Los Etxebeste
Leo que con la crisis aumenta el Etxebestismo. O sea, esa forma curiosa de pasar las vacaciones encerrado en casa, pero fingiendo estar en alg¨²n lugar id¨ªlico, como tan graciosamente mostraba la pel¨ªcula Aupa Etxebeste! Que no se note que nos hemos quedado sin blanca, a dos velas, ?con lo que hemos sido nosotros! Se practica, eso s¨ª, por lo general en formas m¨¢s livianas: una exageraci¨®n ante los compa?eros del trabajo, una mentirijilla a la vecina cotilla, una descripci¨®n fantasiosa al envidioso de turno¡ He observado, sin embargo, que el fen¨®meno contrario ¡ªel antiEtxebeste¡ª no es menos habitual: gente a la que le va de maravilla y que se corre unas vacaciones-que-para-qu¨¦, pero que por pudor se las calla o las minimiza ante el sufrido currela o el parado que le pregunta por ellas.
Comoquiera que no pertenezco a ninguna de las dos categor¨ªas, he de confesar que este verano me he quedado en casita, cosa que, como a todos, a veces me gusta y a veces me frustra. Cuando ocurre esto ¨²ltimo y rememoro la delicia de coger un avi¨®n y amanecer ¡ªrenacida, reverdecida¡ª en un nuevo escenario, me entrego a la ducha escocesa de los cl¨¢sicos que nos recuerdan que viajar, lo que se dice viajar, se puede hacer de muchas maneras. Un cl¨¢sico que no falla, que no puede fallar ¡ªlo abras por donde lo abras al azar¡ª es el Libro del desasosiego de Pessoa. Una vida gris de oficinista, que recorre una y otra vez sus cuatro calles, que apenas sale de su c¨ªrculo de h¨¢bitos y rutinas, ?puede acaso ser tan intensa, tan apasionadamente vivida? ?Y tanto!
Pessoa se pregunta qu¨¦ significa viajar, para qu¨¦ sirve. ¡°Cualquier ocaso es el ocaso, no es menester ir a verlo a Constantinopla. ?La sensaci¨®n de liberaci¨®n que nace de los viajes? Puedo sentirla saliendo de Lisboa hacia Benfica, y sentirla m¨¢s intensamente que quien va de Lisboa a la China, porque si la liberaci¨®n no est¨¢ en m¨ª, no est¨¢, para m¨ª, en ninguna parte¡±. Su conclusi¨®n es que para viajar, ¡°basta con existir¡±. ¡°Voy de d¨ªa a d¨ªa, como de estaci¨®n a estaci¨®n, en el tren de mi cuerpo, o de mi destino, asomado a las calles y a las plazas, a los gestos y a los rostros, siempre iguales y siempre diferentes como, al final, lo son todos los paisajes¡±.
Por supuesto, tambi¨¦n recomiendo el Libro del desasosiego a aqu¨¦llos que tengan la tentaci¨®n del Etxebestismo, de guardar las apariencias de un nivel de vida que ya no pueden llevar. Imag¨ªnense c¨®mo epatar¨ªan a su interlocutor si respondieran con Pessoa: ¡°Si imagino, veo. ?Qu¨¦ m¨¢s hago si viajo? S¨®lo la debilidad extrema de la imaginaci¨®n justifica que haya que desplazarse para sentir¡±. Y se quedaran tan panchos sosteniendo que disfrutan como locos observando, en un banco de la calle, el teatro de las gentes, el farfullar del cielo que deriva de un ceniciento p¨¢lido entre verde y azul a un a?il como de capa de mago¡
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