El rigor de las desdichas
"Hay que reconocer que el mayor esfuerzo de Mas ha consistido en mejorar notablemente su altivez y aprender a caminar con cierta majestuosidad"
Se dir¨ªa que Artur Mas ha conseguido cercenar de un solo tajo su objetivo m¨¢s ambicioso, salvo que se tratara precisamente de eso, apuntar para no dar mientras escampa y quedar a la espera de mejor ocasi¨®n para la heroicidad. Peores argucias se han visto, en pol¨ªtica y fuera de ellas. Pero hay que reconocer que el mayor esfuerzo de Mas ha consistido en mejorar notablemente su altivez y aprender a caminar con cierta majestuosidad tal que un emperador romano a fin de ir ganando en estatura as¨ª que pasen cuatro a?os. Algo es algo, aunque ni se sabe lo que se habr¨¢n fundido en tan ardua tarea sus equipos de asesores de imagen, dados al fin los resultados obtenidos, debido tal vez tambi¨¦n a la incertidumbre acerca de si a la figura de Mas le conviene lucir un aire hier¨¢tico antes de que el recuento de los votos le den raz¨®n para adoptar las poses del Imperio. Hay en el resultado catal¨¢n muchas cosas m¨¢s, por supuesto, pero ese ingrediente inoportuno quiz¨¢s ha da?ado tambi¨¦n al candidato, que se ve¨ªa independiente y ahora est¨¢ pendiente de los acuerdos con otros mucho m¨¢s pr¨¢cticos para gobernar. Quiz¨¢s si se hubiera parecido un poco m¨¢s al modesto Adolfo Su¨¢rez¡
O si hubiera siquiera mencionado la crisis que atraviesa Catalu?a, independiente o como en v¨ªsperas de serlo. Ni una palabra sobre la barbaridad del pago de un euro por receta, con lo que no se esquilma al Gobierno central sino a los ciudadanos pobres; nada sobre la ingente y tolerada brutalidad de los mossos; nada tampoco sobre c¨®mo diablos se las iba a arreglar con Bruselas y con todo el mundo si el lunes pasado amanece una Catalu?a independiente; poca cosa sobre los enormes problemas de letra no tan peque?a que ese hecho ocasionar¨ªa, al margen de los ardientes defensores de la idea, y casi nada acerca de c¨®mo instalar sin caprichos en Espa?a un Estado nuevo y de esa naturaleza m¨¢s bien excluyente, es decir, el encaje final, siempre m¨¢s engorroso que el regocijo inicial al verse al frente de algo as¨ª como una nueva era que nace a la sombra de una insoportable profusi¨®n de ERE, desahucios y otras bagatelas sin importancia y como si el proyectado nuevo Estado careciera de esas insensateces y de otras tal vez todav¨ªa m¨¢s desdichadas en la actualidad y posiblemente m¨¢s da?inas en un futuro a medio plazo.
Hay que reconocer el coraje de Mas y los suyos al convocar a votar a los catalanes en semejante tesitura, porque las recetas apresuradas de salvaci¨®n nacional casi nunca salvan nada m¨¢s de lo que hab¨ªa antes, y eso con algo de fortuna, mientras que el descalabro econ¨®mico puede ser de ¨®rdago si no se dispone de instancias constitucionales ajenas a las que cargarle el mochuelo. Artur Mas ha peleado por un cambio pol¨ªtico de mucha envergadura para su pa¨ªs, y para toda Europa tambi¨¦n, sin reparar en sus consecuencias y sin molestarse demasiado en explicar los detalles concretos de su eventual desarrollo. Ha apelado al a menudo agridulce se?uelo quiz¨¢s m¨¢s sentimental que efectivo de la identidad propia y en ello se ha dejado doce esca?os respecto de las elecciones anteriores. La ventaja es que ha abierto as¨ª el Parlamento catal¨¢n a otras fuerzas dispuestas a pactar el futuro gobierno a cambio de que antes se les informe sobre lo que hay de lo suyo. Todo un ¨¦xito, se?or Mas. Y no es broma.
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