Consulta impecable
La direcci¨®n del partido no puede limitarse a poner delante de los militantes la cuesti¨®n que tienen que decidir y contar despu¨¦s los votos
Consultar a las bases puede ser un ejercicio de democracia o puede ser la apariencia de un ejercicio de democracia. Cuando la direcci¨®n de un partido pol¨ªtico considera que una determinada decisi¨®n tiene que ser adoptada directamente por los militantes, est¨¢ poniendo en marcha el procedimiento formalmente m¨¢s democr¨¢tico que puede imaginarse.
Ahora bien, el hecho de que formalmente lo sea, no quiere decir que tambi¨¦n pueda ser considerado as¨ª desde un punto de vista material. Para que una consulta a las bases sea realmente un ejercicio de democracia, tan importante es el procedimiento a trav¨¦s del cual se lleva a cabo la consulta a los militantes del partido como el hecho mismo de que estos decidan con su voto. Una consulta a las bases, si se hace a trav¨¦s de un procedimiento democr¨¢tico, supone el mejor ejemplo de democracia en que se puede pensar. Pero si el procedimiento que se sigue para la consulta est¨¢ viciado en su origen, el resultado final es una pantomima.
Para que una consulta a las bases acabe siendo un ejercicio de democracia es condici¨®n inexcusable que la direcci¨®n del partido que decide efectuar la consulta, la haga de tal manera que los militantes que van a participar en dicha consulta dispongan de una informaci¨®n tan completa como sea posible sobre el marco de referencia pol¨ªtico en el que hay que situar la consulta, a fin de que el ejercicio de su derecho de voto sea una operaci¨®n reflexiva y no un mero desahogo personal.
La consulta a las bases no exime a la direcci¨®n del partido del ejercicio de sus responsabilidades como tal direcci¨®n. La direcci¨®n del partido no puede limitarse a poner delante de los militantes la cuesti¨®n que tienen que decidir y contar despu¨¦s los votos. Antes de plantear la cuesti¨®n, la direcci¨®n est¨¢ obligada a presentar su an¨¢lisis de la misma, a la luz de toda la informaci¨®n de que dispone y con indicaci¨®n de las consecuencias que, en su opini¨®n, tendr¨ªan las posibles respuestas que dieran los militantes. La consulta a las bases no puede suponer una traslaci¨®n de la responsabilidad por parte de los dirigentes, sino que tiene que consistir en el ejercicio compartido de la responsabilidad ante los votantes del partido por parte tanto de la direcci¨®n como de los militantes.
Ante una situaci¨®n extraordinaria la direcci¨®n del partido considera que la responsabilidad en la toma de decisi¨®n no puede ser delegada, sino que tiene que ser compartida. A ella le corresponde la identificaci¨®n de las alternativas, la transmisi¨®n de la informaci¨®n pertinente respecto de cada una de ellas y la organizaci¨®n del debate previo a la votaci¨®n. Cuando as¨ª se hace, el resultado final es la mejor forma de democracia imaginable. Cuando la direcci¨®n escurre el bulto y delega la responsabilidad en la toma de decisi¨®n, estamos ante un simulacro de democracia, que suele acabar siendo un remedio peor que la enfermedad.
En menos de un a?o hemos tenido ocasi¨®n de comprobarlo en Extremadura y Andaluc¨ªa. La consulta a las bases que hizo la direcci¨®n de IU en Extremadura fue un caso extremo de abdicaci¨®n de la propia tarea de direcci¨®n y de traslaci¨®n de toda la responsabilidad a los militantes, cuyo ejercicio del derecho de sufragio estaba viciado de origen. En Andaluc¨ªa ha ocurrido todo lo contrario. Ha habido un debate intenso en la propia direcci¨®n de IU. Se ha producido una negociaci¨®n entre la direcci¨®n del IU y PSOE con la finalidad de cerrar un programa para la legislatura. Y es el resultado del debate interno y del pacto lo que se ha sometido a las bases para que lo aprobaran o no.
Queda lo m¨¢s dif¨ªcil. Pero la consulta ha sido democr¨¢ticamente impecable.
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