Sed de agua
La vecina monta?a de Montju?c estuvo atravesada por acu¨ªferos que dieron lugar a manantiales
Ya se sabe que entre las peculiaridades de nuestro pa¨ªs siempre destac¨® una pintoresca querencia por las fuentes y por el agua. Ferruginosa, sulfatada, diur¨¦tica o con gas, este preciado l¨ªquido ha sido tan valorado por los catalanes como el mejor vino. En un barrio como el Poble Sec tal pasi¨®n parecer¨ªa un contrasentido, pero anta?o la vecina monta?a de Montju?c estuvo literalmente atravesada por acu¨ªferos que dieron lugar a un gran n¨²mero de manantiales.
La ¨²ltima vez que habl¨¦ con la malograda historiadora Valerie Powles (1950-2011), estaba intentando salvaguardar los restos del merendero de la fuente d¡¯en Conna, situada en el torrente de Tarongers. Este entorno es uno de los lugares m¨¢s sugerentes de esta parte de la ciudad, justo al final de Nou de la Rambla, esa extra?a calle que nace en el centro mismo de Ciutat Vella, se convierte en avenida decadente del antiguo barrio Chino y cruza el Paral¡¤lel ya como una v¨ªa empinada y modesta, para morir en el paseo de la Exposici¨®n. All¨ª nos espera una postal que parece sacada de otra ¨¦poca, presidida por las v¨ªas del funicular y por la presencia de un palacete ¡ªHabitaciones BCN¡ª, que es uno de los ¨²ltimos meubles (hoteles para parejas les llaman hoy) que quedan tras la desaparici¨®n de la m¨ªtica Casita Blanca. Justo al lado se ve un angosto pasillo y alguna de las ¨²ltimas barracas que siguen en pie en Barcelona. Sin embargo, no se ve ni rastro de ninguna fuente.
Despu¨¦s de un buen rato sin cruzarme con nadie, pregunto a un par de vecinas por la fuente d¡¯en Conna. A todo el mundo le suena el nombre, pero nadie sabe decirme si todav¨ªa queda alg¨²n vestigio de la fontana desaparecida. La cosa tiene su aquello, si tenemos en cuenta que en sus buenos tiempos fue considerada la mejor de la monta?a. Formaba, junto a las de la Satalia, la Font Trobada y los Tres Pins, uno de los lugares de esparcimiento y ocio m¨¢s concurridos por la clase obrera barcelonesa, donde era costumbre celebrar verbenas y comilonas con la excusa de probar sus aguas ben¨¦ficas y salut¨ªferas. Santiago Rusi?ol la describi¨® a finales del siglo XIX como un balneario jaranero, indicado para dolencias como la gandulitis cr¨®nica y otras enfermedades de la espina dorsal, cuyo tratamiento deb¨ªa ir acompa?ado de unas cuantas copas de licor y de un baile agarrado. Tanto ¨¦xito tuvo, que sus instalaciones se completaron con un chalet-bar y un campo de f¨²tbol. Durante la Primera Guerra Mundial, sus aguas llegaron a embotellarse como ¡°Antigua agua de la fuente d¡¯en Conna¡±, publicitada como un remedio seguro para el tifus y como exquisita agua de mesa ¡°recomendada por eminencias m¨¦dicas¡±.
Los a?os veinte del pasado siglo fueron su momento de m¨¢ximo esplendor, y a la vez el inicio de su decadencia. Cuando en 1927 se inaugur¨® el funicular, el lugar sufri¨® sus primeras modificaciones importantes. El campo daba paso a la industrializaci¨®n y el progreso. No obstante, los adelantos tambi¨¦n trajeron nuevo p¨²blico y en el lugar se instal¨® un elegante restaurante bautizado como La font d¡¯en Conna, que ofrec¨ªa una concurrida terraza, cubiertos a seis pesetas y resopones nocturnos que dieron lustre al establecimiento. La fuente quedaba justo al lado del local, y fue una de las pocas que no fueron clausuradas con la Exposici¨®n Internacional de 1929, aunque pronto termin¨® convertida en un merendero modesto y algo l¨²gubre, que sigui¨® en pie durante varias d¨¦cadas hasta cerrar en fecha indeterminada.
Valerie Powles quer¨ªa saber si el manantial a¨²n segu¨ªa brotando, qui¨¦n sabe si oculto tras un muro. O si, por el contrario, se hab¨ªa perdido para siempre. Quiz¨¢s ser¨ªa bueno averiguarlo.
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