El Cal¨ªgula de Catalu?a
Charles d¡¯Espagnac fue un hombre cruel que odiaba las barretinas y el pelo largo
La calle de Ferran tiene aroma de tiempos mejores, de cuando era la mejor y m¨¢s lujosa v¨ªa de una ciudad en plena expansi¨®n comercial y econ¨®mica. Sin embargo, su origen estuvo marcado por una de las historias m¨¢s negras que ha vivido Barcelona. Su protagonista fue Charles d¡¯Espagnac, un oscuro noble franc¨¦s que hab¨ªa sufrido persecuci¨®n durante la Revoluci¨®n Francesa y que hab¨ªa emigrado a nuestro pa¨ªs. Aqu¨ª combati¨® contra sus antiguos compatriotas y se gan¨® una merecida fama de absolutista recalcitrante, llegando a participar en la c¨¦lebre batalla de Bail¨¦n. Pero fue bajo el reinado del tir¨¢nico Fernando VII cuando aflor¨® su verdadera personalidad de asesino demente y dips¨®mano. A pesar de ello, el rey Borb¨®n le concedi¨® el t¨ªtulo de conde de Espa?a.
Estamos en 1827 y los sectores m¨¢s reaccionarios se han levantado contra el monarca por su acercamiento a los liberales. La rebeli¨®n alcanza su m¨¢xima expresi¨®n en Catalu?a, adonde env¨ªan al conde para sofocarla. A pesar de que los cabecillas rebeldes son sus mejores amigos, no duda en ejecutarles, y el rey le nombra por ello capit¨¢n general del principado. A partir de ese momento, su nueva misi¨®n es disciplinar a la ciudad de Barcelona, que en aquel entonces es una de las capitales europeas del liberalismo. A su llegada inicia de inmediato una espiral de muertes y arbitrariedades que har¨¢n temblar de terror a los barceloneses durante los largos cuatro a?os que durar¨¢ su mandato. Instalado en la Ciutadella, sus m¨¦todos tienen el sello de un loco ves¨¢nico. Cada fusilamiento es anunciado con un disparo de ca?¨®n, para que toda la poblaci¨®n se entere. El cad¨¢ver es sacado a la explanada de la fortaleza, donde se deja colgando de la horca mientras el conde bebe constantemente una mezcla de ron y aguardiente, bailando entre los ajusticiados y tir¨¢ndoles de los pies. Una polic¨ªa especial dirigida por un seminarista llamado L¡¯Estudiant Murri vigila cada reacci¨®n del p¨²blico. Su crueldad hace que se le conozca como El Tigre de Catalu?a, deportando a miles de personas y llegando a fusilar a presos a los que previamente hab¨ªa hecho cavar su propia fosa. En una ocasi¨®n manda ejecutar a su caballo porque le ha tirado al suelo.
Fue capit¨¢n general del principado y anunciaba cada ejecuci¨®n con un disparo de ca?¨®n
Al poco de comenzar su gobierno decide abrir expeditivamente la nueva calle de Ferran, un episodio que el escritor Marcel Fit¨¦ contar¨¢ en su novela El carrer dels Petons. Para ello manda al ej¨¦rcito y hace demoler las escaleras de las casas afectadas. A los vecinos los sacan por la ventana, y cuando los padres de familia vuelven por la noche a su hogar, solo encuentran ruinas. Muy pocos podr¨¢n llevarse sus enseres personales. Fernando VII dir¨¢ de ¨¦l: ¡°Est¨¢ loco, pero para estas cosas no hay otro¡±.
Entre sus excentricidades destaca el odio que sent¨ªa por las barretinas, que le recordaban a los gorros frigios de los jacobinos. Prohibi¨® los vestidos ostentosos y los cabellos largos, que estaban de moda. A las mujeres les hac¨ªa cortar las trenzas y aprovechaba cualquier ocasi¨®n para humillar a las muchachas j¨®venes. Fan¨¢tico cat¨®lico, orden¨® cerrar tiendas, panader¨ªas y caf¨¦s para respetar la Navidad. Ni su propia familia escapaba de sus desp¨®ticas decisiones. En una noche g¨¦lida oblig¨® a su hija a hacer guardia toda la noche con una escoba en el balc¨®n del palacio real. A su mujer la arrestaba en un cuartucho que hab¨ªa debajo de las escaleras. Y lleg¨® a despertar a su hijo meti¨¦ndole en la habitaci¨®n una banda de tambores. Mitad borracho terminal mitad demente, solo se sent¨ªa a gusto entre los sacerdotes m¨¢s conservadores de la ciudad.
Est¨¢ loco, pero para estas cosas no hay otro¡±, dijo de ¨¦l el tir¨¢nico rey Fernando VII
Cuando por fin es sustituido por el general Llauder, Barcelona le despide entre insultos y pedradas. Mas la fortuna quiere que, poco despu¨¦s, estalle la primera guerra carlista, en la que el conde de Espa?a se une a los partidarios de Carlos V. Pero sus salvajadas le atraen el odio de sus propios oficiales, que finalmente le asesinan en Organy¨¤ arroj¨¢ndole al r¨ªo Segre con una piedra atada al cuello. Sus restos ser¨¢n arrastrados por la corriente hasta Coll de Narg¨®, donde recibir¨¢ sepultura.
Una historia as¨ª merec¨ªa un ep¨ªlogo. En 1840, un m¨¦dico que est¨¢ de paso por el pueblo soborna al enterrador del cementerio local para hacerse con el cr¨¢neo del famoso arist¨®crata y se lo lleva consigo. A?os despu¨¦s llegar¨¢ a manos del fren¨®logo Mariano Cub¨ª, que describir¨¢ la mente criminal tipo estudiando su cabeza. La reliquia desaparecer¨¢, y cuando la familia del conde decide trasladar sus restos, lo hace con el cr¨¢neo de un desconocido. Finalmente, en 1848 se completa la calle de Ferran hasta la plaza de Sant Jaume.
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