Pabell¨®n de grandes quemados
Aguirre no pudo tapar con su envite antinacionalista el estruendo de la burbuja madrile?a en su estallido
No hay que darle muchas vueltas. La pitada del Calder¨®n es otro rev¨¦s para la imagen de Espa?a. En los pa¨ªses serios y seguros de su identidad se suelen respetar los s¨ªmbolos comunes. En muchos, no tan solo se respetan, sino que se veneran, en ocasiones hasta el exceso, a la misma altura que los s¨ªmbolos y expresiones religiosas. En uno de ellos, Estados Unidos, donde la gente escucha el himno nacional con la mano en el coraz¨®n pero hay todav¨ªa mayor respeto a la libertad de expresi¨®n, los jueces han determinado que nadie puede ser castigado por quemar la bandera venerada por casi todos los ciudadanos. Pero que no exista delito no significa que no haya ultraje ni p¨¦rdida cuando se producen hechos como estos.
Fue, por tanto, un nuevo rev¨¦s a lo que ahora se denomina la marca Espa?a en una semana y una temporada pr¨®digas en reveses mucho m¨¢s sustanciales. La lista empieza a ser inquietante, pero bastar¨¢ con recordar los dos ¨²ltimos golpes, como son el descubrimiento del d¨¦ficit p¨²blico oculto ¡ªy ocultado¡ª en las comunidades de Valencia y Madrid, las dos autonom¨ªas gobernadas por el PP de mayor centralidad, y el hundimiento de Bankia, banco privatizado y nacionalizado por el PP en menos de un a?o y enchufado ahora directamente a los bolsillos de los espa?oles presentes y futuros, quiz¨¢s tambi¨¦n de los alemanes si terminamos obteniendo los eurobonos, por una cifra de euros con tantos ceros que solo las mentes habituadas al c¨¢lculo mental son capaces de manejarla con comodidad.
Nadie habr¨ªa conectado esos tres hachazos que da?an a la credibilidad espa?ola de no mediar la intervenci¨®n de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Otra persona, en su lugar, meditar¨ªa sobre sus responsabilidades en el enmascaramiento del d¨¦ficit de su Gobierno y en la cat¨¢strofe de una entidad financiera sometida primero a su supervisi¨®n como caja de ahorro y luego a su influencia pol¨ªtica, incluida la designaci¨®n de directivos y la asignaci¨®n de inversiones. Pero Aguirre no. Gracias a su personalidad desacomplejada y a su facilidad para decir lo que piensa sin importarle excesivamente las consecuencias, la presidenta no dud¨® en meterse en el charco en cuanto tuvo la oportunidad. Tiene poco inter¨¦s analizar cu¨¢nto hay de c¨¢lculo y de preparaci¨®n en sus palabras, si se tiene en cuenta que las pronunci¨® justo en el momento en que estallaba una de las mayores burbujas de la historia de este pa¨ªs, una burbuja que no es tan solo financiera, sino tambi¨¦n inmobiliaria, por supuesto, pero sobre todo es pol¨ªtica y es madrile?a.
Enric Juliana resucit¨® oportunamente hace una semana en La Vanguardia un art¨ªculo de Pasqual Maragall, publicado en EL PA?S el 7 de julio de 2003, que se titulaba Madrid se ha ido, donde se explicaba c¨®mo la capital estaba acaparando todo el poder econ¨®mico y pol¨ªtico para constituirse en una ciudad global dentro de una Espa?a radial y reunificada. Pues bien, al igual que los decibelios del Calder¨®n no pudieron con los pitos, el ruido de Aguirre no puede tapar el sonoro y f¨¦tido silbido de la burbuja madrile?a que acaba de pinchar. Ni herencia recibida, ni despilfarro auton¨®mico: Madrid ha vuelto. Una vez que el Gobierno de Rajoy ha dado de s¨ª todo lo que pod¨ªa, es decir, amortizado ya a los 150 d¨ªas, es el Partido Popular, con Madrid a cuestas, el que ingresa en el pabell¨®n de los grandes quemados, junto a multitud de instituciones, las m¨¢s importantes, de este pa¨ªs, desde la Corona hasta el Banco de Espa?a pasando por el Tribunal Constitucional.
El art¨ªculo de Maragall terminaba con estas frases: ¡°Yo conf¨ªo en que la sociedad civil madrile?a reaccione y se plantee seriamente cu¨¢l ha de ser el papel de esa comunidad en la pol¨ªtica espa?ola; y para empezar, c¨®mo debe Madrid regenerarse pol¨ªticamente¡±. Pero remachaba: ¡°Cuatro a?os m¨¢s de deriva como la de los dos ¨²ltimos y Espa?a perder¨ªa el norte. Y nunca tan bien dicho¡±. Lo escribi¨® en 2003. En 2007, justo cuatro a?os despu¨¦s, empez¨® la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos. Hoy, casi 10 a?os despu¨¦s, el norte parece a veces definitivamente perdido.
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