El dinero como patria
¡°Se trata de normalizar que los que tienen m¨¢s paguen menos y que los asalariados carguen con el peso de la crisis"
El presidente Hollande anuncia una subida de impuestos a las rentas m¨¢s altas, es decir, a los m¨¢s ricos. Y algunos distinguidos franceses hacen saber que se van con sus dineros a otra parte. Entre ellos, Gerard Depardieu, uno de los m¨¢s populares actores franceses. No es nada nuevo: la lista de artistas y deportistas con domicilio en para¨ªsos fiscales es inacabable. Estrellas del deporte, con domicilio en Montecarlo o en Ginebra, por ejemplo, corren a adornarse con la bandera cuando consiguen un triunfo y juran por la patria con el orgullo pastoso propio de todo nacionalista. La gente aplaude: poco importa que hayan negado, al pa¨ªs que tanto quieren, la parte de sus dineros que la redistribuci¨®n fiscal exige. Movimientos de dinero, como los que ahora se vislumbran ¡ªy se magnifican¡ª en Francia, los hubo tambi¨¦n en los a?os 80, cuando Fran?ois Mitterrand lleg¨® a la presidencia de la Rep¨²blica. Con una diferencia sensible: los que ahora cambian de pa¨ªs porque su ¨²nica patria es el dinero, alardean de ello. Los que lo hicieron entonces fueron m¨¢s discretos. En aquellos tiempos, este tipo de conductas eran objeto de reproche social y moral, despu¨¦s vinieron los a?os de la apoteosis del dinero y la riqueza y, como escribe el economista Daniel Cohen, ¡°el hombre moral abandona la sala, cuando el homo economicusentra¡±. Pero ya entonces, gan¨® el dinero: Mitterrand cambi¨® de pol¨ªtica.
En su acelerado viaje del PP a Esquerra, CiU se ha visto obligada a aceptar una serie de subidas de impuestos para la aprobaci¨®n del presupuesto de 2013. Depardieu se ha incorporado al debate pol¨ªtico y social catal¨¢n. Desde las organizaciones empresariales, su nombre ha sonado como advertencia: si sube la presi¨®n fiscal tendremos el efecto Depardieu. Lo hacen con toda impunidad. Sabedoras probablemente de la confusi¨®n que hay en esta materia en una opini¨®n p¨²blica que se mueve entre dos sentimientos: la injusticia de que todo el peso de la crisis caiga sobre las clases medias y los asalariados, y la presunci¨®n ¨ªntima de que si tuvieran dinero quiz¨¢s ellos tambi¨¦n se ir¨ªan a otra parte. Son muchos a?os de o¨ªr machaconamente que el dinero es lo ¨²nico que importa. Es la tiran¨ªa neoliberal, como la llama Tzvetan Todorov, que ¡°se caracteriza por una concepci¨®n de la econom¨ªa como actividad completamente separada de la vida social, que debe escapar al control pol¨ªtico¡±. El chantaje ha sido pronunciado: si suben los impuestos nos vamos a otra parte. En la medida en que la sociedad no reacciona, en que impera la comprensi¨®n y la resignaci¨®n, el poder empresarial no se siente intimidado y utiliza la circunstancia para dar naturalidad al efecto Depardieu. Se trata de normalizar que los que tienen m¨¢s paguen menos y que los asalariados carguen con el peso de la crisis. La vida colectiva reducida a la relaci¨®n de fuerzas econ¨®mica: la patria es el dinero. Cuando el gobierno del PP ¡ªun gobierno que est¨¢ estrangulando econ¨®micamente la investigaci¨®n en Espa?a¡ª se vanagloria de que el pa¨ªs est¨¢ ganando competitividad, simplemente nos est¨¢ diciendo que la gente acepta trabajos por mucho menos dinero y en muy peores condiciones. Esta es la idea del ¨¦xito propia de los tiempos que corren.
Siendo grave la impunidad con que se consagra como modelo de virtud el caso Depardieu, me parece tanto o m¨¢s preocupante el discurso acad¨¦mico que justifica el chantaje fiscal por la realidad del mundo globalizado. El mundo del siglo XXI es as¨ª, dicen. El dinero se mueve y el que no le da facilidades lo pierde. No se pueden subir determinados impuestos porque provocan efectos desbandada. Es la consagraci¨®n pseudocient¨ªfica del patriotismo del dinero. No hay nada hacer. La realidad es la que es. S¨®lo que, por ejemplo, si Europa que, tanto habla de uni¨®n fiscal, tuviera como una prioridad la homogeneizaci¨®n de las pol¨ªticas impositivas, por lo menos en el ¨¢mbito europeo, ser¨ªa imposible la competencia fiscal entre estados, y a Depardieu no le bastar¨ªa con irse a un kil¨®metro de Francia. Pero algo tan elemental no est¨¢ en el orden del d¨ªa, como tampoco lo est¨¢ una pol¨ªtica conjunta contra el fraude.
Como escribe Quim Brugu¨¦ en ?s la pol¨ªtica, idiotes!, el dominio intelectual de las escuelas de la elecci¨®n racional ha instalado la creencia de ¡°la superioridad del mercado sobre el Estado, (¡) de la econom¨ªa sobre la pol¨ªtica¡±. Y ante ella todo es posible. Incluso que los patriotas del dinero pasen como h¨¦roes nacionales. Todo por la ganancia. S¨¢lvese quien pueda, la sociedad y el bien com¨²n no existen.
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