La jerga
Teniendo en cuenta que nos tienen en un sinvivir econ¨®mico, me sorprende que la jerga de las esferas financieras no se nos haya pegado, contagiado y traspasado al lenguaje cotidiano. ?C¨®mo va la prima de riesgo?, le dir¨ªa un trabajador a otro pregunt¨¢ndole por los rumores de ERE que penden sobre su empresa. Ha subido, compa?ero, de ¨¦sta nos echan, seguro. No me digas eso, t¨ªo, que s¨®lo nos bajen el sueldo y ya est¨¢, que mi mujer hizo un Test de Estr¨¦s a nuestras finanzas y, como no recibamos una inyecci¨®n de liquidez pronto, vamos a tener que pedir que nos intervengan. ?Qui¨¦nes, tus suegros? Eso mismo. Pues s¨ª que est¨¢s bueno, ?no tienes por ah¨ª otro Fondo de Estabilidad? S¨ª, la pensi¨®n de mi madre, pero la pobre ya hizo bastante con avalarnos la hipoteca de nuestro activo t¨®xico del ladrillo, digo de nuestro piso, y como nos desahucien, ni siquiera s¨¦ si ella podr¨¢ mantener su casa. Vaya marr¨®n, t¨ªo, nuestras acciones caen en picado. Y tanto, vamos acabar en bono basura, t¨ªo¡
Aunque emplearan esta jerga tan chic, tan ¨¤ la mode, los perdedores del sistema no ganar¨ªan seguramente mucha visibilidad. Los que protagonizan los titulares, los que reciben toda la atenci¨®n medi¨¢tica, son otros bien distintos. Y, sin embargo, es curioso pensar en la importancia del lenguaje a la hora de configurar nuestra visi¨®n del mundo. Hace tres d¨¦cadas, Lakoff y Johnson ya nos hicieron ver hasta qu¨¦ punto estamos cruzados de met¨¢foras que nos iluminan en una direcci¨®n y nos oscurecen en otras. Por ejemplo, en nuestra cultura entendemos la discusi¨®n como una lucha, un combate en el que debemos atacar los argumentos del otro, buscar sus puntos d¨¦biles, atrincherarnos, utilizar nuestra munici¨®n dial¨¦ctica, ganar o perder. Imaginemos qu¨¦ ocurrir¨ªa, suger¨ªan, si cambi¨¢ramos esa met¨¢fora por esta otra: una discusi¨®n es un baile. El ejemplo valdr¨ªa tambi¨¦n para la vida en general, a menudo visualizada como un campo de batalla: lo importante ser¨ªa llevar el comp¨¢s, buscar cada uno su ritmo o la armon¨ªa entre todos, perseguir el goce l¨²dico o est¨¦tico en lugar de la confrontaci¨®n. Edgar Morin lleva a?os proponiendo tambi¨¦n otro cambio de met¨¢fora. El mundo pide a gritos ser transformado, es cierto, pero en lugar de pensar ese cambio por la v¨ªa de la revoluci¨®n, que indica violencia o ruptura radical, ?por qu¨¦ no hacerlo ¡ªsugiere Morin¡ª con la idea de la metamorfosis?
?Y eso de convertir la crisis en ¡°oportunidad¡±, como publicitan muchos? Pues un ejemplo, a menudo c¨ªnico, del potencial de las palabras. De todo lo malo e injusto pueden surgir oportunidades de mejora, pero lo que es seguro es que surgen muchas m¨¢s ocasiones de dolor y miseria. La jerigonza econ¨®mica que nos domina, tan t¨¦cnica y as¨¦ptica, proyecta asimismo algunas virtudes y no pocas sombras: las sombras de todo el sufrimiento que calla y ampara, de todas las iniquidades que causa y promueve.
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