La ¡®Flauta¡¯ radical de Jacobs
La versi¨®n con instrumentos originales del cl¨¢sico de Mozart en el Palau fue contempor¨¢nea
?Aunque parezca contradictorio, as¨ª hay que reconocerlo: la interpretaci¨®n con instrumentos originales ha dado desde la segunda mitad del siglo XX unas lecturas de las obras por las que se ha interesado radicalmente contempor¨¢neas. Es el caso de La flauta m¨¢gica le¨ªda por Ren¨¦ Jacobs. Su operaci¨®n va bastante m¨¢s all¨¢ de una simple restituci¨®n filol¨®gica de la partitura. Lo que ¨¦l recupera con autoridad es el esp¨ªritu de toda una ¨¦poca, y si para ello necesita inventar, pues inventa. Eso s¨ª, siempre sobre una base hist¨®rica profundamente documentada. Jacobs se inventa, por ejemplo, un fortepiano inexistente en la partitura, pero ante el cual sol¨ªa sentarse el maestro concertador en el siglo XVIII. Se sirve de ¨¦l lib¨¦rrimamente en los pasajes hablados, para apuntar melod¨ªas de otras composiciones mozartianas o para anticipar tonadas a modo de leitmotiv, y a la vez lo suma gozosamente y sin complejos al tutti orquestal. No satisfecho, Jacobs a?ade amplios efectivos de percusi¨®n (excelente Marie-Ange Petit en el cometido) para subrayar el aspecto zauber (m¨¢gico) y popular de esta f¨¢bula prerrom¨¢ntica, tan pr¨®xima a los cuentos de los Grimm, por m¨¢s que el libreto de Schikaneder quede lejos de la calidad literaria de los dos hermanos. A?¨¢dase a todo ello el empleo con mucho tino de ornamentos inesperados, as¨ª como de tiempos sorprendentes (inopinadamente ligero, por ejemplo, el del aria de Sarastro In diesen heil¡¯gen Hallen, habitualmente solemne) para dar cuenta de que estamos ante una interpretaci¨®n fresca, nueva y radical de la que en adelante ya no podr¨¢ prescindirse.
LA FLAUTA M?GICA
De W.A. Mozart sobre libreto de E. Schikaneder.
M. Persson, T. Lehtipuu, M. Fink, B. Uyar, D. Schmutzhard, S. Im, K. Azesberger. Akademie f¨¹r Alte Musik Berlin. RIAS Kammerchor. Direcci¨®n: Ren¨¦ Jacobs.
Palau de la M¨²sica
Barcelona, 23 de noviembre
En el reverso de la moneda hay que poner al reparto vocal. Parece mentira que el rechazo del cantabile que ha caracterizado las interpretaciones historicistas imponga todav¨ªa voces tan sumisas, donde la falta de personalidad es a¨²n la t¨®nica para que luzca con mayor brillo el conjunto. Salvar¨ªamos a la Pamina de Miah Persson y acaso al Papageno de Daniel Schmutzhard, pero decididamente el Tamino de Topi Lehtipuu estuvo por debajo del hero¨ªsmo requerido y el Sarastro de Marcos Fink, lejos del aplomo demandado. Una voluntariosa Reina de la Noche (Bur?u Uyar) y un correcto Monostatos (Kurt Azesberger) completaron el cuadro de los solistas. En cambio, el cuadro de conjunto se enriqueci¨® con concertantes trabajados muy a fondo de las tres damas de la noche y del impecable tr¨ªo de geniecillos, integrado por miembros del coro de ni?os de san Flori¨¢n.
Acaso le quede un ¨²ltimo escal¨®n por superar a la interpretaci¨®n historicista: el miedo excesivo al virtuosismo individual, seguramente identificado a¨²n con el gran enemigo rom¨¢ntico que cubri¨® las obras originales con tan ingentes capas de arbitrariedad. In media virtus, como casi siempre.
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