Un mundo maravilloso
"Estamos arruinados, pero a¨²n quedan a nuestro alcance algunas parcelas extraordinarias de la realidad en las que podemos mantener a raya al enemigo"
Cada uno tendr¨¢ sus propias ideas sobre el asunto. Pero mi opini¨®n es que ¨¦stas no van a ser unas Navidades simp¨¢ticas. Sin paga extra, ni mula ni buey, ni Reyes Magos de Oriente, h¨¢ganse una composici¨®n de lugar. A d¨ªa de hoy nadie tiene la menor idea de cu¨¢nto puede durar todav¨ªa la crisis, ni cu¨¢ndo se va a acabar el mundo si resulta que lo de los mayas es solo un peque?o error de c¨¢lculo. El Apocalipsis siempre ejerci¨® una poderosa atracci¨®n sobre la imaginaci¨®n de los mortales en t¨¦rminos matem¨¢ticos. Pero ya se sabe que la aritm¨¦tica como la econom¨ªa es una fantas¨ªa salvaje. Un desprop¨®sito de tomo y lomo. Imag¨ªnense un gobierno que se dedique a saquear a los ciudadanos para darle el dinero a los bancos, un juez que deje escapar a Al Capone por la puerta de atr¨¢s con el bot¨ªn de nuestros ahorros, un ciudadano al que le den voto por liebre. Hay ¨¦pocas as¨ª, en que la realidad se parece a las canciones que cant¨¢bamos de cr¨ªos en las excursiones escolares donde por el mar corr¨ªan las liebres y por el monte, las sardinas. Y es que las mentiras oficiales siempre acaban por devolvernos a los s¨®tanos de la Historia. Ser¨¢ por eso que Espa?a empieza a parecerse a un pa¨ªs que ni siquiera ha superado el franquismo, con ministros que hacen con los dedos esas infames comillas en el aire, polic¨ªas torturadores que son indultados y pol¨ªticos corruptos que salen de la c¨¢rcel de rositas, santigu¨¢ndose como frailes franciscanos. Tiempo de miserias y perplejidades. Uno pone la radio y se echa autom¨¢ticamente las manos a la cartera.
Pero miren por donde, a lo mejor la maldita crisis nos sirve para perder de vista por una temporada a la marabunta de nuevos ricos que por estas fechas cruzaba los sem¨¢foros atiborrada de bolsas del Corte Ingl¨¦s, embistiendo a los incautos con una prisa loca como si no existiese un ma?ana. Tampoco creo que esta Navidad nadie vaya a echar mucho de menos las horrendas corbatas de Pap¨¢ Noel, ni los relojes de gama alta, ni el estuche de colonia y after shave empaquetados a pie del ¨¢rbol con el tiquet de devoluci¨®n incorporado.
Puede que descubramos que existe otra clase de regalos. Ya s¨¦ que estamos sin un duro, pero aunque no lo crean, todav¨ªa quedan unas cuantas cosas que se pueden hacer sin pagar el 21% de IVA. Pocas, la verdad, pero merecen la pena. Por ejemplo, conducir por una carretera de pinos hasta un pueblo con plaza y caf¨¦, de ¨¦sos en los que al abrir la puerta de la calle entra una r¨¢faga de aire y uno se puede encontrar a los amigos de toda la vida; pasarse una tarde entera barnizando un fuerte comanche en el trastero del garaje; volver a ver Las cuatro plumas en el sof¨¢ rodeado de la tribu con vino y tabla de quesos; escuchar por en¨¦sima vez What a wonderful world, sin cre¨¦rselo en absoluto, naturalmente; leerle a un ni?o un cuento de los hermanos Grimm a la luz de la mesilla de noche. E incluso, si me apuran, llegar en Nochebuena de puntillas hasta la caba?a solitaria con el buey y la mula de aquel valle lejano de musgo y nieve que sol¨ªamos visitar en la infancia como en el poema de Thomas Hardy.
Estamos arruinados, pero a¨²n quedan a nuestro alcance algunas parcelas extraordinarias de la realidad en las que podemos mantener a raya al enemigo. Imag¨ªnense unas Navidades sin cena de empresa, ni pelea de cu?ados, ni burbujas de Freixenet. Solos en el mundo, como quien dice. Una mesa en la cocina, un mantel blanco, dos copas y la ventana llena de estrellas. El futuro al fin y al cabo siempre ha sido una inc¨®gnita.
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