Ni contigo ni sin ti
Entre todo o nada debe haber un punto medio que permita poner esa industria llamada turismo a nuestro favor
Durante los ¨²ltimos cuatro a?os he visitado Onti?ena con regularidad. Onti?ena, para que se sit¨²en, es un peque?o pueblo situado la parte oriental de los Monegros. Su nombre apareci¨® en los peri¨®dicos con cierta regularidad cuando un grupo de empresarios reserv¨® unos terrenos para construir un gran complejo de juego. La incredulidad de las gentes de la zona por aquellos castillos en el aire quedaba parcialmente conjurada por el pago de las sumas que permit¨ªan a los inversores hacer la reserva de aquellos secanos, malas tierras que acoger¨ªan el cemento con m¨¢s benevolencia que el trigo. El lugar elegido fue Onti?ena, pero durante muchos meses los vecinos de los pueblos cercanos especulaban con la posibilidad de ser unos y otros los que acabar¨ªan vendiendo sus tierras al Gran Croupier. Las conversaciones que se escuchaban en bares y corros acababan en encendidas discusiones sobre las ventajas de aquel o aquel otro posible emplazamiento. Salieron a relucir las ¨¢reas de protecci¨®n para aves, el eterno problema del agua y, por supuesto, las dudas sobre si un negocio as¨ª era pan para hoy y hambre para ma?ana. En cuanto un forastero como yo entraba en alg¨²n bar, las sospechas y las pesquisas se disparaban. ?Informador? ?Top¨®grafo? ?Abogado?
Comparar las reacciones de la gente y de la opini¨®n publicada aqu¨ª y all¨ª es un ejercicio curioso. Por supuesto, hubo cr¨ªticas, pero cuando hablabas con la gente a la que la geograf¨ªa y la historia solo le han dado carreteras y motivos para emigrar, la unanimidad era casi total. A favor, claro est¨¢. En cambio, la opini¨®n publicada era de signo contrario. Profesores de universidad, historiadores, urbanistas e intelectuales diversos cuyas 14 pagas no depend¨ªan de la sequ¨ªa recelaban, se quejaban de los modelos productivos y nos advert¨ªan de las plagas b¨ªblicas y de los pecados capitales que traer¨ªan consigo los casinos, ya saben sexo, droga y rock and roll. M¨¢s o menos, lo que vamos leyendo por aqu¨ª.
A m¨ª, la idea de un Eurovegas, de un Gaud¨ª Vegas, de un Vegas Modernism o de un Medivegas, la verdad, no me parece mal. Lo que me fastidia es pensar que lo m¨¢s probable es que no estemos a la altura del reto y que no podamos sujetar la bestia tal y como nos van las cosas. Lo que me espanta es saber que el entramado de silencios y complicidades que hubo alrededor de casos como el del Palau, con el tiempo, pueda crecer de manera exponencial. Lo que me corroe es recordar que si no hemos sido capaces de negociar un sistema de financiaci¨®n decente (esa sangr¨ªa renovada por cada gobierno que siempre es la mejor sangr¨ªa firmada hasta la fecha) pensemos que podemos sacar el partido que se merece a un complejo como este. Vaya, que si los altos funcionarios de Hacienda nos ganan por goleada, el se?or Adelson nos puede fabricar una porter¨ªa a su medida.
Puestos a elegir, uno quisiera que el Baix Llobregat fuese Silicon Valley, que el Bergued¨¤ tuviese industrias de mucho valor a?adido y que en la Terra Alta se dise?asen cohetes. Es lo que tiene confundir el pa¨ªs con el Bar?a, un pa¨ªs que da para mucho, pero no para todo. Desde estas tribunas queda muy bien quejarse de las granjas de Osona, de las borracheras de Lloret y las l¨ªneas de alta tensi¨®n, y sacar a pasear todos los clich¨¦s relativos a M¨ªster Marshall. No, no nos gustar¨ªa ser conocidos por tener los mayores prost¨ªbulos de Europa ni por acabar de reventar la costa. Y no, nos interesa tener una isla legal, con una legislaci¨®n laboral miserable y opaca en lo que se refiere a los flujos de capitales, que para eso ya tenemos Andorra (?ah, la hipocres¨ªa!), pero entre todo o nada debe haber alg¨²n punto medio que nos permita poner esa industria llamada turismo a nuestro favor, de manera sostenida y, sobre todo, sostenible. M¨¢s que nada porque los beneficios que genera pagan algunas de esas 14 mesadas tan francas que sirven para sustentar la integridad moral de los que siempre bailan con la guapa.
Por cierto, lo m¨¢s parecido que van a encontrar al casino en los Monegros es el bar Las Vegas, en un peque?o pueblo y con diminutivo, como si todo fuese una broma, Monegrillo.
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