Pol¨ªtica e ilusi¨®n
Es dif¨ªcil reconocer al mismo tiempo la actitud de Feij¨®o antes y despu¨¦s del anuncio de la candidatura de Conde
Invariablemente, cuando entramos en un proceso electoral, de repente caemos en la cuenta de que el ciudadano perteneciente a la especie "pol¨ªtico" es en realidad un individuo de la subespecie "candidato". Esta clasificaci¨®n zool¨®gica no es tan sencilla como la de mam¨ªfero-felino-gato: cabe la posibilidad de que "candidato" sea la especie y "pol¨ªtico" la subespecie. Quiz¨¢, m¨¢s que un problema cient¨ªfico, es una cuesti¨®n de percepci¨®n.
La ilusi¨®n a la que hacemos referencia en el t¨ªtulo no es la sensaci¨®n que nos invade cuando compramos loter¨ªa de navidad; se trata, en realidad, del sentido de la palabra utilizado por E.H. Gombrich en su libro Arte e ilusi¨®n: sugesti¨®n, apariencia, representaci¨®n¡ Hay efectos visuales que nos sorprenden porque no conseguimos ver simult¨¢neamente dos realidades aparentes: recuerden la silueta de dos perfiles humanos en negro que, si accionamos un misterioso interruptor cerebral, se convierten en el fondo oscuro de una copa blanca. Aunque tengamos presente en la memoria que la imagen contiene dos realidades distintas, s¨®lo podemos ver la una si prescindimos de la otra: cada espectador escoge la suya.
Este efecto es perfectamente aplicable al personaje Mario Conde y su irrupci¨®n en la elecciones auton¨®micas que se avecinan. Para algunos (los jueces en su momento, por ejemplo) es el banquero tramposo y condenado por el asunto de Banesto; para otros (sin ir m¨¢s lejos Feij¨®o en tiempos m¨¢s recientes) es el tertuliano famoso con prestigio suficiente como para llamarle Don Mario en televisi¨®n; y, finalmente, para sus votantes potenciales es el candidato campechano e ideal de la derecha tras tanto desenga?o como el provocado por el Partido Popular en Galicia y en Espa?a. Dif¨ªcil resulta superponer las tres visiones simult¨¢neamente, como dif¨ªcil es tambi¨¦n reconocer al mismo tiempo la actitud de Feij¨®o antes y despu¨¦s del anuncio de la candidatura de Conde.
Los trucos visuales se suceden en la Historia del Arte y en estas elecciones. Pero no s¨®lo Feij¨®o y Conde echan mano de ellos: la Syriza gallega (sea eso lo que sea y abarque a quien abarque) utiliza por ahora la t¨¦cnica del sfumato empleada por Leonardo da Vinci para difuminar y alejar los paisajes de fondo y dar as¨ª profundidad al cuadro. El votante del 21-O asiste a la campa?a como quien va a una exposici¨®n y as¨ª lo describe con precisi¨®n el propio Gombrich: "La conjetura del observador es lo que pone a prueba la mezcolanza de formas y colores buscando un sentido coherente". El experto en arte y el profano, as¨ª como el analista pol¨ªtico de altura y el votante de a pie, son contempladores activos del cuadro y de los comicios: completan mentalmente lo que no se representa expl¨ªcitamente.
Una manera de solucionar estos problemas es hacer tabula rasa igualando todo lo que aparece ante nuestros ojos. De ah¨ª la pancarta que encabezaba una parte de la manifestaci¨®n del 25-S en Madrid: "Que se vayan todos". Las fuerzas antidisturbios hacen un poco lo mismo: golpean por igual a ancianos, adolescentes y mujeres, y a varones de su misma edad y complexi¨®n, aunque con cierta preferencia por los tres primeros grupos con el a?adido de periodistas para completar la imagen. Es el momento en el que Rajoy se retrata junto a los Obama como si estuviera en uno de esos paneles de feria en los que hay que asomar la cara para hacerse la foto (nada que ver con la pat¨¦tica pero m¨¢s aut¨¦ntica imagen de las Azores con Aznar, Bush y Blair) y aprovecha la romer¨ªa para reclamar Gibraltar, un viejo truco de distracci¨®n.
Visto as¨ª, un cuadro es el equivalente est¨¢tico de un n¨²mero de ilusionismo: en ambos casos nos dejamos enga?ar porque queremos y eso nos produce placer. Aqu¨ª es donde estas elecciones en particular, y el momento pol¨ªtico en general, difieren del arte. Si bien es cierto que hay espectadores (v¨¦ase votantes de nuevo) que se dejan enga?ar porque quieren, tambi¨¦n los hay que lo hacen porque no les queda m¨¢s remedio. Y, por ¨²ltimo, los hay que no se dejan enga?ar, o eso creen. La sorpresa consiste en que, l¨®gicamente, ninguna de las tres subespecies quiere pasar por ilusa ante la sugesti¨®n del truco.
@JulianSiniestro
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