Asumiendo las miserias humanas
La fina cantautora de Tijuana conserva predicamento en esta Espa?a de sol y desolaci¨®n
Puede que la cotizaci¨®n de Julieta Venegas haya bajado unos cuantos puntos (aunque no tantos como el Ibex) desde aquel estallido de popularidad y buenas vibraciones que supuso hace seis a?os Lim¨®n y sal. Con todo, la fina cantautora de Tijuana conserva predicamento en esta Espa?a de sol y desolaci¨®n: reunir a casi 1.500 espectadores sin un disco reciente que llevarse a la boca tiene un m¨¦rito incuestionable. Ser¨¢ porque los mensajes l¨²cidos y positivos se agradecen siempre, pero ahora m¨¢s. O porque las piezas de Venegas siguen sonando contagiosas, pero ni un poco prefabricadas.
A la buena de Julieta le cost¨® conectar con el p¨²blico del Circo Price, quiz¨¢ porque ese car¨¢cter retra¨ªdo le hace parecer distante. A falta de empat¨ªa, su mejor baza es el an¨¢lisis singular y desdramatizado de las conductas humanas. Venegas alterna la sorna (¡°prefiero amores plat¨®nicos, consuelo de tontos solitarios¡±) con la desmitificaci¨®n (¡°estoy cansada de las canciones de amor, todos sabemos que la vida nunca funciona as¨ª¡±) y la indulgencia.
Como en Debajo de mi lengua o Lim¨®n y sal, que versan sobre la asunci¨®n de los siempre abundantes defectos propios y ajenos.
Esta disecci¨®n tolerante de las miserias humanas se materializa en m¨²sicas nada rutinarias: pop plet¨®rico que le hace hueco a los aromas aut¨®ctonos, con profusi¨®n de acordeones, alguna trompeta y sagacidades como una ranchera posmoderna (El presente) o un cl¨¢sico de Calamaro (Sin documentos) reinventado en forma de cumbia.
La liberadora Me voy se llev¨® los mayores aplausos, pero Venegas tiene p¨¢ginas a¨²n mejores. Como Ilusi¨®n, la encantadora balada que una mexicana habr¨ªa escrito en el swinging London, o la espectacular Lento, que ahora reinventa desnud¨¢ndola en lo instrumental y enriqueciendo la parte vocal.
Julieta logra un equilibrio muy meritorio entre los ¨¦xitos masivos y el respeto a las minor¨ªas; es una artista de grandes p¨²blicos que consigue no molestar a los disidentes. Y, como nuestros Amaral, puede llenar teatros sin que casi nadie sienta dentera.
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