El premio
"Lleg¨® la crisis, y, junto a ella, una nueva hornada de dirigentes europeos desprovistos de memoria hist¨®rica y ajenos al proyecto com¨²n por el que tanto lucharon sus antepasados"
Soy de los que creen que el Premio Nobel de la Paz otorgado a la Uni¨®n Europea es totalmente merecido (aunque pueda decirse que llega con 54 a?os de retraso). Pero tambi¨¦n soy de los que creen que quienes van a recogerlo en su nombre, no se lo merecen.
El Tratado de Roma de 1958 fue uno de esos hitos hist¨®ricos memorables en los que un grupo de dirigentes europeos democr¨¢ticos, hartos de guerrear entre s¨ª durante siglos, fueron capaces al fin de compartir una visi¨®n com¨²n de su futuro y utilizar la Econom¨ªa como un instrumento de paz para conseguirla. Pocas veces en la Historia, la Pol¨ªtica con may¨²sculas, se hab¨ªa impuesto con tanta claridad a los miopes nacionalismos y a los peque?os intereses electorales de los partidos pol¨ªticos gobernantes. Los nombres de Wiston Churchill, Robert Schuman, Jean Monnet, Paul Henry Spaak, De Gasperi, Konrad Adenauer o Spinelli, principales impulsores de aquel magno proyecto, siempre estar¨¢n ligados indisolublemente con el nacimiento de esta nueva Europa de la paz, y como tal debieran ser recordados. Un pol¨ªtico se convierte en estadista ¨²nicamente cuando comienza a pensar en las pr¨®ximas generaciones y no en las pr¨®ximas elecciones, hab¨ªa dicho el propio Churchill, y desde luego, nadie puede dudar de que todos ellos lo fueron.
Espero que a los dirigentes pol¨ªticos de la Europa actual se les caiga la cara de verg¨¹enza en el mismo instante en que el soberano noruego les entregue el galard¨®n.
Pues bien, desde la firma de este primer tratado, hasta la adopci¨®n de la moneda ¨²nica a comienzos de este siglo, el avance de la UE fue m¨¢s que visible, y su ritmo, razonable dentro de las dificultades. Pol¨ªticos de la talla de Jacques Delors, Mitterrand, Helmut Khol, Chirac o Felipe Gonz¨¢lez, fueron entonces los encargados de conducir el proceso y mantener vivo el esp¨ªritu original del proyecto. No defraudaron. En los albores del S XXI, un optimismo moderado reinaba en toda Europa, una vez que ¨¦sta parec¨ªa haber demostrado al mundo entero que otro modelo de crecimiento econ¨®mico m¨¢s civilizado y con mayor cohesi¨®n social, era posible.
Pero lleg¨® la crisis, y, junto a ella, una nueva hornada de dirigentes europeos desprovistos de cualquier atisbo de memoria hist¨®rica y totalmente ajenos al esp¨ªritu del proyecto com¨²n por el que tanto lucharon sus antepasados. La gran Pol¨ªtica que hab¨ªa impulsado la CE hace m¨¢s medio siglo, se hab¨ªa retirado por fin a los cuarteles de invierno, dejando a los ¡°mercados¡± campar a sus anchas, ajenos a las leg¨ªtimas aspiraciones democr¨¢ticas de los ciudadanos, quienes asist¨ªan estupefactos al hundimiento del barco, mientras su capit¨¢n se fumaba un puro en la cubierta a la espera de un rescate que nunca llega.
S¨ª, la Uni¨®n Europea se merece el Premio Nobel de la Paz. Pero quienes debieran recogerlo en su nombre no son los que hoy rigen, de un modo u otro, su incierto destino, sino aquellos que realmente lucharon para que el proyecto europeo fuera algo m¨¢s que un mercado com¨²n en medio de un mosaico de pa¨ªses situados unos junto a otros, y compartiendo un maldito arancel com¨²n. Espero que los dirigentes pol¨ªticos de la Europa actual que acompa?en a Van Rompuy y a Durao Barroso a Oslo, se les caiga la cara de verg¨¹enza en el mismo instante en que el soberano noruego les entregue el galard¨®n. All¨ª estar¨¦ para verlo.
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