Moliner: el lenguaje y el olvido

En este tiempo, en el que se llama flexibilizaci¨®n laboral al abaratamiento del despido; mobbing al acoso y derribo en el puesto de trabajo; intereses negativos a las p¨¦rdidas del ahorro; y pr¨¢ctica bancaria irregular a la estafa, llamar a las cosas por su nombre es un acto revolucionario. Mar¨ªa Moliner, lexic¨®grafa, escribi¨® en los a?os sesenta, en su casa y con apenas cuatro colaboradores, un diccionario que 30 a?os despu¨¦s segu¨ªa siendo mucho m¨¢s pr¨¢ctico y esclarecedor que el de la Real Academia Espa?ola. Moliner refundi¨® y verti¨® a una forma actual y concisa las definiciones del diccionario de la RAE, suprimi¨® c¨ªrculos viciosos y tautolog¨ªas, orden¨® por familias las palabras de la misma ra¨ªz y anticip¨® la ordenaci¨®n de la Ll en la L y de la Ch en la C.

En El diccionario, Manuel Calzada P¨¦rez pasa revista a una figura prometeica, ¡°autora de una sola obra¡±, como a ella le gustaba decir. ?Pero qu¨¦ obra! Las gavillas de sus fichas ocupaban media casa, ba?era incluida. El autor granadino coge la vida de la Moliner por el final, cuando, paradojas, comenz¨® a perder la memoria, la conciencia del significado de las palabras y, finalmente, sus nombres: ¡°Ha firmado usted Mar¨ªa Molier¡±, le observa el m¨¦dico que la atiende en la ficci¨®n. La comedia valdr¨ªa la pena solo por saber de esta mujer discreta y decidida, pero mantiene adem¨¢s el inter¨¦s dram¨¢tico a trav¨¦s de la extra?a relaci¨®n entre Mar¨ªa y ese m¨¦dico cat¨®lico y prejuicioso, que, tras haber formulado una hip¨®tesis delirante sobre la salud mental de su paciente, se queda mudo cuando recibe en mano los dos vol¨²menes reci¨¦n impresos de una obra que cre¨ªa quim¨¦rica

La Mar¨ªa Moliner de Vicky Pe?a, fr¨¢gil pero radiante, neutraliza con paciencia de taxonomista la soberbia del neur¨®logo, papel a la medida de Helio Pedregal. Las escenas que interpretan ambos, producto en buena medida de la fantas¨ªa del autor, tienen mayor sustancia dram¨¢tica que los di¨¢logos entre ella y su marido (Lander Iglesias), escritos para proporcionar informaci¨®n relevante, no para emocionar. Cumplir¨ªan mejor su funci¨®n dichos a p¨²blico, cada uno desde un lado del escenario.

Calzada cuenta la vida de Moliner mediante saltos de tiempo y espacio, prolijos en ocasiones. Jos¨¦ Carlos Plaza, eficaz director del montaje, pero, sobre todo, Francisco Leal, su iluminador y escen¨®grafo, no consiguen crear un c¨®digo que aclare la dramaturgia con elocuencia, y que resuelva visualmente ciertas transiciones y solapamientos espaciotemporales.