Godard en el Raval
La Filmoteca permite a los vecinos dejar de ser los figurantes de una representaci¨®n del exotismo urbano que los excluye
Hace unos d¨ªas al caer la tarde estren¨¦ la Filmoteca, la cuarta sede que le conozco desde que empec¨¦ a frecuentarla en la calle de Mercaders, como tantos de nosotros. La estren¨¦ con Godard y su Film Socialisme. Hab¨ªa cola para entrar y, aunque es una lata estar de pie en la calle, me alegr¨¦. Una se siente bien compartiendo im¨¢genes, por ejemplo las pelis de este hombre que parece un profeta airado, como si fuera una reencarnaci¨®n de la enorme figura en hierro del escultor Gargallo. Por eso quer¨ªa ver en sala, con otra gente, este filme rodado en gran parte en el crucero naufragado Costa Concordia. Qui¨¦n habr¨ªa dicho cuando se estren¨® en 2010 que su met¨¢fora sobre la indiferencia contempor¨¢nea estaba a punto de convertirse en foto period¨ªstica, esa nave de recreo de unas clases medias que tras la crisis tal vez no vuelvan a existir, varada en el Mediterr¨¢neo, mar que el filme recorre en su eleg¨ªa por una Europa desnortada por el dinero, que no sabe qu¨¦ hacer con su pasado ni con su presente y en la que los ni?os cuentan pol¨ªticamente muy poco, menos incluso que los migrantes. Es un resumen del filme, pero hay m¨¢s. Empieza con unas hermosas im¨¢genes del mar, un primer plano de olas potentes y tranquilas, mientras en off se desarrolla este di¨¢logo: ¡°El dinero es un bien p¨²blico¡±. ¡°Como el agua¡±. ¡°En efecto¡±. Luego, una c¨¢mara de televisi¨®n africana dir¨¢ cara al mar en soliloquio su lamento por ?frica dejada a su suerte. Unos cuantos godardianos haciendo bulto y cola en el Raval tiene su intr¨ªngulis, pues este cineasta deambulador y misterioso, que te hace ir de aqu¨ª para all¨¢ sin que sepas muy bien d¨®nde te ha llevado, monta unos filmes tan sospechosos y perspicaces como la misma geograf¨ªa urbana de este Raval, que al tiempo que te dice d¨®nde est¨¢s (en la plaza de Salvador Segu¨ª, el Noi del Sucre, en este caso) te indica constantemente que no tienes ni idea de d¨®nde est¨¢s y que, si quieres quedarte ah¨ª, tendr¨¢s que gan¨¢rtelo a pulso. Los migrantes africanos que charlaban en las sillas empotradas en la plaza no nos miraban, ni cuando entramos en la filmo ni cuando salimos. Su indiferencia era mayor que mi curiosidad. Les mir¨¦ a distancia, como a las deambuladoras y sus clientes de la calle de Robadors, al fondo de la plaza. No me interesa el turismo del otro y, de momento, no es posible saber qu¨¦ espacio p¨²blico conjunto nos ofrecer¨¢ la plaza de la filmo a unos y a otros.
Godard en el Raval. El filme est¨¢ lleno de c¨¢maras, de im¨¢genes que pocas veces se comunican de forma directa pero que en el montaje adquieren fuerza, este es el ¨²nico hilo narrativo, si es que hay alguno en Film Socialisme. Lo que parece honrado, la verdad, sobre todo por la segunda palabra del t¨ªtulo. C¨¢maras de los turistas en el Costa Concordia, de periodistas que se interrogan por esto y aquello, de una investigadora que busca las huellas de d¨®nde se perdi¨® el oro de Mosc¨² de la Rep¨²blica Espa?ola¡ Canta dos frases Paco Ib¨¢?ez que resuenan como si de una foto de hace cuatro d¨¦cadas se trataran. Es una de las gracias mayores de Godard, que sabe convertirlo todo en im¨¢genes presentes, las que filma, extrae o roba de otros. El filme sigue el periplo Egipto-Palestina-Odessa-Hellas-N¨¢poles-Barcelona, lo que ya pueden imaginar que da para toda suerte de montaje de im¨¢genes del pasado y del presente. Al llegar a Barcelona, la pantalla funde en negro y grandes letras se interrogan sobre Europa¡
Fui con un amigo de toda la vida y encontramos conocidos, lo que casi nunca me sucede en otras salas. Me sorprendi¨® no hacer cola en la entrada principal, en la plaza, sino detr¨¢s. Mientras escribo, pues entonces estaba atenta a una cola de gentes de diversas generaciones, alguna bastante joven, comprendo que por ah¨ª van las cosas en el Raval, d¨®nde la cosa p¨²blica sigue con su juego de espejos. Otra oportunidad para que los vecinos del Raval dejen de ser lo antes posible los figurantes de una representaci¨®n ex¨®tica en su propio barrio, panorama etnogr¨¢fico de la Barcelona actual que los excluye: migrantes, turistas de medio pelo, viajeros con dinero que se alojan en el superlujoso hotel vecino a la filmo, j¨®venes de farra en la Rambla del Raval, negocios carnales y drogatas, instituciones culturales de nuevo rango que van ocupando el barrio y a?ejas instituciones, como el Institut d¡¯Estudis Catalans, cuyas siglas renovadas est¨¢n tambi¨¦n muy cerca de aqu¨ª. Todo muy vistoso, claro. Muy godardiano: el Raval sale muy bien en las fotos. Las fotos de los otros. Las nuestras, esperan.
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