El consejero Puig, de fracaso en fracaso
Antes que pensar en c¨®mo meter m¨¢s gente en la c¨¢rcel, ser¨ªa mejor buscar un consejero de Interior experto y prudente
Diecis¨¦is meses es tiempo suficiente para dar una idea de las capacidades de un Gobierno. Al que preside Artur Mas este periodo le est¨¢ resultando una penosa ascensi¨®n por un calvario econ¨®mico y presupuestario. Un v¨ªa crucis en el que, al decir de uno de sus miembros, cada reuni¨®n semanal est¨¢ protagonizada por una ansiosa b¨²squeda de dinero para pagar deuda, proveedores y n¨®minas.
Si esta es la cruda realidad impuesta por la crisis econ¨®mica, tambi¨¦n es cierto, sin embargo, que la gesti¨®n gubernamental se la juzga no solo por par¨¢metros econ¨®micos y presupuestarios. El consejero de Interior, Felip Puig, por ejemplo, se deleit¨® en sus primeros meses echando atr¨¢s algunas pol¨ªticas de su antecesor, Joan Saura. Y con ello satisfizo los intereses corporativos e ideol¨®gicos sobre cuyas campa?as en contra del Gobierno de izquierdas hab¨ªa cabalgado CiU como partido de la oposici¨®n. Cosas como suprimir el c¨®digo ¨¦tico de la polic¨ªa y el programa contra la violencia machista, por ejemplo. Para Puig fue un momento feliz. Todo muy f¨¢cil y gratis. Pero el tiempo pasa y lleg¨® el momento en el que el consejero tuvo que demostrar que sab¨ªa hacer algo m¨¢s que atender a los grupos de presi¨®n afines. Lleg¨® el 27 de mayo y el Departamento de Interior no supo organizar y llevar a cabo una operaci¨®n tan asequible para una polic¨ªa moderna como el desalojo de la plaza de Catalunya convertida en campamento del movimiento del 15-M. Lo que deb¨ªa ser, y pudo ser, una simple operaci¨®n de higiene a cargo de brigadas de barrenderos termin¨® en cargas policiales y violencia. Un fracaso.
Un par de semanas despu¨¦s, el consejero Puig consigui¨® el dudoso honor de llevar a la primera p¨¢gina de la prensa internacional la imagen del helic¨®ptero policial con el que el presidente de la Generalitat logr¨® llegar al Parlament. El d¨ªa antes se hab¨ªa anunciado la concentraci¨®n de manifestantes del movimiento del 15-M ante el Parlament y el Departamento de Interior fue incapaz de llevar a cabo lo que debe de ser una de las operaciones m¨¢s t¨ªpicas de toda polic¨ªa: garantizar la existencia de un paso de acceso seguro a los diputados y el Gobierno a un edificio oficial. El dispositivo organizado fue un fiasco total y ofreci¨® otra vez un penoso espect¨¢culo de cargas policiales in¨²tiles.
No fue la ¨²ltima oportunidad que el movimiento del 15-M brind¨® al Departamento de Interior para demostrar su impericia. Cuatro meses despu¨¦s, la polic¨ªa improvis¨® sobre la marcha la ocupaci¨®n de nada menos que la Ciudad de la Justicia con el objetivo de detener a seis participantes en las manifestaciones de junio, ?cuando hab¨ªan acudido al juzgado para prestar declaraci¨®n por aquellos hechos! Aquella delirante iniciativa de Interior provoc¨® una dura e ins¨®lita nota de protesta del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a, que la defini¨® como un abuso en el ejercicio de la fuerza, en sede judicial.
La huelga general de hace un par de semanas ofreci¨® a Puig una nueva oportunidad de colocar otro fracaso de la polic¨ªa catalana en las portadas de la prensa internacional. Esta vez por choques con el n¨²cleo de manifestantes anarquizantes que en Barcelona suele aprovechar algunas grandes concentraciones y celebraciones para hacer acto de presencia. Esta vez quemaron un Starbucks y numerosos contenedores de basura, entre otras cosas. No era la primera huelga general en los ¨²ltimos a?os. En las anteriores hab¨ªa habido despliegues policiales discretos, previamente pactados con los sindicatos, y no hab¨ªa habido choques destacables. Pero a Puig le gustan las portadas de la gran prensa. Esta vez, calent¨® la huelga ordenando la detenci¨®n de piquetes la ma?ana del 29 de marzo, por si no bastara con los recortes salariales y la destrucci¨®n de empleo.
Ahora, ante la evidencia de su desbordamiento, Puig recurre al populismo, en compa?¨ªa del ministro Fern¨¢ndez D¨ªaz, para vender la idea de que recortando derechos y endureciendo el C¨®digo Penal lograr¨¢ controlar lo que se le escapa de las manos. Pero antes de pensar en c¨®mo meter m¨¢s gente en la c¨¢rcel, ser¨ªa m¨¢s rentable buscar un consejero de Interior y un director general de polic¨ªa prudentes y expertos.
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