No cabemos en el aula
"En una clase en donde se acumulen decenas de alumnos, el aprendizaje se volver¨¢ dif¨ªcil por no decir imposible"
En un mundo que cambia, el individuo siempre est¨¢ aprendiendo, reuniendo informaciones y acumulando experiencias. De vigilia: no puede pesta?ear ni dar una cabezada. Va al f¨²tbol y aprende. Va al hospital y aprende. Va a la Consejer¨ªa de Educaci¨®n y, aunque parezca incre¨ªble, aprende. Impresiona cu¨¢nto llegamos a saber. En estas circunstancias hay que tener mucha cabeza.
En todo lugar se aprende, s¨ª, pero hay ciertos espacios en donde la ense?anza a¨²n se practica de manera especial: el aula. All¨ª hay j¨®venes a los que se ense?a y hay docentes que transmiten conocimientos. En una clase en donde se acumulen decenas de alumnos, el aprendizaje se volver¨¢ dif¨ªcil por no decir imposible. Eso es lo que parece haberse propuesto la Consejer¨ªa de Educaci¨®n para los cursos venideros: aumentar el grader¨ªo, el n¨²mero de estudiantes por clase, hasta un punto insoportable.
Ya que estamos en la Eurocopa es f¨¢cil imaginar la respuesta de la consejer¨ªa: si a los estadios se va en masa para ver a los maestros del f¨²tbol, capaces de meter un gol con la cabeza, tambi¨¦n los muchachos podr¨¢n amontonarse en el aula para desarrollar sus respectivas cabezas: del virtuosismo siempre aprende aunque haya muchos espectadores. Se puede equiparar la clase a un estadio. Pero yo prefiero compararla a un quir¨®fano de campa?a.
Imaginen una batalla. Se instala un hospital. Imaginen que el quir¨®fano no est¨¢ esterilizado por carecer de medios suficientes, por los recortes. Con eso ha de apa?arse el cirujano. ?Qu¨¦ es lo que exigir¨¢ el soldado que ha de ser intervenido? Que conserve la cabeza fr¨ªa. ¡°Se?or, antes de manosearme, le pedir¨ªa que mantuviera limpia la sala. Le pedir¨ªa tambi¨¦n que evitara la presencia de todo ese gent¨ªo; que haya pocas personas mientras usted me abre y me quita la metralla¡±. El cirujano, sensatamente, le dir¨¢ que s¨ª: que aunque las condiciones no sean las mejores hay que procurar tener pulcro y despejado el quir¨®fano. Con poca gente.
Un instituto o un colegio no son estadios de f¨²tbol con masas vociferantes. El aula es como un peque?o hospital en el que todo ha de estar silencioso y aseado. ?Para qu¨¦? Para que el cirujano obre limpiamente; para que los pacientes sanen y se fortalezcan. Ya s¨¦ que la comparaci¨®n que he hecho es odiosa, que los estudiantes no son enfermos y que los docentes no sajan. Pero la Consejer¨ªa de Educaci¨®n nos est¨¢ matando: juega sucio. Algunos de sus responsables nos enferman con sus decisiones y encima nos piden que hagamos de tripas coraz¨®n: como los futbolistas, que tras las lesiones enseguida se reponen y dan patadas. No es nuestro caso. Con tanto recorte, en el aula se van a dar de cabezadas: por las estrechuras.
Menudo gol nos han metido, queridos. Pero a¨²n hay tiempo; podemos remontar.
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