?Marcianos al poder!
Alfonso Vilallonga se da un paseo triunfal en el cinema Mald¨¤ de Barcelona con casi dos horas repletas de referencias musicales, sociales y con un descaro socarr¨®n e hiriente
"Los marcianos dominar¨¢n la tierra¡±, afirmaba con su habitual desparpajo Alfonso Vilallonga hace pocos d¨ªas. Y como tal marciano a punto de ser coronado, el at¨ªpico cantautor barcelon¨¦s ascendi¨® triunfal las regias escalinatas que conducen a lo que ahora es el Cinema Mald¨¤ de Barcelona (y que encierra entre sus tambi¨¦n regias paredes centenares de historias no siempre conocidas de nuestra historia) y se pase¨® victorioso por su escenario aclamado por su gente. Un paseo triunfal a lo largo de casi dos horas repletas de referencias tanto musicales como sociales y de un descaro socarr¨®n e hiriente.
?Sin duda, Vilallonga es un marciano rompedor ca¨ªdo en un panorama musical bastante adocenado pero lo curioso es que su p¨²blico de marciano y de rompedor tiene bastante poco. La media de edad que llenaba el Mald¨¤ en la noche del s¨¢bado sobrepasaba en mucho el medio siglo y los signos visibles no eran preciosamente de la saga de lo indignados.
ALFONSO VILALLONGA
Cinema Mald¨¤
Barcelona, 15 de diciembre
La nueva propuesta de Vilallonga, Mald¨¤ State, parte de su anterior espect¨¢culo, Coraz¨®n lengua, pr¨¢cticamente con los mismos m¨²sicos y con una similar propuesta esc¨¦nica en la que se mezclan algunas canciones recientes con otras ya conocidas. Dispuesto a cargar contra todo, Vilallonga se lanza a hablar de amor, de pol¨ªtica, de independentismo y de cualquier cosa que se cruce por su sinuoso e intrigante camino y lo hace mezclando mala leche con una musicalidad expansiva, que le puede llevar de Jacques Brel a un mariachi con pasmosa naturalidad. Sus canciones est¨¢n tan repletas de referencias h¨¢bilmente buscadas que hasta suenan conocidas lo que le permite dejar en libertad su enrome poder¨ªo esc¨¦nico y devorarlo todo.
Vilallonga no posee una gran voz pero domina el escenario como pocos: cantando, hablando, tocando el piano, el ukelele o la guitarra o mezclando poes¨ªa con cinismo en un totum revolutum que duele y provoca la risa. A su lado sus cuatro espl¨¦ndidos m¨²sicos cumplen su papel a la perfecci¨®n, desde la seguridad inalterable del contrabajo de Jordi Gaspar hasta las expansivas demostraciones del maestro Pep Pascual con sus juguetitos (y tambi¨¦n con el clarinete, el saxo tenor y esta vez con la tenora).
Probablemente la proclama de independencia total, personal e intransferible que Alfonso Vilallonga quiere transmitir con su Mald¨¤ State no sea tan provocadora como parece (ya se sabe que en estos tiempos que corren la realidad supera a la ficci¨®n) pero su nueva propuesta esc¨¦nica vuelve a ser un hito para todos los que buscan emociones esc¨¦nicas fuera de la norma. Si Vilallonga es un marciano el grito de guerra est¨¢ claro: ?Marcianos al poder!
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