Recentralizaci¨®n, independencia y pobreza
La crisis hermana a una Espa?a que va a la cola de la eurozona en cohesi¨®n social y una Catalu?a con 2,2 millones de pobres
Mientras el ministro Wert anunciaba su intenci¨®n de catequizar hasta la espa?olizaci¨®n ¨¹ber alles a los escolares catalanes, el Centro de Estudios de Opini¨®n daba a conocer que el 74% de los ciudadanos de la comunidad desean un refer¨¦ndum sobre si quieren o no la independencia. El ruido medi¨¢tico generado por el choque entre recentralizaci¨®n y soberanismo es hasta tal punto ensordecedor que no ha permitido advertir que, poco a poco, bajo nuestros pies se ha abierto una brecha enorme que amenaza con tragarse la cohesi¨®n social. Curiosamente, en ¨¦poca de hechos diferenciales, la Espa?a espa?ola y la Catalu?a catalana est¨¢n hermanadas por unos datos catastr¨®ficos: el empobrecimiento creciente de su poblaci¨®n, lo que deber¨ªa ser motivo de preocupaci¨®n para tanto patriota.
Espa?a es el pa¨ªs con mayor desigualdad social de toda la eurozona. Las organizaciones no gubernamentales se han convertido en suplentes de una Administraci¨®n aturdida que concentra sus esfuerzos en pagar con dinero de todos una deuda engordada por los bancos.
Mientras nos enzarzamos en trifulcas como la de qu¨¦ bandera debe ondear en las escuelas, Eurostat da cuenta de la cruda realidad: en 1,7 millones de hogares espa?oles todos sus miembros est¨¢n en paro y solo el 67% de las personas registradas en las oficinas de empleo reciben alguna ayuda o prestaci¨®n. Espa?a tiene la mayor brecha social entre ricos y pobres de toda la Europa de los 27. Es el pa¨ªs con mayor distancia entre el 20% de la sociedad que m¨¢s ingresa y el 20% que menos. Se debate sobre bancos sist¨¦micos o sobre encajes territoriales mientras la sociedad tal como la conoc¨ªamos se desintegra con celeridad. Y si esto sucede en el conjunto de Espa?a, reduciendo el campo del foco se constata que 2,2 millones de catalanes, un 30% de la poblaci¨®n, viven en riesgo de exclusi¨®n social, asegura una tan concienzuda como preocupante encuesta de la Diputaci¨®n de Barcelona.
Los jubilados catalanes han dejado de ser la principal bolsa de pobreza para pasar a ser poco menos que una potencia. En ¨¦pocas de precariedad, cobrar una pensi¨®n, por menguada que sea, convierte al receptor en un, digamos, privilegiado y en un flotador social para su familia.
Los pol¨ªticos se declaran incapaces de cambiar radicalmente la realidad y de embridar esos mercados en estampida
El panorama se carga de tintes negros. Da la impresi¨®n de que tanto Espa?a en su conjunto como Catalu?a compiten en la deconstrucci¨®n del Estado de bienestar, pero no con la sana intenci¨®n de conocer sus partes para volver a articularlo, sino para convertir sus piezas en inservibles. Los derechos, que no privilegios, que se pierden tardar¨¢n tanto en ser reconquistados que quiz¨¢s no vuelvan. A ello se suma la incapacidad de buena parte de los pol¨ªticos en dar respuesta a los problemas. ¡°Quien me ha impedido cumplir mi programa ha sido la realidad¡±, dijo en un acto de impotencia y sinceridad Mariano Rajoy. Los pol¨ªticos se declaran incapaces de cambiar radicalmente la realidad y de embridar esos mercados en estampida que, como dice el financiero George Soros, votan cada d¨ªa y no cada cuatro a?os como los ciudadanos. Pero muchos pol¨ªticos tampoco mueven ficha para adecentar el patio y que lo que est¨¢ en sus manos funcione de forma ejemplar. He ah¨ª los casos de corrupci¨®n. Y en el terreno de la cohesi¨®n social, los poderes deber¨ªan prestar m¨¢s o¨ªdos a las entidades del tercer sector y dejar de tratar al ciudadano sin recursos o al parado como un presunto culpable de fraude. El Gobierno catal¨¢n, por ejemplo, no puede liquidar en octubre la partida anual de la renta m¨ªnima de inserci¨®n, cuyo recorte fue presentado hace unos meses ante los inversores internacionales como un ejemplo de seriedad en el cumplimiento del d¨¦ficit.
Buena parte de los ciudadanos de Catalu?a han puesto, a juzgar por las encuestas, tanta fe en la opci¨®n independentista como esperanza pusieron las generaciones anteriores en el cambio que deb¨ªa comportar la transici¨®n democr¨¢tica. La realidad es y era terca. As¨ª que podr¨ªa darse el caso de que a la deseada ?taca llegara solo Ulises, porque tal vez los dem¨¢s, como en la Odisea, hayan muerto por el camino.
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