Al galope
Riccardo Chailly, al frente de los cuerpos estables del Palau, mostr¨® la incre¨ªble tensi¨®n que destila la Novena Sinfon¨ªa de Beethoven
La Novena Sinfon¨ªa pudo producir el viernes la impresi¨®n de un caballo al galope cuando, pese a la fuerza y la velocidad, mantiene la belleza y armon¨ªa en sus movimientos. Riccardo Chailly, al frente de los cuerpos estables del Palau de les Arts ¨Cque enarbolaron, antes de empezar, el peque?o manifiesto contra el ERE del recinto-, mostr¨® as¨ª la incre¨ªble tensi¨®n que destila la partitura. Ejecut¨® con los tempi y las repeticiones prescritas por Beethoven, pero la novedad de su lectura no radicaba en eso: las agrupaciones de perfil historicista suelen hacerlo as¨ª.
Lo sorprendente fue el vigor inaudito y continuado que consigui¨® transmitir, vigor latente en la obra desde el primer comp¨¢s y que, presente o en acecho -incluso en los momentos m¨¢s l¨ªricos- permanece siempre dispuesto a aparecer.
La Novena Sinfon¨ªa, sobre todo en su ¨²ltimo movimiento, tiene una estructura que permite bien ese enfoque. Beethoven parece jugar all¨ª a interrumpirse a s¨ª mismo, como Mahler, pero, al contrario que este -constantemente sumido en la duda-, deja sentir con claridad a d¨®nde quiere ir.
Toda esa dial¨¦ctica de pregunta-respuesta, de frases interrumpidas que se repetir¨¢n m¨¢s tarde con una nueva presentaci¨®n, todo ese largo camino hasta el resplandeciente final, se hizo el s¨¢bado con una firmeza y un br¨ªo inusuales. Orquesta, coro y cuarteto siguieron, entregad¨ªsimos, por la tensa ruta que les marcaba el director milan¨¦s.
Novena Sinfon¨ªa de Beethoven
Dirigiendo a la Orquesta y el Coro de la Comunidad Valenciana. Solistas vocales: Rudolf Rosen, Steve Davislim, Julia Bauer y M? Jos¨¦ Montiel. Novena Sinfon¨ªa de Beethoven. Palau de les Arts. Valencia, 14 de diciembre de 2012
Por eso importaron poco los problemas puntuales de alg¨²n solista, la excesiva tendencia hacia el fortissimo de la batuta, la dificultad para plasmar la inmaterialidad que preside el Andante maestoso, o el nerviosismo de algunos m¨²sicos en el primer movimiento. Porque, siempre, los int¨¦rpretes segu¨ªan, fieros y al galope, buscando la hermosa meta del final.
No hubo s¨®lo, sin embargo, energ¨ªa y emoci¨®n. Chailly quiso dar luminosidad al tejido orquestal, de forma que las voces interiores quedaran bien visibles, en medio del fuego cruzado. Se revelaban as¨ª planos que muchos directores descuidan y que, sin embargo, son b¨¢sicos al contrapuntear las l¨ªneas principales. Molde¨® tambi¨¦n, sabiamente, el fraseo de la cuerda. Con todo ello, algo brusco, quiz¨¢s, y enardecido, Beethoven cobr¨® all¨ª vida una vez m¨¢s.
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