Goces sin cuento
El picnic nocturno es sin duda invento de nueva creaci¨®n, que puede deleitarse con 'sushi' o aves fr¨ªas
El picnic nocturno es sin duda invento de nueva creaci¨®n. La dificultad de cenar teniendo como techo las estrellas y la luna, alumbr¨¢ndose ¨²nicamente con los destellos de estas m¨¢s los de algunas velas titilantes que nos rodeen, pudo ser po¨¦tico y rom¨¢ntico, pero nada eficaz.
As¨ª lo comprendieron las antiguas generaciones, que volv¨ªan al refugio del hogar tras sus correr¨ªas campestres tan pronto la luz del sol dejaba de iluminar los paisajes, impidiendo de ese modo los sobresaltos que pod¨ªan generar los habituales de aquellos parajes, ya fuesen personas de peligrosos h¨¢bitos sociales, ya se tratase de fieras corrupias.
Pero al alejarse de los peligros tambi¨¦n lo hac¨ªan de los goces que puede proporcionar la belleza nocturna, sea en el mar, sea en una glorieta, sea en el patio o la azotea de una casa. La vista de la infinita l¨ªnea del horizonte, la de los tejados suavemente iluminados, o de las c¨²pulas y torres ¡ªsi existen en el paisaje¡ª recort¨¢ndose sobre el cielo estrellado a la manera de un Van Gogh, pueden producir goces sin cuento si la adornamos con una bebida espirituosa y unas viandas en conjunci¨®n.
Cuando nos encontramos a la orilla del mar parece de justicia que rindamos un homenaje a sus moradores, comi¨¦ndolos cocinados de forma que enaltezca sus ilimitadas virtudes. Podemos tomar alguno de los pescados azules que pululan en las lonjas que a la tarde se producen en los poblados de pescadores, y cocinarlos de esa forma tan cl¨¢sica y sabrosa como es el escabeche, lo cual permitir¨¢ servirlos fr¨ªos y conservados, ya que es bien sabido que los vinagres protegen de la putrefacci¨®n am¨¦n de contrastar divinamente con la carne grasa de que ellos disfrutan: ah¨ª van las sardinas o las caballas, e incluso los atunes y bonitos, guisados con ajos y alg¨²n trazo de puerro o de cebolla, de zanahoria y de laurel, de pimienta y otras hierbas que sean afines al fin perseguido, que no es otro que su liviandad.
Podemos deleitarnos con ensaladas o salpicones de f¨¢cil preparaci¨®n que dar¨¢n mayor sabor al pulpo
Asimismo podemos deleitarnos con alguna de las ensaladas o salpicones de muy f¨¢cil preparaci¨®n y que dar¨¢n mayor sabor al pulpo, y los mejillones, o a cualquier otra menudencia que haya sobrado de la anterior colaci¨®n: patas de bogavante, colas de langosta, gambas y langostinos ya pelados y cocidos¡., sin m¨¢s que acompa?arlos de unos pimientos rojos o verdes, cebollas, tomates y dem¨¢s verduras que convengan, crudas y tersas, finamente picadas, fr¨ªas, con el aditamento inevitable del aceite y del vinagre de calidad.
Y si tratamos de elementos mayores no podemos olvidar a los cangrejos en su versi¨®n gigante, esto es, la que componen centollas y bueyes, por supuesto marinos, cocidos y liberadas sus carnes de las siempre molestas durezas que las sostienen, y envueltas en ricas salsas de mayonesa o de mostaza, jam¨¢s de la llamada salsa rosa.
Aunque tambi¨¦n podemos refugiarnos en esa cocina que nos pertenece casi por derecho propio, y que se fundamenta de forma primordial en el aceite de oliva y el trigo, esto es en la harina que envuelve las cosas antes de fre¨ªrlas, logrando de esa forma bocados redondos y plenos ¡ªcomo si de una c¨¢psula se tratase¡ª que asume cada uno de ellos la capacidad de ser redondo, portando todo el sabor, la primera materia, y el condimento, el adobo y la guarnici¨®n. Nos referimos claro est¨¢ a las croquetas, a las alb¨®ndigas, a todas las masas que rebozan y protegen. Y en caso de pretender salir de nuestros l¨ªmites culturales convengamos que los inventos de sushi y del roll, del nigiri y del maki, del hosomaki y el temaki, y otros cien, nos facilitan la siempre compleja labor de comer hidratos y prote¨ªnas todo en uno, en un completo men¨² apto para todos los p¨²blicos. Claro, que solo en el momento que hayamos logrado aprender unas m¨ªnimas nociones del idioma japon¨¦s.
Mientras que si la velada es ciudadana parecer¨¢ igual de acertado que nuestros intereses se decanten por las aves fr¨ªas, que tambi¨¦n podr¨ªan ser en escabeche o bien asadas y cubiertas de gelatina, aprovechando solo aquellas extremidades del animal que puedan tomarse con los dedos, sin necesidad de instrumental, para que tengamos la ilusi¨®n de vida rural y que nuestra terraza es un campo donde florecen las antenas.
Para beber, algo helado, vino blanco, o alguno de la multitud de c¨®cteles que ha inventado aquella parte del mundo donde el calor es continuo y la salsa solo un baile.
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