El tipo m¨¢s duro de Lugo
El jefe de la ¡®mafia Carioca¡¯ impon¨ªa con violencia su ley entre los clientes del burdel, atemorizaba a las mujeres tanto como las obsesionaba y criaba a su hija en el club
¡°Las mujeres aman a Ad¨¢n. Es un t¨ªo atractivo, con una risa que tira... maravillosa. Es inteligente, tierno, un encanto. Un hombre que se deja querer, familiar, cercano, bromista, generoso, maj¨ªsimo, y por eso gusta tanto a todas¡±. La que lanza tantas flores al proxeneta acusado de maltrato sin pens¨¢rselo dos veces es Saadia, una vecina de Lugo nacida en Marruecos que trabaj¨® en la prostituci¨®n. Ahora ya no. Ahora ya super¨® todo eso y sufre otras desgracias, pero las cosas de la vida no han cambiado su visi¨®n de Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa Ad¨¢n (Arz¨²a, 1970), el temido jefe del Queen's, que cuando estall¨® la Operaci¨®n Carioca hab¨ªa convertido su burdel en el m¨¢s pr¨®spero de Lugo.
Saadia se presta a hablar con el peri¨®dico porque quiere creer que Ad¨¢n es el chivo expiatorio, pese a que es el hombre sobre el que recaen m¨¢s imputaciones (y m¨¢s graves) no solo entre los detenidos en la Carioca, sino entre todas las figuras que merodean por los sumarios sobre corrupci¨®n que coinciden en el tiempo en los juzgados de Lugo.
¡°Ad¨¢n sigue siendo el mismo chico que aquel que conoc¨ª de portero del Scorpio¡±. Entonces, antes de independizarse y medrar como la espuma, el dur¨ªsimo personaje que describe el sumario trabajaba a las ¨®rdenes de El incre¨ªble, Manuel Manteiga Rodr¨ªguez, hist¨®rico magnate de la noche gallega, detenido a principios de febrero por blanqueo junto a su familia en la Operaci¨®n Hulk.
¡°Su padre descuartiz¨® y quem¨® a su madre¡±, explica su amiga Saadia
Por aquel entonces ya era amigo del polic¨ªa local que luego, presuntamente, se convirti¨® en su socio en el negocio del Queen's, Ram¨®n V¨¢zquez R¨ªo. De hecho, cuando una patrulla fue a detenerlo, acusado de acuchillar en una reyerta a otro hombre en el club O'Pazo hasta dejarle a la vista (seg¨²n uno de los agentes que intervino) parte de un pulm¨®n, se encontr¨® a Ad¨¢n duchado y paseando tranquilo con Ram¨®n en las inmediaciones del Scorpio. ¡°Fue el arresto m¨¢s distendido que vi nunca¡±, recuerda el testigo polic¨ªa. Ram¨®n ¡°le pasaba el brazo por los hombros¡± y le dec¨ªa que no se preocupase por el reloj y el fajo que llevaba encima.
A Saadia le puede la amistad que a¨²n une a su familia con Ad¨¢n, pero sobre todo pesa el recuerdo de aquellas circunstancias en que lo conoci¨®, cuando el hoy recluso empresario del sexo (es el ¨²nico de los imputados en la Carioca que sigue preso desde 2009 porque su libertad provisional se considera arriesgada) ¡°iba a A Coru?a a visitar a su padre a la c¨¢rcel¡±. ¡°A m¨ª eso me venci¨®¡±, reconoce la mujer. ¡°Su padre hab¨ªa descuartizado y quemado a su madre y, a pesar de todo, ¨¦l iba a verlo... Yo, a mi padre, algo as¨ª jam¨¢s se lo hubiera perdonado¡±.
Ad¨¢n ¡°no hablaba nunca de eso¡±. Se cri¨® en un entorno violento y, como pasa tantas veces, ya no se apart¨® del lado oscuro. ¡°Es como es porque est¨¢ donde est¨¢. La noche da much¨ªsimo dinero, pero impone su ley. Tienes vicios porque hay mucho vicio. Y est¨¢s obligado a ser duro, a controlarlo todo, a defender tu negocio¡±, justifica Saadia. Claro que Ad¨¢n, en esto, se emple¨® a fondo, aprendi¨® pronto de sus jefes y se ali¨® con los polic¨ªas (de todos los cuerpos) m¨¢s corruptos y extorsionadores para tejer una red mafiosa que supuestamente traficaba con todo. Con las mujeres inmigrantes y sus derechos de persona, con las influencias, con las armas, con las drogas. Ad¨¢n, recogen las diligencias, ¡°ten¨ªa la mejor droga de Galicia¡± y uno de sus amigos era ?scar Charl¨ªn, segunda generaci¨®n del famoso clan.
¡°Estaba todo el d¨ªa enterrando cosas¡±, asegura un exempleado
La polic¨ªa busc¨® en el Queen's una mujer enterrada. Varias pintadas por la ciudad dieron la pista de la desaparici¨®n, en 2007, de una chica llamada Ana. Los investigadores rociaron con un reactivo especial las paredes de una habitaci¨®n del club y aparecieron manchas de sangre. Siempre se consider¨® al due?o del negocio el principal sospechoso.
Lo mismo que puede permanecer sereno y no mover un m¨²sculo de la cara, Ad¨¢n se transforma en segundos y se vuelve violento. Controlaba el ambiente a trav¨¦s del monitor de su despacho (solo sal¨ªa a ¨²ltima hora para tomar vodkas con zumo de fresa) y si ve¨ªa algo raro saltaba a la arena como un tigre. C¨¦lebre es el episodio en el que sali¨® a perseguir por la ciudad, rifle en mano, a tres marroqu¨ªes. O el tiroteo en el aparcamiento de su otro club, el Colina (en Outeiro de Rei). Otra vez, seg¨²n un testimonio, puso de rodillas a un cliente y le enca?on¨® la frente con una pistola porque por error lo hab¨ªa llamado Marcos (jefe de otro club de la trama), en vez de Ad¨¢n. A otro que protest¨® por el precio de la copa (40 euros) le peg¨® un pu?etazo con su sello de oro y le rompi¨® una botella en la cabeza. A otro m¨¢s le dio una paliza porque acus¨® a sus camareros de robarle la cajetilla de tabaco. Todo esto aparece descrito en testimonios del sumario.
La exmujer lo denunci¨® en el juzgado n¨²mero 3 por malos tratos
Ad¨¢n ten¨ªa varias armas (un camarero del club enumera dos pistolas de nueve mil¨ªmetros, dos escopetas del calibre 12 y un rifle del 22) y sol¨ªa desahogarse acribillando a tiros una furgoneta vieja que hab¨ªa en la parte de atr¨¢s. El mismo empleado, en sucesivas declaraciones sin desperdicio, asegura que el proxeneta ¡°estaba todo el d¨ªa enterrando cosas¡±, y que entre sus tesoros dec¨ªa tener ¡°un arc¨®n enorme lleno de billetes¡± bajo el suelo del gimnasio.
Los tacos de dinero negro estaban por todas partes, los llevaba en el bolsillo, los estibaba en el almac¨¦n, entre las bebidas, bajo la barra. Con estas cantidades hac¨ªa los pertinentes pagos a los polic¨ªas que amparaban sus actividades y planeaba la ampliaci¨®n del negocio con un local en la ruta de los prost¨ªbulos entre Ver¨ªn y Chaves. El Queen's era una m¨¢quina de hacer dinero. Entre este club y el Colina, para el proxeneta trabajaban unas 70 mujeres a las que impon¨ªa multas, por ejemplo, cuando se extend¨ªan con un cliente m¨¢s all¨¢ de la media hora.
Cuentan que el capo era desprendido, que a veces lanzaba el dinero al aire y que, igual que se enzarzaba en una bronca en menos de nada por defender a sus empleados, los traicionaba si ya no le interesaban. Los polic¨ªas le avisaban cuando iba a haber redada y entonces ¨¦l advert¨ªa a las chicas de que al d¨ªa siguiente no fueran por el Queen's. A las ¡°feas¡±, ¡°problem¨¢ticas¡± o que ¡°no rend¨ªan¡± no las alertaba para que las sacrificase por ¨¦l Extranjer¨ªa, asegur¨® a finales de enero el camarero a la juez.
Controlaba el local por c¨¢mara y si ve¨ªa algo raro saltaba a la arena como un tigre
Este hombre recita los seud¨®nimos de una docena de chicas del club que manten¨ªan relaciones sexuales y se drogaban con Ad¨¢n. Esas eran las favoritas. Tambi¨¦n habla de una a la que peg¨® ¡°bofetadas, pu?etazos y patadas¡± hasta cansarse (¡°cuando estaba colocado, era una bestia pegando¡±) y de otra que, tras la paliza, no pudo ir a trabajar en una semana. Esta chica, sin embargo, le ha mandado cartas a prisi¨®n e incluso plane¨® hacerse pasar por la mujer de Ad¨¢n para ir a verlo a Bonxe.
Porque Ad¨¢n ten¨ªa mujer (tambi¨¦n imputada, y que lo denunci¨® en el juzgado n¨²mero 3 por malos tratos) y una hija en com¨²n que es la ni?a de sus ojos. En el juzgado que instruye la causa Carioca, el n¨²mero 1 de Lugo, con la magistrada Pilar de Lara al frente, est¨¢ el v¨ªdeo del bautizo. Entre los invitados, gente de la prostituci¨®n mezclada con agentes del "orden" en compa?¨ªa de sus esposas, como el cabo de la Guardia Civil Armando Lorenzo, tambi¨¦n imputado.
Nada importa m¨¢s al proxeneta que la ni?a que tuvo con su exmujer. Hay testigos que dicen que, en realidad, Ad¨¢n ¡°les ten¨ªa cari?o a todos los ni?os¡± y que intentaba convencer a las chicas para que no abortasen. No obstante, ten¨ªa a mano un ginec¨®logo sin escr¨²pulos ¨¢vido de embarazos no deseados de burdel, que "arreglaba" por 500 euros. El capo, seg¨²n declararon varias testigos, dejaba que su hija se mezclase en aquel ambiente, que durmiese en el club, y luego la peque?a repet¨ªa las frases que o¨ªa a su padre: ¡°?Venga, a trabajar, putas!¡±. En la finca del Queen's, tras la definitiva redada, quedaron aparcados a la intemperie varios juguetes.
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