Mi ¨ªdolo.com
Y van siete veces. Al asesino de John Lennon le han vuelto a denegar la libertad condicional. Siete veces en doce a?os. Ahora tendr¨¢ que esperar otros dos para poder pedirla de nuevo.
Por lo que he podido leer, se dir¨ªa que a¨²n le quedan bastantes velas por soplar dentro de la c¨¢rcel. Si hubiera matado al frutero de su barrio, otro gallo le cantar¨ªa, pero ¨¦l quer¨ªa pasar a la Historia y el frutero se le quedaba corto. Era necesario matar a lo grande, matar a una superestrella de m¨²sica y eligi¨® a una a la que adoraba y odiaba, a partes iguales. Fue un crimen ¡°violento, fr¨ªo y calculado¡±, dice la junta que ha decidido mantenerlo en prisi¨®n. Argumentan que ¡°liberarlo ahora socavar¨ªa notablemente el respeto a la ley¡±. Es lo que tiene: pasar a la Historia tiene su precio. El frutero le habr¨ªa salido m¨¢s barato. A¨²n as¨ª, es gracioso que los se?ores de la junta usaran la palabra ¡°ahora¡±. Esa palabra pierde punta, precisi¨®n, al referirse a un hombre que lleva 31 a?os encerrado.
Se han publicado r¨ªos de tinta sobre el asesino Chapman y sus excentricidades. Su devoci¨®n enfermiza por El guardi¨¢n entre el centeno, su singular amistad con esos hombrecillos diminutos que viv¨ªan detr¨¢s de las paredes de su dormitorio y le daban consejos, sus coqueteos con la muerte en varias aventuras suicidas. Era un hombre desequilibrado.
Afortunadamente, casos tan extremos como ¨¦ste no son demasiado frecuentes. De lo contrario, ser una estrella se considerar¨ªa una profesi¨®n de alto riesgo y no habr¨ªa tanta gente haciendo cola para serlo. De hecho, hoy d¨ªa no hay estrella que se precie que no tenga un buen caso de amenazas de muerte o acosadores peligrosos en su curriculum.
Antes, ser acosador era otra cosa, daba mucho trabajo. Ten¨ªa uno que conseguir la direcci¨®n postal personal de su ¨ªdolo, cosa nada f¨¢cil, y despu¨¦s invertir sus buenas horas recortando y pegando letras en un papel para completar el an¨®nimo amenazante. Ten¨ªa uno que tener muchas ganas de amenazar, vaya, y se entend¨ªa que el mensaje era serio y el peligro, real. Ahora, con las nuevas tecnolog¨ªas, esto ya no es lo que era. Cualquiera puede ser acosador porque ya no exige ning¨²n esfuerzo. En cinco minutos, hay acceso directo a trav¨¦s de las redes sociales. Ah¨ª puede uno vomitar tranquilamente toda la basura que lleva dentro: adorar a sus ¨ªdolos acribill¨¢ndolos a mensajes de amor y un minuto despu¨¦s, amenazarlos de muerte si siente que no les han correspondido como se merecen. Pim, pam, pum. Pan comido.
Eva Hache, Santi Rodr¨ªguez o Mar¨ªa Escario saben de lo que hablo. Los acosadores de ahora son de mecha corta, de cabreo r¨¢pido, como exigen los tiempos modernos. Amenazan en 140 caracteres. Lamentablemente, dan el mismo miedo que Mark David Chapman, porque no hay manera de saber si lo que llevan en la mano es un cuchillo o un matasuegras.
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