢car y concha, en cuya parte superior un pastor sentado, de esmaltado atuendo, toca una flauta al tiempo que mueve los dedos de sus manos; a su lado, dos amorcillos se columpian y una oveja y un perro abren las bocas para balar o ladrar. Detr¨¢s de su elegante esfera hay una representaci¨®n celeste, que de noche iluminan siete brillantes al modo de estrellas y en la que se marcan salidas y puestas de Luna y de Sol y su altura seg¨²n la ¨¦poca del a?o. Tiene adem¨¢s un globo terr¨¢queo con la hora universal, m¨¢s bar¨®metro, calendario diario y mensual, zodiaco, estaciones y signos y grados del Sol. Data de 1750 y fue hecho por franc¨¦s Jacquet-Droz.
Asimismo, sincroniza un pu?ado de primorosos aut¨®matas, desde una damita que inclina su cabeza desde la balconada de un palco, hasta un cuervo que p¨ªa. Lo compr¨® Fernando VI para su castillo de Villaviciosa de Od¨®n, donde, recluido por la muerte de su amada B¨¢rbara de Braganza, ahuyentaba su melancol¨ªa embelesado en su fastuoso reloj.
Una potente esfera mapamundi, del siglo XIX, apoyada sobre los hombros de un tit¨¢n, con un sistema solar en su interior dispuesto con la inclinaci¨®n de las elipses celestes -reloj atribuido a Breguet- destella no lejos de un soberbio ¡°sobremesa¡± que representa a Ceres.
Entre n¨¢cares, alabastros, esmaltes, sobre un friso bronc¨ªneo con faunos, faunesas y bacantes en danza, la diosa avanza encaramada sobre un lujoso carro tirado por un elefante que, cada hora, mueve trompa, ojos , orejas y cola con delicado rumor. Se trata de uno de los m¨¢s sofisticados aut¨®matas que se conocen, de una finura inigualable¡Todas y cada una de las piezas expuestas, ya en hora, invitan con su tic-tac a fascinarse ante la contemplaci¨®n del discurrir inexorable del tiempo.
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