Mis tres cu?adas
Natasha, protagonista en la sombra de Tres hermanas, no tarda tanto en aparecer como el turbio personaje de Orson Welles en El tercer hombre, pero su entrada en escena produce un efecto similar. ?Qui¨¦n dir¨ªa que esa termes, prometida de Andrei Pr¨®jorov, va a horadar su casa entera, a poner en cada habitaci¨®n una larva y, ya con todo controlado, a talar los ¨¢lamos protectores para poner flores ornamentales? Natasha es prima hermana del Lopajin de El jard¨ªn de los cerezos: el eje argumental de ambas obras es la desposesi¨®n de los bienes ra¨ªces de sus protagonistas a manos de un usurpador, pero el asunto de Tres hermanas es la fuerza de la inercia: ¡°A Mosc¨²¡±, repiten las Pr¨®jorov, que nunca coger¨¢n ese tren; ¡°Dentro de 200 a?os, la humanidad ser¨¢ feliz¡±, augura Vershinin, pero no se atreve a dar el paso que le llevar¨ªa a serlo junto a Masha.
Declan Donnellan le ha cogido el gusto a trabajar en Mosc¨² y ha hecho suyo un estilo de direcci¨®n muy de all¨ª: sus actores se mueven con sentido coreogr¨¢fico asentado en una tradici¨®n ancestral, la m¨²sica en vivo juega un papel decisivo, los di¨¢logos tienen musicalidad siempre (no hay salto cualitativo entre habla y canto)¡ Su puesta en escena tiene, en fin, empaque eslavo, aunque las im¨¢genes fotogr¨¢ficas que hace proyectar Nick Ormerod, su escen¨®grafo, imponen concreci¨®n excesiva a texto tan evocador. Donnellan cuenta a las mil maravillas el imparable ascenso de Natasha, cuya insidia Ekaterina Sibiryakova lleva al extremo con suma eficacia, y la relaci¨®n entre Masha (Irina Grineva, actriz con una verdad prodigiosa) y Vershinin, un espl¨¦ndido Alexander Feklistov, exultante en su discurso utopista del primer acto y profundamente esc¨¦ptico en el ¨²ltimo, cuando su enamorada se lo hace decir al p¨²blico, que, ya en el futuro al que ¨¦l se refiere, sabe que tales predicciones no se cumplir¨¢n.
La funci¨®n tiene momentos memorables: la pat¨¦tica despedida de Masha y Vershinin; la escena en la que Natasha, emplaz¨¢ndola a echar de casa a la anciana Anfisa, pone a la paciente Olga de Evgenia Dimitrieva en trance de saltarle al cuello¡, pero tambi¨¦n tiene ca¨ªdas de ritmo y escenas sin solucionar satisfactoriamente, como la que abre el cuarto acto, que se hace eterna y queda sucia con tanto paseo arriba y abajo del marido de Masha. En la cadena de montaje de Tres hermanas no puede fallar ning¨²n eslab¨®n: en esta, hay algunos, decisivos, que no mantienen la debida tensi¨®n o que no imprimen a sus personajes la calidad emocional suficiente como para que nos importe verdaderamente su felicidad y su destino.
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