?Qu¨¦ penita y qu¨¦ dolor¡!
Se admiten en silencio la pena y el dolor de una corrida infame
Imaginen la escena: una tarde de sofocante calor africano; los tendidos, casi llenos; los abanicos, dale que te pego. Seis toros con caritas de ni?o chico, blanditos, mansitos, descastaditos, con poquita clase, (todo en diminutivo), pero bonancibles. Y tres toreros con poquitas ganas, como si fueran fontaneros que acuden a tu casa una tarde de agosto de sofocante calor africano.
Conclusi¨®n: un festejo anodino, sin principio ni final, sin toros ni toreros. Ah, y sin picadores porque los toretes no se picaron, y los del castore?o volvieron a hacer m¨¦ritos (no por su culpa, sino por las circunstancias de la fiesta) para formar parte de un ajuste laboral.
Y el p¨²blico, tan pancho. Mejor dicho, tan generoso, tan educado, tan dispuesto a pasarlo bien entre tanto aburrimiento. Imposible quimera. Pero sin rechistar, sin una mala palabra ni un mal modo, sin una protesta. Bendito y descorazonador p¨²blico. O entiende mucho y acepta la modernidad decadente, o este espect¨¢culo no le importa absolutamente nada.
La verdad es que el festejo de ayer era para molestarse. Los toros de Pereda no deben volver a esta plaza en muchos a?os, aunque el ganadero sea el due?o de esta casa. Carecen de la presencia adecuada, ni ofrecen la casta necesaria, ni la acometividad requerida; nobles, eso s¨ª, pero impropios, incluso, para el toreo que se lleva hoy. Toros inv¨¢lidos, adem¨¢s, y desesperantes en su comportamiento, sos¨ªsimos, sin recorrido, sin clase alguna. Vamos, lo normal en los tiempos que corren. En honor a la verdad, destac¨®, por decir algo, el cuarto, por su embestida codiciosa, y su matador no lo aprovech¨® como el animal requer¨ªa.
El Cid torea muy bien y compone la figura con galanura, pero result¨® fr¨ªo
?Qu¨¦ buen torero es Manuel Jes¨²s El Cid! ?Y c¨®mo ha cambiado en los ¨²ltimos a?os! Quiz¨¢, el tiempo no pasa en balde, y no debe ser f¨¢cil mantener a raya la ilusi¨®n de quien aspira a lo m¨¢s alto cuando ya se otea desde ah¨ª el horizonte.
Su primero fue un torete distra¨ªdo y extremadamente bonancible. Y Manuel Jes¨²s lo capote¨® con suavidad, y con la muleta en las manos mejor¨® su embestida y permiti¨® que el animal se luciera con largura. Pero el torero no fue nada exigente consigo mismo, lo pas¨® despegado, siempre, al hilo del pit¨®n y sin cargar la suerte en ning¨²n momento. Ocurre, sin embargo, que El Cid torea muy bien y compone la figura con galanura, pero todo result¨® fr¨ªo y sin ¨¢ngel. El cuarto embisti¨® con algo m¨¢s de codicia, y lo mulete¨® con la celeridad acostumbrada, perdiendo pasos y de manera destemplada. Y as¨ª, no. Es un gran torero que prefiri¨® pasar de puntillas.
Honor y gloria, sin embargo, para su banderillero Rafael Perea Boni, que clav¨® dos hermosos pares de banderillas al cuarto, de poder a poder, dej¨¢ndose ver, gust¨¢ndose de verdad, y clavando en todo lo alto, Ese p¨²blico silencioso supo ver la grandeza del torero y aplaudi¨® con fuerza.
PEREDA/EL CID, FANDI?O, LUQUE
- Toros de Jos¨¦ Luis Pereda, muy justos de presentaci¨®n, mansos, blandos, descastados y nobles.
- El Cid: pinchazo y estocada (ovaci¨®n); metisaca y estocada (oreja).
- Iv¨¢n Fandi?o: estocada trasera y cuatro descabellos (silencio); estocada tendida (silencio).
- Daniel Luque: estocada y dos descabellos (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
- Plaza de la Merced. 2 de agosto. Primera corrida de feria. Casi lleno.
Tampoco compiti¨® Iv¨¢n Fandi?o. No tuvo lote para el lucimiento, pero tir¨® de experiencia para pasar sin apreturas y a otra cosa mariposa. Tambi¨¦n capote¨® con suavidad a su primero, un animal sos¨ªsimo en el tercio final, con el que el torero estuvo sin estar en ¨¦l, mec¨¢nico, sin alma, como un trabajador que debe cumplir una jornada y la cumple con cierta desgana. Menos recorrido tuvo el quinto, una burra en toda regla, y la gente, ya cansada, le pidi¨® que abreviara y abrevi¨®.
Tambi¨¦n lo intent¨® a su modo Daniel Luque, pero ni tuvo material ni tampoco era su tarde. Una birria era el tercero, tan descastado como los dem¨¢s; con algo de recorrido embisti¨® el sexto, pero ni toro ni torero se entendieron.
En suma, que no hubo toreo, ni hubo diversi¨®n, ni toros encastados, ni toreros heroicos, de esos que se rebelan contra las circunstancias adversas y tratan de sacar de donde no hay. Pero si el cliente no es exigente, para qu¨¦ me voy a exponer, pensar¨¢ m¨¢s de uno. Ah¨ª puede radicar uno de los problemas: nadie se queja, todos admiten en silencio la pena y el dolor de una corrida infame que suena, como m¨ªnimo a una broma pesada, pero doliente para los ateridos bolsillos.
El viernes m¨¢s, el esperado y anhelado mano a mano entre Jos¨¦ Tom¨¢s y Morante de la Puebla. Ojal¨¢ se convierta en un buen recuerdo.
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