Un ¡°s¨ª, quiero¡± del siglo XIX
Los vecinos de un barrio de Zierbena recrean en sus fiestas una boda tradicional vasca El ajuar se exhibi¨® en un carro tirado por bueyes
La campanada que ayer anunci¨® la una de la tarde en la iglesia de San Rom¨¢n, en el barrio de La Cuesta, en Zierbena, coincidi¨® con un t¨ªmido ¡°?Vivan los novios!¡± Poco despu¨¦s arranc¨® de las puertas de la iglesia un cortejo, acompa?ado por la m¨²sica de la trikitixa, que rememoraba una tradicional boda vasca del siglo XIX. Las fiestas del vecino barrio de San Mam¨¦s, en la carretera que lleva hacia la playa de La Arena, incluyeron por vez primera el festejo de la boda tradicional, con banquete incluido al t¨¦rmino de la representaci¨®n.
El cortejo contaba con medio centenar de personas, entre quienes encarnaban a los padrinos, el cura y sus monaguillos, el alcalde, los familiares y el resto de invitados. Como era costumbre en los pueblos vascos de hace dos siglos el ajuar que consegu¨ªan reunir los novios se exhib¨ªa ante los vecinos en un carro. Ayer, una lustrosa pareja de bueyes a la cabeza de la procesi¨®n nupcial arrastraba el carro con algunos muebles, herramientas de labranza, menaje y s¨¢banas, lo necesario para el hogar y el trabajo.
Endika Herranz, de 27 a?os, encarn¨® el novio. Con chaqueta negra adornada con lauburus, pantal¨®n gris de rayas y txapela negra, estaba entregado a su papel de uno de los dos protagonistas. A su lado, Eneritz Laza, de 26 a?os, con falda de flores y pa?uelo marr¨®n cubri¨¦ndole la cabeza, olvidaba por unas horas que es la prima de Endika y se hac¨ªa cargo del papel de novia. Se distingu¨ªa del resto de las chicas que se unieron al desfile porque llevaba un humilde ramito de margaritas, reci¨¦n cortadas en el jard¨ªn de su casa.
Cerca de
Herranz fue uno de los encargados de animar a los vecinos para que se sumaran al festejo. V¨ªdeos de otras representaciones de bodas vascas en pueblos vizca¨ªnos le sirvieron de inspiraci¨®n. A falta de trajes antiguos, adecuaron los que encontraron en los comercios.
Hubo detalles que se escapaban de los l¨ªmites temporales de una boda del siglo XIX. En algunas boinas se ve¨ªan escudos del Athletic y del carro del ajuar sobresal¨ªa una reproducci¨®n del Guernica, de Picasso, a escala reducida.
La representaci¨®n de la boda derroch¨® buen humor y ambiente festivo. Tanto que m¨¢s que seguir con fidelidad los documentos gr¨¢ficos originales o los estudios etnogr¨¢ficos, la boda tradicional se acerc¨® a la parodia cuando lleg¨® el momento de la ceremonia religiosa. Vestido de cardenal, el oficiante no sigui¨® la liturgia del matrimonio, pero hizo re¨ªr a los asistentes. Fue un cardenal, bromeaban los invitados, con el argumento de que ¡°los novios eran gente de posibles¡±.
La celebraci¨®n incluy¨® su obligado banquete. El men¨², elaborado por los vecinos del barrio, estuvo compuesto marmitako y tarta. Y todo el que llegara a la mesa vestido con traje tradicional estaba invitado a comer.
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