La inexistente ley electoral de Catalu?a
Nuestros representantes pol¨ªticos act¨²an m¨¢s pensando en el ¡®qu¨¦ hay de lo m¨ªo¡¯ que en el inter¨¦s general
Por incre¨ªble que parezca, 32 a?os de historia del Parlament no han sido suficientes para lograr la aprobaci¨®n de una ley electoral catalana. Los centenares de diputados, las decenas de consejeros y los cuatro presidentes que han protagonizado durante este tiempo nuestra democracia representativa han sido incapaces de redactar la que deber¨ªa ser la ley m¨¢s importante de Catalu?a despu¨¦s del Estatuto. Y los diputados catalanes, seg¨²n lo dispuesto en una disposici¨®n transitoria del Estatuto que ya se percibe como permanente, siguen siendo los ¨²nicos diputados auton¨®micos elegidos seg¨²n la normativa que se utiliza para los diputados espa?oles.
Nuestros pol¨ªticos constantemente nos transmiten que desean m¨¢s autogobierno para Catalu?a y desplegar al m¨¢ximo los preceptos estatutarios, sobre todo si son leyes de desarrollo b¨¢sico del Estatuto. Sin embargo, olvidan sistem¨¢ticamente hacerlo en un aspecto clave como el electoral, donde pueden ejercer plenamente el autogobierno, y los diputados persisten en no responder al mandato estatutario del art¨ªculo 56 de redactar una ley electoral. Y en este caso ni siquiera la crisis econ¨®mica sirve de excusa para mantener esta situaci¨®n de provisionalidad. Al contrario, una ley electoral propia podr¨ªa f¨¢cilmente reducir el coste de la organizaci¨®n de las elecciones y limitar los recursos que los partidos destinan a sus campa?as.
Los partidos pol¨ªticos catalanes coinciden en recoger en sus programas electorales la elaboraci¨®n de una ley electoral y en afirmar que esta deber¨¢ ser tambi¨¦n fruto de una reflexi¨®n entre especialistas. En cambio, el informe final de la comisi¨®n de expertos que expresamente cre¨® el Parlament en marzo de 2007, donde se apuntaban con rigor muchas propuestas novedosas, todav¨ªa sigue archivado esperando, en el mejor de los casos, ser desempolvado cuando haya un nuevo intento de negociaci¨®n.
Tambi¨¦n es recurrente la afirmaci¨®n de los pol¨ªticos al considerar que la ley electoral debe ser capaz de reducir la desafecci¨®n pol¨ªtica de la ciudadan¨ªa y generar mayor participaci¨®n electoral. Pero esta supuesta vocaci¨®n participativa no concuerda con una realidad parlamentaria que ignora una excelente iniciativa legislativa popular de ley electoral que se present¨® en febrero de 2009 y que est¨¢ en el limbo del iter parlamentario. Tampoco parece que est¨¦n muy preocupados por la desafecci¨®n pol¨ªtica cuando desoyen una de las pocas reivindicaciones consensuadas del Movimiento del 15-M: la demanda de elaborar una ley electoral que mejore la democracia representativa. Esta incapacidad manifiesta para pactar la ley electoral no ayuda a disipar las dudas de la sociedad catalana sobre la credibilidad de los pol¨ªticos o sobre la confianza en el Gobierno y en la democracia. Si bien es cierto que una ley electoral no resolver¨ªa esta falta de confianza, podr¨ªa contribuir a generar una mayor proximidad entre los electores y los elegidos y a mejorar la calidad democr¨¢tica del sistema electoral.
Entonces, ?d¨®nde est¨¢ el problema? En primer lugar, los mismos partidos que lograron negociar un nuevo Estatuto no consiguen ponerse de acuerdo en el grado de proporcionalidad del sistema electoral, en las circunscripciones que hay que adoptar ni en la distribuci¨®n de esca?os por circunscripci¨®n. En segundo lugar, el Estatuto requiere una mayor¨ªa de dos terceras partes de los diputados (90 de los 135) para aprobar la ley electoral y ello significa que no es posible aprobarla si CiU, que tiene 62, no est¨¢ por la labor.
Es democr¨¢ticamente vergonzoso que ni las remisiones estatutarias, ni la importancia del objeto de la norma, ni el ejercicio del autogobierno, ni los informes de expertos, ni las iniciativas populares, ni las demandas sociales, ni las promesas de los programas electorales hayan sido hasta ahora incentivos suficientes para que los partidos pol¨ªticos catalanes dejen a un lado los c¨¢lculos ego¨ªstas y miopes de las simulaciones electorales. Es muy frustrante constatar que para elaborar la ley electoral de Catalu?a nuestros representantes pol¨ªticos act¨²an pensando m¨¢s en el qu¨¦ hay de lo m¨ªo que en el inter¨¦s general.
Jordi Matas Dalmases es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UB. jmatas@ub.edu
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