Muere en Madrid la cig¨¹e?a que ayud¨® a trazar las rutas migratorias
Max era el ave del mundo que m¨¢s tiempo hab¨ªa portado un transmisor Nacida en Suiza, pasaba el invierno desde hace cinco a?os en Espa?a
Una hero¨ªna an¨®nima de la ciencia ha fallecido. Aunque no tan an¨®nima. La cig¨¹e?a Max,?de 13 a?os de edad, era una eminencia en Suiza. El martes, despu¨¦s de que su centro de seguimiento de Friburgo hubiera detectado que su se?al se encontraba detenida sobre las mismas coordenadas desde hace d¨ªas y que la temperatura interna del transmisor hab¨ªa descendido, avis¨® a la Sociedad Espa?ola de Ornitolog¨ªa. Un grupo de investigadores se acerc¨® al punto que marcaba el sat¨¦lite insistentemente, a unos 20 kil¨®metros de Madrid, al este de Pinto y Valdemoro, y se encontr¨® con el cad¨¢ver del animal, pionero del seguimiento remoto de aves.
Blas Molina form¨® parte de esta f¨²nebre expedici¨®n. Junto a la mochila transmisora yac¨ªan los restos de la viajera. ¡°Encontramos solo el pico, las alas y restos del esqueleto limpios de m¨²sculo¡±, cuenta con admirable entereza. Los carro?eros hab¨ªan devorado todo, insensibles al material heroico que estaban mascando. Por no quedar no quedaban ni restos de plumas que dieran pistas de las razones de la muerte. Las cig¨¹e?as blancas llegan a vivir por encima de los 30 a?os, por lo que todo apunta a que el caso de Max fuera un accidente. ¡°Si hubi¨¦ramos encontrado plumas quemadas podr¨ªamos concluir que ha sido un choque con un cable de alta tensi¨®n¡±, prosigue Molina. Pero todas las huellas del crimen hab¨ªan sido meticulosamente ingeridas.
El museo de historia natural de Friburgo anunciaba el deceso con toda clase de exclamaciones de dolor y apuntaba acusador a la cercan¨ªa a apenas 100 metros de l¨ªneas de alta tensi¨®n con las que el animal pudo tropezarse al ir o volver al Parque Este de Madrid. Las aportaciones de Max a la ciencia no han sido pocas. Nacida en mayo de 1999 en Avenches, el 5 de julio del mismo a?o le colocaron un localizador Argos solar. Ning¨²n animal del mundo ha sido seguido tanto tiempo con uno de estos ingenios, entre otras cosas porque la tecnolog¨ªa de esa ¨¦poca a¨²n era muy pesada. Solo p¨¢jaros grandes y fuertes como Max, por encima de los tres kilos, pod¨ªas remontar el vuelo con el Argos a la espalda. Esas limitaciones hoy han sido superadas y, como cuenta Molina, los transmisores son tan peque?os que incluso los admiten los vencejos. Pero Max fue una pionera. En sus ¨¦pocas de migraci¨®n la cig¨¹e?a lleg¨® a recorrer 500 kil¨®metros en una sola jornada. En total, se ha desplazado m¨¢s de 60.000, recopilando informaci¨®n fundamental para entender las rutas de migraci¨®n. Por ejemplo, Max ha permitido conocer la fecha exacta del comienzo de los viajes, cu¨¢nto duraban estos y a qu¨¦ velocidad se produc¨ªan, c¨®mo cambiaban o dejaban de cambiar de ruta los p¨¢jaros cada a?o¡
Partiendo de Suiza, sus ocho primeros inviernos los pas¨® en Marruecos. A partir de ese momento se produjo un cambio en sus costumbres y convirti¨® Espa?a en su principal residencia invernal. Preferentemente Do?ana y los alrededores de Madrid. Molina explica que esa informaci¨®n ha servido para ratificar lo observado por los profesionales: que poco a poco las aves estaban cambiando el sur del S¨¢hara por enclaves m¨¢s cercanos en Europa. Una de las hip¨®tesis para explicar este comportamiento es la subida de temperaturas que se relaciona con el calentamiento clim¨¢tico, pero los cient¨ªficos admiten que la cabeza de las aves es vol¨¢til, incluso la de Max, y que a¨²n faltan evidencias para confirmar esta suposici¨®n. Lo que s¨ª est¨¢ claro es que la cig¨¹e?a era una fija en los alrededores de Rivas Vaciamadrid y el vertedero. El clima le gustaba, disfrutaba de la compa?¨ªa de varios miles de compa?eras de especie y no le faltaba la comida entre lo que aportaban los alrededores de los r¨ªos Manzanaresy Jarama y, sobre todo, el vertedero. Otra de las hip¨®tesis de los investigadores es que la misma basura que daba de comer a Max es la que la haya matado: un dato que invita a la reflexi¨®n.
A pesar de ser una hembra, Max recibi¨® su viril nombre en homenaje a Max Bloesch (1908-1997), el ornit¨®logo que en 1948 reintrodujo en Suiza las cig¨¹e?as. En el pa¨ªs contaba con una inusitada popularidad para los de su especie. En internet se informaba de sus andanzas y ten¨ªa una gran presencia en las escuelas infantiles. Blas Molina lo recuerda: ¡°No le hac¨ªan seguimiento solo desde el museo, sino que estaba encima toda la poblaci¨®n¡±. Por eso, quiz¨¢ para consolarse, los suizos insist¨ªan esta ma?ana en que, si bien Max ha muerto joven, eso no es infrecuente en los de su estirpe. Solo una de cada cinco cig¨¹e?as blancas llega a edad reproductiva en el pa¨ªs. Y Max aprovech¨® bien esa oportunidad: en 2002 tuvo sus primeros polluelos en un enclave id¨ªlico del lago Constanza. Desde entonces cada verano fue puntual a la cita, con una media de 2,8 cig¨¹e?itas por a?o, de nuevo por encima de la media de sus cong¨¦neres (1,7). Sus descendientes y allegados digieren ahora la noticia repartidas por humedales y vertederos del sur de Europa y ?frica.
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