Lo que el partido no es
"Yo conf¨ªo en que un partido democr¨¢tico como el socialista no se anquilose con pol¨ªticos previsibles, aprovechados y desp¨®ticos"
Casi no tenemos una provisi¨®n de futuro. El porvenir se presenta incierto, hostil, con un menguado poder adquisitivo, con un consumo magro, por no decir nulo. Con unas expectativas frustradas: con hijos sobradamente preparados que han estudiado en colegios e institutos p¨²blicos, muchachos avispados y resueltos que han determinado buscarse un futuro distinto en geograf¨ªas distantes. Ser¨¢ una experiencia personal, s¨ª; pero ser¨¢ tambi¨¦n un fracaso colectivo.
Mientras tanto, cierta clase pol¨ªtica arraiga, se instala y disfruta de sus cuotas de poder. Por eso se da un desequilibrio que se vive como injusticia y privilegio. Con ello surgen el populismo (¡°todos son igual, todos son lo mismo¡±) y el repudio demag¨®gico de la democracia, de los partidos (¡°no sirven para nada¡±). Cuidado, cuidado.
Un partido empieza siendo una agrupaci¨®n de ciudadanos, de gentes preocupadas con ideas audaces que se organizan para el bien general. Un partido empieza siendo un conjunto de individuos que deliberan, que parlamentan, que tratan con sus convecinos: con ellos se amistan y comercian, con ellos comparten servicios y recursos. Un partido no es un agente extra?o que representa a los de fuera. Es, por el contrario, una iniciativa siempre local por la que los barrios se constituyen. Las municipalidades debaten y toman decisiones: los logros y los da?os son siempre cercanos. Ciertos vecinos que all¨ª residen optan por congregarse, por discutir y por escuchar a quienes tambi¨¦n all¨ª viven.
El Ayuntamiento aprueba medidas que mejoran o empeoran las calles, su higiene o su aseo. Los partidos representados en la instituci¨®n apoyan o se oponen. Pero antes de llegar a la corporaci¨®n, esos partidos son agrupaciones ciudadanas, la conciencia espont¨¢nea de la rectitud, de la honestidad, del dinamismo: lo que el barrio requiere.
Digo todo esto porque estoy pensando en las elecciones internas que el Partido Socialista tiene en este momento: las agrupaciones de distrito han de escoger a los m¨¢s capacitados y han de optar por los que demuestren competencia y experiencia; han de elegir a quienes se entreguen con inteligencia y optimismo. La poltrona no es ¡ªno puede ser¡ª la meta. Yo conf¨ªo en que un partido democr¨¢tico como el socialista no se anquilose con pol¨ªticos previsibles, aprovechados y desp¨®ticos; conf¨ªo en que no se enajene a la ciudadan¨ªa: dicha organizaci¨®n empieza siendo ese grupo de convecinos inquietos de ideas intr¨¦pidas que un d¨ªa decidieron dar lo mejor de s¨ª mismos: compartir y deliberar.
Si las oligarqu¨ªas internas ponen diques, si los fontaneros ciegan el fluido de aquellas ideas, el partido y sus ca?er¨ªas reventar¨¢n. Tras la explosi¨®n no quedar¨¢n supervivientes: s¨®lo un par de concejales mudos y bien nutridos, convidados de piedra.
http://blogs.elpais.com/presente-continuo/
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