Una ¡®Aida¡¯ redonda despide a Joan Pons
El Liceo repone el hist¨®rico decorado de Mestres Cabanes con reparto de lujo en el adi¨®s esc¨¦nico del bar¨ªtono
Ha vuelto al Teatro del Liceo de Barcelona Aida. Es la ¨®pera m¨¢s presentada en el teatro de La Rambla y se est¨¢ convirtiendo en marca de la casa con las reposiciones que se han venido haciendo ¡ªla ¨²ltima en 2007¡ª de la escenograf¨ªa sobre papel pintado que Josep Mestres Cabanes realiz¨® para la casa en 1945. Restaurada por Jordi Castells, maravillosamente iluminada por Albert Faura y con elegante vestuario de Franca Squarciapino, esta escenograf¨ªa hist¨®rica permite dos cosas de inter¨¦s: no gastarse dinero en la producci¨®n, cosa muy de agradecer en los tiempos que corren, y sobre todo programar el t¨ªtulo verdiano con una cierta asiduidad, cosa que merece sin duda.
Dice bien Massimo Mila cuando observa que el principal enemigo de esta ¨®pera, musicalmente mucho m¨¢s profunda de lo que habitualmente ha sido considerada, es el espect¨¢culo que siempre ha generado, farragoso muy a menudo hasta ahogar sus altos valores art¨ªsticos. No es el caso de esta producci¨®n, que hoy miramos poni¨¦ndonos los anteojos de la ingenuidad de nuestros abuelos, conscientes de los mentirosos trompe-l¡¯oeil a los que asistimos. En este sentido, realizar algunos cambios de escena a tel¨®n alzado, descubriendo todos los trucos, es un acierto de la versi¨®n revisada que deber¨ªa repetirse m¨¢s, a fin de evitar los tres entreactos, a todas luces excesivos.
Pero esta operaci¨®n de restituci¨®n hist¨®rica no tendr¨ªa sentido si no fuera acompa?ada de un reparto art¨ªstico impecable. Pocas veces cabe decir de una Aida que ha salido redonda. Medio grand op¨¦ra francesa, medio drama intimista del mejor Verdi, la propia estructura juega en contra de la homogeneidad: o se acent¨²a el espect¨¢culo, y entonces el conflicto psicol¨®gico queda como un ap¨¦ndice fuera de lugar, o se realza este ¨²ltimo aspecto, y entonces, indefectiblemente, el primero queda como una horterada para consumo de turistas, que por cierto los hab¨ªa, y numerosos, en el Liceo, la noche del estreno (son funciones fuera de abono). Pues bien, pocas veces uno ha dado con una Aida m¨¢s equilibrada que la que ahora propone el Liceo.
?A qu¨¦ atribuir ese equilibrio? Sin duda a una acertada combinaci¨®n de elementos. En primer lugar, a la sobria, cabal direcci¨®n musical de Renato Palumbo, un veterano consciente de la dificultad que esta obra, con sus vol¨²menes orquestales exacerbados, plantea al medio vocal. Estuvo muy fino ponderando esos vol¨²menes, acompa?ando las voces cuando as¨ª lo demandaba el recogimiento y tomando la iniciativa cuando el protagonismo reca¨ªa en las escenas de masas. Excelente ah¨ª el coro, reforzado para la ocasi¨®n por la Polif¨®nica de Puig-reig: se nota que canta con placer esta obra cumbre de la coralidad verdiana.
En el reparto de voces solistas hab¨ªa un poco de todo. La emotividad la pon¨ªa sin duda el bar¨ªtono Joan Pons en el papel de Amonasro, que con estas funciones dice adi¨®s a la escena l¨ªrica. De haber sido turnos de abono, la temperatura de la despedida hubiera subido varios grados. Fue, en cambio, una despedida llena de profesionalidad, acaso la mejor para el bar¨ªtono menorqu¨ªn. Estuvo en¨¦rgico y fuerte, como exige el papel. Se va porque as¨ª lo ha decidido, no porque la voz le expulse de los teatros: as¨ª se despiden los grandes.
El prodigio vino de la mano de la soprano estadounidense Sondra Radvanovsky (Aida), que debutaba en el Liceo. Voz grande y poderosa, no tiene casi ninguno de los defectos que suelen ir asociados: extraordinaria homogeneidad, magn¨ªfico control de emisi¨®n y pasmosa facilidad para appianare. Su Oh, patria mia! del tercer acto fue una lecci¨®n de canto. Le dio buena r¨¦plica su rival en amores Amneris, incorporada por la mezzosorpano h¨²ngara ldiko Komlosi, voz de amplio vibrato, en la tradici¨®n de la parte. En cuanto al tenor italiano Marcello Giordani, empez¨® algo reserv¨®n y fr¨ªo en ese atentado alevoso contra el tenor que Verdi comete poni¨¦ndole Celeste Aida apenas alzado el tel¨®n, pero en los dos ¨²ltimos actos se vino arriba de la mano de Radvanovsky. Completaron el reparto con gusto el bajo ucranio Vitalij Kowaljow (Ramfis) y el tambi¨¦n bajo catal¨¢n Stefano Palatchi (el Rey).
Una Aida para pas¨¢rselo en grande.
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