Al abrigo de tu tristeza
Leonard Cohen o el veneno de la melancol¨ªa como abrigo frente a las miserias.

A veces, cuando los d¨ªas se tornan aciagos, solo un aporte adicional de tristeza puede servir de revulsivo. Leonard Cohen volvi¨® a obrar anoche, en un repleto Palacio de Deportes, el milagro de la homeopat¨ªa: el veneno de la melancol¨ªa como abrigo frente a las miserias. El maestro sabe que casi todas las batallas est¨¢n perdidas, pero alza, orgulloso, su figura arrugada para oficiar una ceremonia tan vieja como trascendental. Superados con creces no dos cuartos de siglo, sino tres, el caballero de sombrero borsalino nos cobr¨® un dinero importante por sus valiosas canciones, pero regal¨® una sobrecogedora lecci¨®n de dignidad. And¨¢bamos mustios, Leonardo, as¨ª que nunca sabremos c¨®mo agradecer que nos doblegaras con la profunda gravedad de tu canto. Nos lo aclaraste ya en la segunda canci¨®n: ¡°He visto el futuro, hermano, y es un crimen¡±. Y en la siguiente, Bird on a wire, que interpretaste arrodillado, encogido como en una plegaria abisal. Y a los pajarillos en el alambre se les encog¨ªan las tripas. Como a ti esa voz lastimada, medio consumida, pero con la sabidur¨ªa que no podr¨ªa aportar ning¨²n jovencito irredento.
Lat¨ªa en el ambiente el recuerdo de aquella velada memorable, tres a?os atr¨¢s, cuando nada esper¨¢bamos ya del anacoreta canadiense y su sobrevenida bancarrota ¡ªbendita sea la cruel desfalcadora¡ª le oblig¨® a retornar a la carretera. Poco ha cambiado. Los m¨²sicos permanecen, Neil Larsen es un sublime organista de Hammond y el la¨²d de nuestro Xavier Mas lo ti?e todo de una mediterraneidad confortable. Pero el poeta ha tenido tiempo de concluir un nuevo ¨¢lbum, Old ideas, de equ¨ªvoca apariencia menor. El misticismo de Amen, con su espl¨¦ndido viol¨ªn pla?idero, y la majestuosa Come healing, bella como una canci¨®n tradicional irlandesa, propiciaron los mejores momentos de la primera parte.
Leonardo ha incrementado su repertorio, pero no deja de visitar, a sus 78 inviernos, tantas p¨¢ginas que le aseguran el pasaporte a la eternidad.¡°Me duelen los lugares con los que sol¨ªa jugar¡±, musita en Tower of song, la jaculatoria que abre la segunda mitad. Y a partir de ah¨ª, una cascada de palabras mayores. Suzanne, Hallelujah, First we take Manhattan. A veces su voz de bar¨ªtono parece no provenir del aparato fonador, sino de las mismas entra?as. So long Marianne, Famous blue raincoat, Take this waltz. Es cierto: alguien que ama a Lorca solo puede albergar belleza en su coraz¨®n. Gracias por darnos buena vida, Leonardo.
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