Del ¡°copago¡± y otras propuestas falaces
El autor sostiene que esta f¨®rmula provocar¨¢ la destrucci¨®n de un modelo de organizaci¨®n social
Todos ten¨ªamos la sociedad del bienestar como el mejor sistema de organizaci¨®n social que los ciudadanos de un pa¨ªs, hombres y mujeres, se daban a s¨ª mismos. Pero esa sociedad solo se asienta sobre un principio, el principio de solidaridad distributiva, ese que, en s¨ªntesis, viene a determinar que ¡°cada uno aporta al Estado seg¨²n sus posibilidades (su riqueza pose¨ªda o sus rentas de trabajo) y recibe de ¨¦l seg¨²n sus necesidades¡±.
Es solo a trav¨¦s de los impuestos como el Estado obtiene todos los recursos que necesita para atender todas las necesidades de sus ciudadanos. Este es el principio que cubre el edificio de ese modelo de sociedad y lo protege contra cualquier inclemencia del tiempo permitiendo vivir en su interior a todos los inquilinos, que en este caso son todos los ciudadanos.
Por eso, quienes quieren cambiar del modelo de sociedad saben que lo primero que tienen que destruir es el principio de solidaridad. Y lo est¨¢n haciendo inteligente y sutilmente, pero con una eficacia tal que cuando la gente se quiera dar cuenta ya no habr¨¢ edificio, sociedad del bienestar, en el que vivir.
Cuando se afirma que en el uso de ciertos servicios (Sanidad, Educaci¨®n) el ciudadano ha de participar econ¨®micamente en funci¨®n de sus ingresos o de su renta, se est¨¢ destruyendo el "principio de solidaridad" tal como se ha enunciado. Y a partir de ah¨ª, al igual que ocurre en los edificios a los que se les retira la cubierta, que el agua, el viento y dem¨¢s meteoros los terminen derribando, en este caso, la sociedad del bienestar desaparecer¨¢ por derribo.
Pagar en funci¨®n de la renta
Si a un ciudadano, hombre o mujer, que ha contribuido al Estado pagando sus impuestos, en la cantidad que el Gobierno de ese Estado ha determinado a trav¨¦s de las leyes correspondientes, se le pide luego que cuando vaya a hacer uso de algunos de los servicios del Estado pague, lo natural es que ese ciudadano reivindique ser ¨¦l mismo quien provea lo necesario para atender sus necesidades.
De hecho, y esto ha de tenerse como significativo, la patronal de las compa?¨ªas sanitarias y de seguros han recibido con alabanzas la propuesta del mal llamado ¡°copago¡± (no deja de ser un pago) aunque consideran que esa medida se queda corta. Lo que esperan es que el ciudadano pueda elegir qui¨¦n le presta el servicio y que el Estado lo sufrague mediante la deducci¨®n fiscal (paso previo a que cada uno decida qu¨¦ parte de sus ingresos los dedica a proveer las necesidades con las que la vida le puede castigar en el futuro: pensiones, atenci¨®n m¨¦dica, dependencia, asistencia en su mayor¨ªa de edad, etc). ?He aqu¨ª la puerta ancha por la que entrar¨¢ el inter¨¦s del capital para convertir, por ejemplo, la educaci¨®n y la sanidad en un bien material objeto de comercio!
Se comienza abandonando el instrumento b¨¢sico que hace efectivo el principio de solidaridad universal, los impuestos con los que el Estado se dota de recursos suficientes para atender a sus ciudadanos; luego se quiebra el propio principio diciendo que no se contribuye en funci¨®n de su riqueza o de su renta, pero que s¨ª se pagar¨¢ por el uso de los servicios p¨²blicos en funci¨®n de aquellas; el paso siguiente es que cada uno solo aporte al Estado seg¨²n el uso que hace de sus servicios y por ¨²ltimo, que cada uno determine qui¨¦n y c¨®mo quiere que atienda sus necesidades.
En la Comunidad de Madrid, con el gobierno del Partido Popular encarnado en do?a Esperanza Aguirre, ya se est¨¢ en esa camino de manera expl¨ªcita en Educaci¨®n. Quien quiera que su necesidad educativa sea atendida por un particular lo puede hacer, su coste le ser¨¢ reintegrado por el Gobierno mediante la exenci¨®n fiscal correspondiente.
La Comunidad de Madrid, gobernada
Dicho de otra manera, el ciudadano le dice al Estado (en este caso al Gobierno de Do?a Esperanza) que su necesidad educativa va a ser a tendida por un capital privado y por lo tanto lo que este le va a costar a ¨¦l, lo detrae de lo que aporta al Estado en concepto de impuesto. Si dos ciudadanos aportan 100 euros en concepto de impuesto y uno de ellos lleva a sus hijos e hijas a las escuela p¨²blica (necesidad atendida por el Estado) y el otro a un centro privado, el primero sigue aportando al Estado 100 euros, pero el segundo detraer¨¢ de esos cien euros el coste de sus ense?anza, con lo que realmente ese segundo ciudadano est¨¢ dando al estado, pongamos, 80 euros.
Si a¨²n hay alguien que no vea con claridad el modelo del que son adalides los nuevos gobernantes del PP, solo tiene que conocer el modelo de USA. La exaltaci¨®n del individuo y su libertad (es curioso que en ese pa¨ªs se proclama la libertad pero solo para ciertos asuntos: los econ¨®micos, para el resto son un puritanos represores y violentos) les lleva a proclamar que es cada individuo quien debe determinar qu¨¦ hace de su vida y c¨®mo provee para su futuro. Tienen asumido y hacen gala del pensamiento que los viejos castellanos resum¨ªan en ese ¡°a quien dios se la d¨¦, san pedro se la bendiga¡±.
Aceptemos, pues, que no est¨¢ mal eso de que quienes cobren m¨¢s pensi¨®n o tengan mejor renta de trabajo paguen algo por hacer uso de los servicios sanitarios y habremos aceptado la destrucci¨®n del principio de solidaridad. ?No! Si el Estado necesita m¨¢s recursos para atender la necesidad de sus ciudadanos tienen una ¨²nica v¨ªa para ello: los impuestos, que se han de pagar atendiendo a otro principio: ¡°quien m¨¢s tiene o m¨¢s ingresa, m¨¢s paga¡±.
Todos pagamos seg¨²n nuestras posibilidades econ¨®micas, todos recibimos (gratuitamente) seg¨²n nuestras necesidades. Y para eso est¨¢n los impuestos.
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