El n¨²mero de personas que duermen en el aeropuerto de Barajas se multiplica por 10: ¡°Veo m¨¢s gente peligrosa¡±
Las cuatro terminales del aeropuerto, seg¨²n un estudio del sindicato ASAE, de Aena, acogen cada noche una media de entre 400 y 500 personas, donde se mezclan parados, trabajadores y gente conflictiva

Gabriel L¨®pez, colombiano de 23 a?os, est¨¢ cerca de cumplir el a?o como habitante de la terminal T4 del aeropuerto Adolfo Su¨¢rez-Madrid Barajas. Como ya tiene experiencia, sabe que la mejor manera de dormir es tumbarse boca abajo, porque en ese espacio amplio y en apariencia di¨¢fano las luces nunca se apagan. La noche no existe. Los reci¨¦n llegados tratan de taparse la cara con algo, con las manos si es preciso, para combatir la luminosidad permanente. ¡°Aqu¨ª la noche es una mentira, siempre es de d¨ªa¡±, explica. L¨®pez no est¨¢ solo. ASAE (Alternativa Sindical Aena Enaire) calcula que, junto al joven, hay en estos momentos otras 500 personas entre las cuatro terminales, algo nunca antes visto. Hace una d¨¦cada, de hecho, no pasaban de 40.
L¨®pez habla tumbado, envuelto en su saco de dormir. Est¨¢ esperando a que su ¨²nico amigo, Pablo Andr¨¦s, de 39 a?os, colombiano al igual que ¨¦l, llegue con la cena. Esta vez han pedido comida ¡°a domicilio¡± a un hind¨² de Barajas que les trae los kebabs ¡°al punto¡± y no les cobra el desplazamiento. La pareja lleva sin comer desde la ma?ana, cuando ambos salieron hacia las zonas de los plastificadores de maletas para repescar alg¨²n cliente descontento con las tarifas oficiales.

De acuerdo con un informe presentado por ASAE, ¡°la expectativa es que se siga incrementando¡±. Las cifras se han multiplicado por 10 respecto al a?o 2014, cuando hab¨ªa contabilizadas unas 30 o 40 personas. En toda la Comunidad de Madrid, seg¨²n datos del INE de 2022, hay 4.146 personas sin hogar. Un empleado de AENA que no quiere dar su nombre por miedo a represalias, admite que los trabajadores del turno de noche acuden a trabajar con ¡°ansiedad y estr¨¦s¡±. ¡°AENA es todo fachada, una aparente buena imagen, pero en realidad est¨¢ contribuyendo a este descontrol. Antes era un problema, ahora es un problem¨®n. Necesitamos que presionen al Gobierno para modificar la legislaci¨®n vigente¡±, solicita.
¡°En la T4 al menos, la mitad de las personas son conflictivas, tambi¨¦n est¨¢n llegando muchos con trabajo cuyo problema es estrictamente de dinero, no pueden pagar una habitaci¨®n. Se permite que se mezcle todo, que las mafias, los delincuentes, los adictos, los que tienen problemas mentales o los que ejercen la prostituci¨®n campen a sus anchas. Que hagan sus necesidades en los mostradores o se pinchen en los ba?os no es ninguna novedad. La soluci¨®n que se nos da es que hagamos las rondas en grupo para estar m¨¢s seguros, y aun as¨ª nos amenazan igual¡±, finaliza.
?scar Guti¨¦rrez es ¡°madrile?o, separado y con hijos¡±. Tiene 55 a?os. Guti¨¦rrez asegura que lleva apenas 15 d¨ªas y que lo suyo tiene fecha de caducidad. En verano deber¨ªa marcharse. Actualmente, cuenta con un trabajo cada seis meses que le habilitar¨ªa, al cabo de dos a?os, para obtener una plaza de funcionario. El curso pasado ¡°cometi¨® el error¡± de intentar mantenerse en una habitaci¨®n compartida el tiempo que estaba sin trabajo. Se qued¨® sin ahorros y acab¨® igualmente en la calle. Esta vez se ha venido al suelo de la T4 directamente para mantener el dinero que gan¨® desde mayo. Le recomendaron irse a otra terminal porque esta es la m¨¢s ¡°conflictiva¡±.
Durante la conversaci¨®n con Guti¨¦rrez, a pocos metros se produce el robo de un hombre de unos 40 a?os a una empleada de una tienda de mochilas a la que le arrebat¨® el m¨®vil de empresa con violencia. Cinco miembros de seguridad del aeropuerto y tres de Polic¨ªa Nacional se personan en el lugar para detener al autor por ¡°reincidente¡±: es su segundo hurto del d¨ªa. La mujer, aunque los polic¨ªas le insisten, no quiere denunciar porque sabe que volver¨¢ a verlo delante de su establecimiento.
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¡°El a?o pasado en el hueco de ah¨ª est¨¢bamos cuatro personas: Paula, la de Aravaca, Gerard, un chico franc¨¦s, otro se?or mayor de 72 a?os familiar del torero Jos¨¦ Antonio Canales y yo. Cuando volv¨ª en enero eran 30¡±, recuerda. El hombre se queja de que las pocas ayudas que llegaban, como la de la iglesia evang¨¦lica Cristo Vive de Hortaleza, han sido prohibidas por ¡°carecer de permisos¡±.
¡°Se est¨¢n poniendo m¨¢s severos. Acotan las zonas para dormir, nos apelotonan a todos en una esquina para vigilarnos¡¡±, lamenta Guti¨¦rrez, que no encuentra sitio para cargar el m¨®vil porque los enchufes est¨¢n sin corriente. El hombre considera que no est¨¢ lejos el momento en que la cosa ¡°se desmadre¡±. ¡°Las personas verdaderamente peligrosas son las que no tienen nada que perder, y yo veo cada vez m¨¢s gente de esa aqu¨ª¡±, sentencia.

Para que los compa?eros encaren el lunes con su mismo optimismo, Roger Castro, de 35 a?os, alba?il sin papeles de Per¨², ha montado una especie de consulta emocional en el ala izquierda de la T4. Castro, en un asiento de tres plazas, va recibiendo a los que llegan a pernoctar y quieren sentarse a su lado. ¡°A los sin techo se les reconoce por el cansancio¡±, afirma. A plomo cae ?ngel, un espa?ol de 40 a?os que pesa casi 150 kilos.
¡ªCada vez hay m¨¢s gente en el hotel. Se rumorea que el 28 nos echan¡ª, comenta.
?ngel ¡°est¨¢ harto¡± y no hace ninguna confesi¨®n significativa. Castro se queda solo. Es un chico afable y pensativo. Con sus ojos ve c¨®mo delante de ¨¦l un vigilante despierta d¨¢ndole patadas en los pies a otro se?or dormido. ¡°Oye, jefe, lev¨¢ntate. Aqu¨ª hoy no se puede estar¡±, ordena. Castro arquea las cejas. ¡°Es verdad que tienen que controlar un reba?o muy grande, pero a veces caen en comportamientos que son injustos¡±, reflexiona.
Castro ide¨® tres planes al llegar a Espa?a desde Per¨² hace a?o y medio: ¡°el A, el B y el C¡±. Pese a haberse quedado en la calle por tercera vez, se sigue manteniendo en el primero, que consiste en estudiar Trabajo Social. ¡°Ir¨®nico, ?verdad? Yo me digo que estoy haciendo un trabajo de campo que luego me ayudar¨¢. Ahora estoy en el otro lado, en el jodido, pero espero poder dar el salto a la otra orilla, trabajar en una ONG y que esta experiencia sirva para algo¡±, sostiene. El chico muestra en su tel¨¦fono m¨®vil c¨®mo se motiva a s¨ª mismo cada ma?ana. En el calendario del aparato tiene anotados una serie de objetivos personales que ¨¦l considera realistas. Por ejemplo, para el 30 de mayo se ha propuesto obtener un empleo de al menos 720 euros. Si lo consiguiera, tiene escrito que podr¨ªa gastarse 50 euros en ¡°algo de ropa¡±. Para febrero de 2026 aspira a dar el salto a un sueldo de 1000 euros. ¡°Dicen que trabajando 35 horas te puedes acercar¡±, expresa.
Las conversaciones empiezan a escucharse lejanas a partir de media noche y Castro comparte una galleta hecha migajas con un venezolano que est¨¢ sin cenar. Dice Castro que si en unos meses la cosa no mejora, pasar¨¢ al plan B. Si este, que no especifica cu¨¢l es, tampoco cuajara, al cabo de tres a?os y medio en Espa?a se encomendar¨ªa al C. Ese d¨ªa Castro caminar¨¢ los 100 metros que separan su lecho de la oficina de polic¨ªa, pondr¨¢ ¡°las manos encima del mostrador¡± y preguntar¨¢, con educaci¨®n:
¡ª?Pod¨¦is deportarme?
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