En las tripas de Lepage
EL PA?S accede al interior del escenario-plataforma que el director canadiense mont¨® para su obra 'Juego de cartas 1: Picas', que se pudo ver hasta ayer en el Price
Hay un mundo llamado Hobbit Town escondido debajo del escenario que el director canadiense Robert Lepage y su compa?¨ªa Ex - Machina han montado en el Teatro Circo Price de Madrid con motivo del estreno mundial de su ¨²ltima creaci¨®n: Juego de cartas 1: Picas, la primera parte de una tetralog¨ªa en la que nos sumerge en el mundo del juego y con la que nos lleva a Las Vegas, la ciudad del pecado, un sitio de perdici¨®n y de perdidos que ans¨ªan encontrar su camino casi por azar. Ese submundo oculto, circular como la pista del circo y liliputiense (mide 1,10 metros de alto y tiene un di¨¢metro de 10 metros), es el que el espectador solo alcanza a imaginar hasta el momento en que se queda boquiabierto con la sorpresa final de la funci¨®n.
?Ahora se puede contar porque ayer fue la ¨²ltima representaci¨®n de esa obra que ha pasado por la capital gracias al Festival de Oto?o en Primavera: cuando parece que todo ha terminado, en medio de los aplausos y con los seis actores saludando desde el escenario, comienzan a salir bajo las tablas una, dos, tres, cuatro¡ hasta siete personas en diminutas sillas con ruedas, sentadas a ras del suelo. Son los t¨¦cnicos que hacen funcionar esa plataforma circular desplegable, esa especie de mu?eca rusa gigantesca de la que van saliendo, como si de la chistera de un mago se tratara, las distintas escenograf¨ªas, concretamente los 399 movimientos que tiene esta funci¨®n y que se suceden durante tres horas (sin intermedio) al modo de las secuencias de una pel¨ªcula.
A los ojos del p¨²blico, todo cuanto aparece en escena (una piscina, un casino, la barra de un bar, una habitaci¨®n de hotel) parece emerger de una maquinaria de precisi¨®n, tecnolog¨ªa punta. Pero la sorpresa es a¨²n mayor cuando uno se adentra en las tripas de ese escenario y descubre que, aparte de la plataforma de aluminio que sube y baja mec¨¢nicamente, todo funciona con cintas de velcro, imanes y ruedas y que el elemento tecnol¨®gico m¨¢s avanzado es la polea con la que se ponen las puertas del escenario en pie, tirando de una cuerda desde abajo. Todas las piezas de ese enorme tetris se mueven a base de fuerza bruta, hasta el escenario (giratorio) lo ponen en marcha y lo paran esos t¨¦cnicos sentados en sus diminutas sillas, tirando con sus manos de unas asas clavadas debajo de las tablas. ¡°Hay que estar fuerte¡±, se?ala Anne Marie Bureau, una de las t¨¦cnicas.
En Hobbit Town, como en Las Vegas, se vive al l¨ªmite. Parece imposible perderse en una superficie circular de 10 metros de di¨¢metro pero, es tal la velocidad, que en ese reducido espacio est¨¢n claramente marcados los puntos cardinales. ¡°El Norte son los camerinos¡±, se?ala Sergio Guti¨¦rrez, uno de los tres t¨¦cnicos del Teatro Circo Price (junto a Sergio Dom¨ªnguez y Rafael Vaquerizo) que se incorpor¨® al equipo de Ex - Machina para este montaje. ¡°Tuvimos que aprenderlo en dos d¨ªas, entramos directamente en el ensayo t¨¦cnico despu¨¦s de montar esta especie enorme juego de Lego, es incre¨ªble¡±, reconoce Dom¨ªnguez.
Los camerinos de este submundo, llamados gallineros por los actores, miden un metro cuadrado. ¡°Los actores se tienen que cambiar a veces tumbados en el suelo y las actrices, que llevan tacones y vestidos con plumas, permanecen encorvadas hacia adelante hasta que les llega el momento de salir¡±, cuenta Bureau y muestra el hueco de menos de medio metro por el que entran y salen del escenario-plataforma.
¡°Todo es reconvertible y todo est¨¢ doblado o enrollado, listo para ser desplegado o guardado¡±, explica Virgine Lecrerc, responsable de utiler¨ªa. Incluso ella misma se desdobla: ¡°Preparo los elementos de una escena (una vajilla, la mesilla de noche de una habitaci¨®n de hotel con el tel¨¦fono y el libro pegados con velcro, las cartas y las fichas de los crupieres¡) y, de pronto me sacudo el pelo, y aparezco en escena de extra, como una se?ora m¨¢s del servicio de limpieza de un hotel¡±, cuenta ri¨¦ndose junto a su compa?ero Simon Laplante, encargado de abrir, cerrar y asegurar, cada uno de los elementos que salen a escena. Todos ellos han creado una particular coreograf¨ªa en ese submundo milimetrado, diminuto, veloz y silencioso que, al descubrirse, desencaja mand¨ªbulas ante la sensaci¨®n de milagro.
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