Pastel de cumplea?os
La entrevista con el Rey fue meramente retrospectiva, sin novedades respecto a la Monarqu¨ªa y al futuro de Espa?a
El Rey tiene pocas cosas que contarnos. Y las pocas que tiene que contarnos nos las cuenta con tantas cautelas y sobrentendidos que apenas nos enteramos. El periodista que le entrevista, uno de los dos ¨²nicos conciudadanos suyos que le han entrevistado en sus 75 a?os, tampoco tiene mucho que preguntar: ?c¨®mo se siente?, ?c¨®mo definir¨ªa su ayer, su hoy y su ma?ana?, ?de qu¨¦ se sentir¨ªa m¨¢s orgulloso?,... Y todo por el estilo. Es tanta la deferencia, tantos los cabeceos de asentimiento, que apenas hay una palabra que pueda suscitar atenci¨®n en un intercambio tan inane. Obligadamente, el espectador se entretiene en los detalles. Del despacho donde se celebra, de los rostros y gestos, del tratamiento que se dispensan uno al otro. La sotabarba del Monarca, por ejemplo. La sensaci¨®n de fatiga, de ahogo casi, que hay en su expresi¨®n ansiosa. Esa distancia pronominal borb¨®nica, falsamente campechana, aut¨¦nticamente regia, entre el tuteo y su majestad, incomprensible para el sentido democr¨¢tico de las nuevas generaciones.
Nada se le pregunta y nada se responde sobre lo que m¨¢s interesa, sobre lo ¨²nico que interesa. En primer lugar, sobre los asuntos suyos y de su familia que mayores dolores de cabeza le han procurado: las imputaciones contra el yerno Urdangarin y las repercusiones sobre la esposa, la Infanta y sus hijos, todos ellos en la l¨ªnea sucesoria; la cacer¨ªa de Botsuana y las conjeturas sobre su vida sentimental. Todo tiene su explicaci¨®n, que no justificaci¨®n, pero si se trata de comparecer en p¨²blico ante los conciudadanos no valen los ama?os ni las medias verdades. Si no se puede asumir la explicaci¨®n p¨²blica, como parece el caso, mejor el silencio, o confiar a otros la palabra.
M¨¢s dif¨ªcil de soslayar es que un Monarca de tanto protagonismo hist¨®rico mantenga una actitud tan extra?a respecto a la crisis que afecta al sistema pol¨ªtico e institucional espa?ol, en un momento en que muchos dan por liquidado el consenso constitucional m¨ªnimo para seguir adelante juntos. Sus medidas y escasas palabras sobre la falta de vertebraci¨®n del Estado han sido entendidas como inhibici¨®n casi cobarde por la derecha nacionalista espa?ola y como intromisi¨®n inaceptable por el soberanismo catal¨¢n. Ah¨ª sufre especialmente el Rey de la irresponsabilidad pol¨ªtica que le otorga la Constituci¨®n, de forma que cualquier cosa que diga debe contar, y a efectos pr¨¢cticos cuenta, como avalado por el Gobierno de turno, aunque luego pese sobre su prestigio e imagen.
Nada nuevo que contar sobre s¨ª mismo y su familia, nada nuevo que contar sobre Espa?a. Todo lo otro, sobre la transici¨®n, la generaci¨®n de la libertad, las bondades de su padre y de su hijo, ya lo sab¨ªamos los que lo sab¨ªamos. Los que no lo sab¨ªan, esas generaciones j¨®venes que no votaron la Constituci¨®n ni saben nada del 23-F, estaban esperando, si acaso esperaban algo, que se les hablara del presente y del futuro y no de las batallitas estupendas de esta democracia ¨²nica que nos hemos dado.
El Rey celebrado en la entrevista y en las opiniones de sus compa?eros de cohorte generacional es el que empez¨® a ganarse el puesto y el sustento hace cuatro d¨¦cadas con notable ¨¦xito. Dicha funci¨®n no le corresponde al Monarca venerable y bonach¨®n que respond¨ªa a las preguntas de su cumplea?os, con pretensiones de reivindicar su balance, mantenerse en el cargo y, en una circunstancia bastante dif¨ªcil, sostener la posici¨®n con todo el tacto del mundo para no meter la pata. Todo ello es leg¨ªtimo, pero muy insuficiente. Con este esp¨ªritu defensivo no se garantiza el futuro.
La Monarqu¨ªa constitucional es un instrumento institucional al servicio de la democracia, responsabilidad directa, por tanto, del Gobierno surgido de las urnas. Saben los reyes que deben huir de los consejos y adulaciones de los mon¨¢rquicos. Basta con leer y analizar las glosas y ditirambos de la prensa m¨¢s proclive al culto mon¨¢rquico para percibir que entre unos y otros le han servido al Rey un aut¨¦ntico pastel de aniversario en el peor momento posible.
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