Alisa Weilerstein borda una emotiva versi¨®n del Concierto de Chelo de Elgar
La Tr¨¢gica de Mahler es una prueba de fuego para orquestas y directores
Tras el par¨¦ntesis de las Navidades, la Orquesta Sinf¨®nica de Galicia ha reanudado sus conciertos de abono. En sus atriles, esta semana, el Concierto para chelo, op. 85 de Edward Elgar y la Sinfon¨ªa n? 6, ¡°Tr¨¢gica¡± de Gustav Mahler: uno de esos programas de dura emotividad y enorme duraci¨®n que vienen siendo frecuentes en sus actuaciones.
La obra de Elgar nace de una visi¨®n crepuscular y pesimista de la vida por parte del maestro ingl¨¦s. Alisa Weilerstein la aborda desde una fidelidad a la partitura que trasciende lo filol¨®gico para ahondar en su esp¨ªritu. Los tempi? r¨¢pidos y lentos alternantes en ella no son la habitual sucesi¨®n de momentos tristes y alegres sino una acumulaci¨®n de sentimientos.
Weilerstein muestra su maestr¨ªa interpretativa m¨¢s all¨¢ de los t¨®picos. Como en el moderato del primer movimiento, donde su ricoch¨¦ es mucho m¨¢s que la t¨¦cnica virtuos¨ªstica creada por Paganini para aumentar la velocidad de las notas. Weilerstein se vale de ¨¦l para transmitir una expresi¨®n de inquietud y angustia que resalta el gran dramatismo la partitura, en un crescendo emocional hasta el final de esta que nos aclara por qu¨¦ Daniel Barenboim le propuso grabarlo, tantos a?os despu¨¦s de la referencial versi¨®n de Du Pr¨¦.
La OSG afrontaba una vez m¨¢s la Tr¨¢gica de Mahler, verdadera piedra de toque para orquestas y directores. V¨ªctor Pablo P¨¦rez la toc¨® con los movimientos centrales en orden Andante-Scherzo, seguramente el que el propio autor consider¨® definitivo, inverso al de su estreno. Fue una versi¨®n m¨¢s que digna, brillante por momentos, en la que no faltaron algunos altibajos. Quiz¨¢s el m¨¢s notable fue una cierta falta de tensi¨®n expresiva en las secciones m¨¢s lentas del Andante, alg¨²n solo de trompeta algo desabrido y un notable desajuste entre violines y contrabajos.
Por secciones, todas estuvieron a la gran altura acostumbrada con una calidad sonido envidiable. A destacar, la precisi¨®n y color de la poblad¨ªsima percusi¨®n, el gran empaste de las de cuerdas y algunos momentos del terrible Finale en los que el canto de las violas tuvo un especial color, un timbre muy de madera.
Sobresali¨® otra vez la calidad y emotividad de tantos solos: el viol¨ªn de Spadano, el oboe de Hill, el corno ingl¨¦s de MacLeod, la flauta de Walker, el clarinete de Ferrer o la trompa de Bushnell. Hay que destacar, por lo inhabitual, el canto de la tuba de Jesper B. Nielsen y del contrafagot, un prototipo con el que ?lex Salgueiro logr¨® un soberbio empaste de oscuridades con la secci¨®n de contrabajos, especialmente en el Scherzo.
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