Lo cort¨¦s no quita lo trascendente
La versi¨®n que la Orquesta Sinf¨®nica de Pittsburgh y la masa coral formada por la suma del Orfe¨® Catal¨¤ y su Cor de Cambra, dirigidos por Manfred Honeck, ofrecieron en el Palau de la Sinfon¨ªa n¨²m. 2, Auferstehung (Resurrecci¨®n), de Mahler, fue brillante, imponente, espectacular y premiada con inacabables aplausos por el p¨²blico.
La interpretaci¨®n se benefici¨® del hecho de que Honeck fuera el titular del conjunto. El director sab¨ªa perfectamente hasta d¨®nde pod¨ªa llegar y qu¨¦ pod¨ªa exigir de cada uno, y exigi¨® de todos al m¨¢ximo. La Sinf¨®nica de Pittsburgh, que desbordaba la capacidad del escenario y se desparramaba por los laterales, result¨® una orquesta segura y fiable con muy buen sonido, tanto por secciones como individualmente.
SINFON?A N?M. 2, ¡®RESURRECCI?N¡¯, DE GUSTAV MAHLER
Orquesta Sinf¨®nica de Pittsburgh. Orfe¨® Catal¨¤. Cor de Cambra de l¡¯Orfe¨® Catal¨¤. Laura Claycomb, soprano. Gerhild Romberger, contralto. Manfred Honeck, director. Ciclo de conciertos Palau 100. Palau de la M¨²sica Catalana. Barcelona, 25 de octubre.
El Orfe¨® Catal¨¤ y su Cor de Cambra, instalados en los laterales del ¨®rgano, estuvieron sensacionales y su ataque inicial ¡ªen pian¨ªsimo con el sonido emergiendo lentamente sobre la nota pedal de fondo del horr¨ªsono aire acondicionado del Palau que, al parecer, no hay manera de arreglar¡ª fue impresionante. Las solistas, tanto la mezzo Gerhild Romberger, como la soprano Laura Claycomb ofrecieron tambi¨¦n un notabil¨ªsimo rendimiento.
La direcci¨®n de Honeck abund¨® en el contraste din¨¢mico extremo, con unas crestas atronadoras que convert¨ªan el Palau en una olla a presi¨®n donde faltaba aire para que se expandiera el sonido y unos pianissimi delicados que, en cambio, se beneficiaban de la proximidad, casi intimidad, que el Palau propicia entre m¨²sicos y p¨²blico.
Honeck matiz¨® suave y exquisitamente el ritmo en el L?ndler del segundo movimiento, busc¨® siempre acentuar el colorido t¨ªmbrico y su Resurrecci¨®n, que ya ven¨ªa en sensurround, fue tambi¨¦n en tecnicolor.
Honeck, que hasta entonces hab¨ªa sido cort¨¦s, supo tambi¨¦n ser transcendente en el impresionante movimiento final, que es hacia donde apunta toda la obra. Con todo, a pesar del sentido de trascendencia, no se alcanz¨® aquel punto de misticismo que tiene la Resurreci¨®n de Mahler que s¨ª sab¨ªa alcanzar Franz-Paul Decker en las memorables versiones de la obra que ofreci¨® en la ciudad, las cuales, despu¨¦s de muchos a?os, a¨²n permanecen en la memoria de los que tuvimos la fortuna de escucharlas.
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