Culturas pasadas por agua y luz
El proceso para declararlo conjunto hist¨®rico pone en valor el trazado de los barrios chelvanos ¨¢rabe, morisco, judio, cristiano, y su relaci¨®n con la huerta y el r¨ªo
Sin llegar tan lejos como el sacerdote Vicente Mares al considerar ¡°muy veros¨ªmil que Ad¨¢n y Eva estuviesen en Espa?a y en los montes de Chelva¡±, en su asombroso libro La F¨¦nix Troyana, lo cierto es que la exuberancia forestal de sus pe?as y barrancos y la gracia hort¨ªcola de esta selva romana mimada por el agua siempre han suscitado elogios. No exageraba Mares cuando hablaba de 360 fuentes en el t¨¦rmino municipal; hay incluso algunas improvisadas por monta?eros en ocultos regueros.Y hasta el mismo Joan Fuster mostr¨® su admiraci¨®n en el libro de viaje El Pa¨ªs Valenciano. ¡°Desde que abandonamos la Huerta de Valencia no hab¨ªa obtenido nuestra vista un regalo tan gentil de la naturaleza¡±, escribi¨®. ¡°Tras la aridez del Camp de Ll¨ªria y de los campos de Villar, Chelva aparece como un oasis riente y d¨®cil¡±, a?adi¨®. No es poco, pero hay algo m¨¢s.
Pistas
Para llegar.? Se accede a Chelva desde Valencia por la llamada CV-35 (Pista de Ademuz), en direcci¨®n al Rinc¨®n de Ademuz, tras pasar Callles. A Chelva, le siguen Tu¨¦jar y Titaguas. Desde Titaguas, por la CV-435 se llega a Alpuente y La Yesa.
Para mojarse. Hay una ruta del agua se?alizada que parte de la Plaza Mayor y discurre por parajes tan singulares del r¨ªo como el t¨²nel excavado en la roca por el que flu¨ªa el agua desde la Presa de Olinches hasta la antigua F¨¢brica de la Luz. Pero la relaci¨®n de Chelva y los municipios circundantes con el agua va m¨¢s lejos, como se comprueba ante el acueducto romano de la Pe?a Cortada, cuyo tramo m¨¢s espectacular es el del barranco de la Cueva del Gato, ya en el t¨¦rmino de Calles. Interesante tambi¨¦n la confluencia del r¨ªo Chelva con el Turia, ya en el t¨¦rmino de Dome?o, as¨ª como el azud de Tu¨¦jar, origen del acueducto de la Pe?a Cortada. Por el recorrido del GR-7 hacia Bercuta se puede acceder tambi¨¦n a los Chorros de Barchel, paraje incluido en el Cat¨¢logo de Zonas H¨²medas, formado por un conjunto de cuevas y cascadas a continuaci¨®n del cual hay un puente colgante sobre el Turia.
Para alojarse. En los ¨²ltimos tiempos se han habilitado casas rurales en los barrios hist¨®ricos, especialmente el Arrabal y Benacacira, pero tambi¨¦n en el Ensanche. Est¨¢ el hostal La Posada en avenida de los Madereros y tambi¨¦n es posible alojarse en la Hospeder¨ªa-restaurante del Remedio, camino del pico del mismo nombre.
Para informarse. Informaci¨®n de Chelva, 962100165, en www.Chelva.es, cechelva.org y lafenixtroyana.es. Para informaci¨®n general de la comarca, www.altoturia.es.
Una buena de forma de mirar ese vergel es dejar la carretera, o avenida de Los Madereros por el oficio que hizo famosos en media Espa?a a los chelvanos como conductores de troncos r¨ªo abajo, y descender hasta la plaza para dejarse caer por la Cuesta de Palacio y asomarse al escaparate del ¡°oasis riente y d¨®cil¡± que se ofrece a la vista. D¨¦jese uno vencer por la ley de la gravedad y tras salir del laberinto y entrar en la vega, ll¨¦guese hasta el r¨ªo Chelva para refrescarse. A tal fin es recomendable la Playeta, mejor no m¨¢s tarde del mediod¨ªa para eludir aglomeraciones, por ser lugar especial para chapotear y jugar a remontar el curso fluvial a gatas, superando pe?as inveros¨ªmiles de inspiraci¨®n rococ¨®.
De vuelta sobre los propios pasos ribera abajo, toca subir por el secano para mirar el pueblo desde el lado opuesto y abarcar con la vista el per¨ªmetro en fase de declaraci¨®n de conjunto hist¨®rico como Bien de Inter¨¦s Cultural (BIC). Atalaya id¨®nea es El Campillo. Desde all¨ª se observan encadenados entre s¨ª y abrazados a la ladera del monte cuatro barrios donde perderse y hallarse entre sombras, frescores y chorros de agua. Dominando el ala izquierda se extiende Benacacira, el barrio musulm¨¢n del siglo XI. Rode¨¢ndolo por abajo, como brazo derecho cuya mano estirada saluda a la iglesia barroca de Nuestra Se?ora de los ?ngeles, se api?an los barrios cristianos. Sobre esa mano, como islote aut¨®nomo que da paso al m¨¢s moderno Ensanche, se estira el Azoque jud¨ªo. Y en el extremo oriental, pegado a la huerta, el Arrabal morisco edificado tras la cristianizaci¨®n de Jaume I. Como recuerdo de tiempos de conversi¨®n, conserva la mezquita medieval valenciana m¨¢s antigua (1370), hoy ermita. ¡°El esplendor de Chelva lo ostenta la Iglesia Arciprestal, que se hizo en el XVII sobre el solar de la peque?a iglesia edificada por Jaume I tras la conquista¡±, acota Manuel P¨®rtoles, director de la centenaria revista local La F¨¦nix Troyana. ¡°Pero la magia de la villa¡±, afina, ¡°se encierra entre los muros de la ermita de Santa Cruz, porque este templo condensa, en el epicentro del Arrabal, todas las culturas que convivieron en este paraje y, hoy es foco de actividad cultural¡±.
En efecto, actualmente es sede de una exposici¨®n con fotos sobre Chelva de autores como Jos¨¦ Aleixandre, Vicente Pe?afort, Manuel Molines o Juan Peir¨®.
Son barrios, con un trazado, seg¨²n se lee en el expediente del BIC, ¡°enigm¨¢tico y sinuoso que se adapta al terreno¡±, como las tres culturas y los 11 siglos de historia que representan. Hay que sumergirse en el laberinto de callejas, portales, pasadizos y replacetas, surcado por regueros de agua y del que se sale a la huerta, al r¨ªo o a la plaza Mayor, para captar la belleza del conjunto urbano. Y se entiende mejor el encanto de esta parte de la Serran¨ªa al reparar la intensa luz que la inunda. Es un cielo di¨¢fano que casi se toca desde el Pico del Remedio chelvano; que se?ala con el dedo el castillo de Alpuente, recuerdo de la taifa del mismo nombre y que, queda al descubierto ante el observatorio astron¨®mico de Aras, adonde se llega pasando por Tu¨¦jar y Titaguas. Un cielo cuya luz administran con sabidur¨ªa secular las calles de Benacacira, el Arrabal y el Azoque.?
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