Y la cultura gallega resucit¨®
Una exposici¨®n revisa el asociacionismo surgido en el silencio de la posguerra
Mientras el dictador inauguraba pantanos y en el campo el ¨¦xodo rural empezaba a vaciar aldeas, el hartazgo por el silencio que el franquismo hab¨ªa impuesto a la cultura gallega daba sus primeros pasos organizados. El nacimiento de la asociaci¨®n O Galo en 1961, promovida por un grupo de j¨®venes universitarios que frecuentaban la casa de Ram¨®n Pi?eiro en la calle Xelm¨ªrez de Santiago, marc¨® el pistoletazo de salida de una desobediencia que se extendi¨® por ciudades y villas y dio frutos ins¨®litos en los a?os m¨¢s duros de la longa noite de pedra. Sobre esta reivindicaci¨®n de la cultura propia vuelve la exposici¨®n Un canto e unha luz na noite, comisariada por el historiador Ricardo Gurriar¨¢n y organizada por el Consello da Cultura Galega, que puede verse en el Museo do Pobo Galego, en Santiago, hasta el 13 de mayo. El CCG ha editado tambi¨¦n un cat¨¢logo con textos de los protagonistas de aquel despertar, entre ellos Ant¨®n Santamarina, Henrique Harguindey, Manuel Lourenzo, Camilo Nogueira, Xes¨²s Alonso Montero o Lu¨ªs ?lvarez Pousa.
El activismo naci¨® en las ciudades, pero a partir de 1969 se extendi¨® al campo
?La cosecha trajo cursos de gallego ¡ªlos primeros, dictados por O Galo¡ª, muestras de teatro ¡ªla m¨¢s privilegiada, la de Ribadavia, alumbrada por Abrente en 1973¡ª, concursos literarios, cineclubs, jornadas cinematogr¨¢ficas, edici¨®n de textos lit¨²rgicos en el idioma vern¨¢culo o agrupaciones musicales rendidas, como Voces Ceibes (1968), a la canci¨®n popular. Y adem¨¢s estaba la reivindicaci¨®n pol¨ªtica, m¨¢s que evidente en la Asociaci¨®n Cultural de Vigo, fundada en 1965 con Camilo Nogueira de presidente.
Para la muestra se han recogido unos 20.000 documentos sobre los colectivos
La editorial Galaxia, fundada en 1950, era el precedente m¨¢s pr¨®ximo, heredero a¨²n de la tradici¨®n galleguista anterior al 1936. En Santiago, el peso de los estudiantes universitarios nacidos ya en la posguerra, y la renovaci¨®n generacional obligada por los cursos acad¨¦micos, distingui¨® a grupos como O Galo, a¨²n en activo. ¡°En el p¨¢ramo de la dictadura, no hab¨ªa espacios para debatir y las asociaciones culturales se convierten en un oasis¡±, reflexiona Gurriar¨¢n, que durante un a?o y medio recopil¨® autorizaciones del Ministerio de Gobernaci¨®n, cartas, programas, actas y carteles, m¨¢s de 20.000 documentos que ya est¨¢n catalogados en el Consello da Cultura. Solo Abrente, de Ribadavia, y O Facho (Coru?a, 1963) ten¨ªan sus fondos archivados.
Aunque en origen fue urbano, con el nacimiento de Abrente en 1969 el asociacionismo se extendi¨® por localidades como A R¨²a, Ribadeo o Pobra do Carami?al, y su presencia traspas¨® la frontera de lo cultural. En Viveiro, por ejemplo, fue notorio el papel del grupo A Sementeira en el rechazo vecinal a la instalaci¨®n de una central nuclear en Xove.
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