Por qu¨¦ Deepseek y Bluesky son las primeras grietas en el poder de la tecnocasta
Quienes han tenido el monopolio de la complejidad ahora han ganado tambi¨¦n la legitimidad que les faltaba
Hace falta sosiego para entender lo que nos pasa. Pero el sosiego es un lujo que no se nos permite. La ausencia de tiempo y de reflexi¨®n se crea de manera artificial, como los debates y los pensamientos preprocesados envasados en un pl¨¢stico argumental que todo lo contamina. El ciclo de noticias de este comienzo de 2025 se parece m¨¢s a un Iron Man que a la vida serena de una vaca viendo pasar el tren. No sabemos si Donald Trump es un erudito en la doctrina del shock, desarrollada por la CIA y entrenada en el Chile de Pinochet, pero no nos ha dado un segundo de tranquilidad desde que jur¨® el cargo sin poner, por cierto, la mano sobre la biblia que una hier¨¢tica Melania, vestida de esposa del Cuento de la Criada, sujetaba indiferente.
A pesar de lo dif¨ªcil que nos lo est¨¢ poniendo Musk con sus altibajos qu¨ªmicos y sus saludos nazis, hay que intentar ser esa vaca paciente que rumia la realidad para entender lo que nos pasa. Y lo que nos pasa no es otra cosa que quienes han tenido el monopolio de la complejidad ahora han ganado tambi¨¦n la legitimidad que les faltaba, autorregul¨¢ndose o dejando de regularse desde los parlamentos y administraciones que han tomado al asalto. Durante a?os, las corporaciones tecnol¨®gicas han mantenido su hegemon¨ªa cultivando una complejidad aparentemente inexpugnable, un laberinto de innovaciones y sistemas que solo ellos pod¨ªan navegar.
Los gigantes del sector han perfeccionado, a lo largo de a?os de dominio incontestado, el arte de crear ecosistemas herm¨¦ticos y altamente integrados que generan una dependencia tecnol¨®gica profunda, tejiendo una red donde el coste de transici¨®n resulta prohibitivo para la mayor¨ªa de los usuarios. Esta estrategia no es solo t¨¦cnica: representa una arquitectura deliberada de poder que hace virtualmente imposible la emigraci¨®n de los usuarios, atrapados en un laberinto digital del que cada vez es m¨¢s dif¨ªcil escapar.
La asimetr¨ªa informativa que resulta de este modelo de control tecnol¨®gico ha alcanzado dimensiones sin precedentes en la historia econ¨®mica. Mientras los monopolios industriales cl¨¢sicos basaban su poder en el control de recursos f¨ªsicos o redes de distribuci¨®n, las corporaciones tecnol¨®gicas han conseguido algo mucho m¨¢s valioso: el monopolio del conocimiento t¨¦cnico necesario para comprender sus propios sistemas. Esta ventaja cognitiva les permite moldear el debate p¨²blico sobre la tecnolog¨ªa a su conveniencia, presentando cada decisi¨®n corporativa como una inevitabilidad t¨¦cnica y cada cr¨ªtica como una amenaza a la innovaci¨®n.
Cuando enfrentan escrutinio regulatorio, despliegan una estrategia de defensa basada en la complejidad: inundan a los reguladores con documentaci¨®n t¨¦cnica impenetrable, argumentan que cualquier cambio en sus sistemas podr¨ªa tener consecuencias catastr¨®ficas imprevisibles, y presentan sus pr¨¢cticas monopol¨ªsticas como requisitos t¨¦cnicos ineludibles para mantener la seguridad y eficiencia de sus servicios. El resultado es un sistema donde el conocimiento t¨¦cnico se ha convertido en la ¨²ltima frontera del poder corporativo, una barrera m¨¢s efectiva que cualquier patente o regulaci¨®n.
Esta instrumentalizaci¨®n de la complejidad t¨¦cnica ha producido una transformaci¨®n fundamental en la naturaleza misma de la regulaci¨®n corporativa. El modelo tradicional de supervisi¨®n estatal, dise?ado para controlar empresas con operaciones f¨ªsicas definidas y procesos empresariales transparentes, se ha vuelto obsoleto frente a corporaciones que operan en un plano de abstracci¨®n t¨¦cnica pr¨¢cticamente inaccesible para los reguladores. Las grandes tecnol¨®gicas han perfeccionado el arte de la ubicuidad regulatoria: pueden prestar servicios simult¨¢neamente en m¨²ltiples jurisdicciones sin presencia f¨ªsica significativa, multiplicando su capacidad de influencia mientras minimizan su exposici¨®n a la supervisi¨®n legal.
Esta deslocalizaci¨®n tecnol¨®gica no es un accidente, sino el resultado natural de una arquitectura empresarial dise?ada espec¨ªficamente para evadir los mecanismos tradicionales de control estatal. El resultado es un nuevo tipo de entidad corporativa que existe simult¨¢neamente en todos lados y en ninguno, capaz de acumular un poder sin precedentes mientras elude sistem¨¢ticamente cualquier intento significativo de regulaci¨®n.
Esta estrategia les ha permitido resistir regulaciones, disuadir competidores y mantener cautiva a su base de usuarios, pero nunca les ha proporcionado la legitimidad que dan las urnas. Los ¨²ltimos a?os han ido llegando la cr¨ªtica leg¨ªtima, las llamadas a la transparencia y los intentos de regulaci¨®n, no solo desde la vieja Europa sino desde el coraz¨®n de su propio pa¨ªs: fiscales iniciando acciones contra tecnol¨®gicas por adicci¨®n de los usuarios, leyes de privacidad, control de acceso a menores a las plataformas y prohibici¨®n de las de porno en algunos estados, y modelos de moderaci¨®n cuasi-editorial costosos y peligrosos, primer paso para establecer una responsabilidad por contenidos. La econom¨ªa de romper cosas e ir deprisa, del fake it ¡®til you make it hab¨ªan pasado a mejor vida. Los hombres blancos al frente de estas corporaciones empezaron una mutaci¨®n f¨ªsica hacia la musculaci¨®n, el pelazo y la misoginia.
Esta deslocalizaci¨®n tecnol¨®gica no es un accidente, sino el resultado de una arquitectura empresarial
La llegada de Trump al poder representa su intento m¨¢s audaz por resolver esta contradicci¨®n: la alianza entre el poder surgido de la complejidad tecnol¨®gica y la legitimidad emanada de las urnas, aunque estas hayan sido sistem¨¢ticamente manipuladas por los mismos algoritmos que ahora buscan su bendici¨®n democr¨¢tica. No estamos ante un simple pacto de conveniencia, sino ante una transformaci¨®n profunda en la naturaleza misma del poder: la fusi¨®n entre una arquitectura de control meticulosamente dise?ada para consolidar el dominio digital y un populismo tecnol¨®gico que promete convertir la opacidad t¨¦cnica en virtud pol¨ªtica.
Este hito marca un cambio fundamental en las relaciones entre verdad, poder y tecnolog¨ªa. Por primera vez, presenciamos una alianza expl¨ªcita entre el poder pol¨ªtico y las corporaciones tecnol¨®gicas que controlan el flujo de informaci¨®n global. Esta simbiosis ha legitimado pr¨¢cticas de manipulaci¨®n informativa que antes se realizaban de manera encubierta, normalizando la intervenci¨®n directa de las plataformas tecnol¨®gicas en el debate p¨²blico y los procesos democr¨¢ticos.
El apoyo de Peter Thiel, la adhesi¨®n carnavalesca de Elon Musk, la timidez c¨®mplice de Bezos desde el Wall Street Journal y el alineamiento posterior del resto de magnates digitales, desde el CEO de Google hasta el siempre discreto Tim Cook, revelan una nueva realidad: los due?os de la complejidad han encontrado por fin la legitimidad que les faltaba en las urnas, prometiendo un retorno al lejano oeste normativo donde las regulaciones se disuelven en el horizonte de la impunidad digital.
El presidente del gobierno en Davos, primero, y en la presentaci¨®n del Observatorio de Derechos Digitales, promete m¨¢s regulaci¨®n sin dar la m¨¢s m¨ªnima pista de c¨®mo vamos a resolver la cuesti¨®n de la complejidad. Abrazarse al bolet¨ªn oficial del estado es el reflejo esperado de un gobierno que ha crecido bajo el paradigma de los sistemas legales nacidos en el siglo XIX, pero solo es fuente de frustraci¨®n. No puedes regular sin entender. No puedes regular para perjudicar solo a los tuyos y no a los que quer¨ªas atar en corto.
No hay nada m¨¢s desactivante que la distop¨ªa, y nada m¨¢s ilusionante que crear utop¨ªas que funcionen como faro de acci¨®n y esperanza. Hay dos ejemplos recientes que demuestran que no estamos condenados a sufrir a la tecnocasta, que la soluci¨®n es la transparencia en el c¨®digo y la descentralizaci¨®n de la infraestructura. En volver a los or¨ªgenes fundacionales de Internet. DeepSeek ha demostrado que los resultados t¨¦cnicos m¨¢s avanzados son alcanzables con una fracci¨®n de la inversi¨®n que las grandes corporaciones tecnol¨®gicas han estado exigiendo, sugiriendo que sus modelos de negocio podr¨ªan estar m¨¢s fundamentados en la especulaci¨®n financiera que en la verdadera innovaci¨®n tecnol¨®gica.
El ¨¦xodo masivo de usuarios desde Twitter hacia Bluesky demuestra que existen alternativas viables al monopolio de la complejidad cuando se prioriza la transparencia sobre la opacidad y las medidas de antitoxicidad frente a la bronca. En ambos casos, su c¨®digo est¨¢ disponible para ser usado y replicado, y sus infraestructuras permiten la descentralizaci¨®n. Cualquiera podr¨ªa montar un DeepSeek o un Bluesky.
La verdadera emancipaci¨®n digital no vendr¨¢ de la mano de pactos entre el poder pol¨ªtico y las corporaciones tecnol¨®gicas, sino de una revoluci¨®n silenciosa que ya est¨¢ en marcha: la del conocimiento t¨¦cnico democratizado, la transparencia radical y el control efectivo por parte de los usuarios. DeepSeek y Bluesky no son meras alternativas t¨¦cnicas; representan las primeras grietas en el muro de la complejidad artificial, demostrando que la supuesta inexpugnabilidad de los sistemas complejos se desmorona cuando la innovaci¨®n real desplaza a la especulaci¨®n financiera, cuando la apertura vence a la opacidad, y cuando los usuarios recuperan el control que nunca debieron perder. En esta nueva batalla por la libertad digital, la simplicidad se revela como el arma m¨¢s poderosa contra la tiran¨ªa de la falsa complejidad.
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