¡°Te vamos a matar. Vete de la calle¡±
La crisis provoca un aumento de la cantidad de prostitutas Las reci¨¦n llegadas encuentran un mundo de exclusi¨®n y violencia
Las dos hermanas aseguran que el mi¨¦rcoles fue la primera vez. Se vistieron en el diminuto piso que comparten en el centro de Madrid, se pintaron frente al espejo y cogieron un taxi hasta Capit¨¢n Haya, una zona de hoteles. Le pidieron al taxista que volviera a recogerlas en unas horas. Luego se colocaron en una esquina, nerviosas, esperando a que un hombre las mirara.
Tres d¨ªas despu¨¦s, el viernes 30 de agosto, dicen que fue la ¨²ltima. Nacieron en la Rep¨²blica Dominicana, pero tienen nacionalidad espa?ola, y el nombre de las dos empieza por la misma letra: G. La mayor, de 53 a?os, fue cocinera hasta que en 2010 perdi¨® el trabajo. La peque?a, de 43, se qued¨® sin su empleo de auxiliar de cl¨ªnica por las mismas fechas. ¡°No lo habr¨ªa hecho si no fuera porque tengo tres muchachos. Me echar¨ªa un novio y ya est¨¢¡±, cuenta. Ella se visti¨® con unos pantalones azules y una chaquetilla roja; su hermana, con una falda negra muy corta.
La presi¨®n de la competencia genera que las mujeres se expongan a m¨¢s peligros
Los problemas empezaron pronto. Una fuerte rivalidad se hab¨ªa trenzado con las 20 rumanas que ocupaban la esquina de Capit¨¢n Haya. ¡°Ya nos hab¨ªan dicho que ten¨ªamos que irnos porque la zona era suya, pero ese d¨ªa se fueron para nosotras¡±, explican las hermanas. La pelea fue brutal. ¡°Me agarraron y me tiraron de los pelos. Me dieron bolsazos, patadas, ara?ones. Me levant¨¦ y corr¨ª, pero me cay¨® el grupo detr¨¢s¡±, cuenta la peque?a. Reconoce que ellas tampoco anduvieron cortas a la hora de defenderse: ¡°Con una navajita que llevaba por si acaso conseguimos quit¨¢rnoslas de encima¡±. Entonces lleg¨® la polic¨ªa, y las hermanas descubrieron algo demasiado tarde: que par¨¢ndose en una esquina hab¨ªan rebasado una l¨ªnea a partir de la que ya no eran igual de ciudadanas; lo suyo era una mera trifulca de putas.
El atestado policial describe ¡°una fuerte pelea entre mujeres¡± que se disuelve al aparecer ellos, dejando a las protagonistas ¡°alteradas¡± y ¡°sangrando algunas de ellas¡±. Los agentes aseguran que las rumanas les contaron que a la una de la ma?ana una de ellas al salir de un hotel hab¨ªa tenido ¡°una discusi¨®n con otras dos mujeres de raza negra¡± porque todas ¡°se dedican a la prostituci¨®n y las dominicanas estaban intentando quedarse con su zona de trabajo¡±. Las declaraciones recogen insultos y amenazas: ¡°Te vamos a matar. Vete de la calle¡±. Algunas de las combatientes presentaban peque?os cortes en las manos o en los muslos de los que culparon a las dominicanas. Ocho rumanas declararon contra ellas y las dos mujeres terminaron en comisar¨ªa denunciadas por agresi¨®n.
Pasaron 72 horas detenidas, aseguran que no se les tom¨® declaraci¨®n, no avisaron a sus familiares, y ahora tienen un juicio pendiente. Hablan del recuerdo como una pesadilla. La misma que est¨¢n encontrando muchas mujeres que no ejerc¨ªan la prostituci¨®n y que en los dos ¨²ltimos a?os han salido a la calle acuciadas por la crisis econ¨®mica para verse frente a un laberinto de violencia e inseguridad, mafias e incomprensi¨®n.
Luchas por el territorio
Para medir el aumento de la prostituci¨®n no existen cifras. Hay indicios. Uno es que entre enero y octubre de 2012 el centro Concepci¨®n Arenal, especializado en la atenci¨®n de prostitutas que quieren cambiar de vida, atendi¨® a 287 (90% extranjeras) cuando su media anual era de 197. El fen¨®meno arranca con la crisis, y en el a?o 2009 el n¨²mero de altas se situaba en 133 mujeres, m¨¢s del doble que en 2008. Otras asociaciones rubrican la tendencia. M¨¦dicos del Mundo, por ejemplo, asegura que el n¨²mero de prostitutas a las que atendi¨® subi¨® en 2011 el 5,83%, en parte porque dedicaron m¨¢s medios y en parte porque muchas mujeres que lo hab¨ªan dejado volvieron por las estrecheces.
Una ronda de conversaciones con especialistas revela hasta qu¨¦ punto la situaci¨®n con la que se encuentran en la calle es dura. ¡°Cuando llegan nuevas mujeres tienen que luchar por su territorio¡±, cuenta Cristina, una de las trabajadoras de la unidad m¨®vil del Concepci¨®n Arenal. Ha visto mil historias similares a la de las dos dominicanas. ¡°Es un mundo muy individualista, y la nueva va a tener siempre m¨¢s clientes. As¨ª que, o tienes alguien que interceda por ti, o se te lanzan encima¡±.
En la unidad m¨®vil recorren las zonas emergentes de la prostituci¨®n madrile?a: el pol¨ªgono Marconi, Vic¨¢lvaro y, sobre todo, el pol¨ªgono El Gato, donde ha crecido m¨¢s. ¡°La prostituci¨®n es violencia¡±, cuenta Isabel, compa?era de Cristina: ¡°Est¨¢n en pol¨ªgonos sin protecci¨®n, expuestas a clientes que las vejan, a robos, a agresiones, a ni?atos que pasan en coche y les tiran piedras¡±.
Cifras inciertas
- No hay censo nacional de prostituci¨®n. La ¨²ltima cifra, de 1995, es del Instituto de la Mujer y contabilizaba 300.000 meretrices.
- Aproximadamente una de cada 10 prostitutas en el pa¨ªs es espa?ola. Las procedencias m¨¢s comunes son Am¨¦rica Latina, Ruman¨ªa y Nigeria.
- El centro municipal Concepci¨®n Arenal atendi¨® en 2012 a 287 mujeres, cuando su media anual era 197. M¨¦dicos del Mundo aument¨® el 5,83% sus actuaciones en 2011 respecto a 2010, pero tambi¨¦n contaba con tres nuevos dispositivos de atenci¨®n.
- De 2009 a 2011, 449 mujeres de las 714 atendidas en el Concepci¨®n Arenal consolidaron el abandono de la prostituci¨®n.
- Seg¨²n la ONU en 2010, el 19% de hombres en Europa han recurrido a servicios sexuales. En Espa?a, el 39%.
- Una de cada siete prostitutas es v¨ªctima de la trata de blancas, sostiene el mismo estudio. En Europa ser¨ªa preciso reclutar todos los a?os a unas 70.000 mujeres para la trata con las que remplazar a las que dejan el mercado.
En Vic¨¢lvaro, Cristina e Isabel han vivido de cerca la intervenci¨®n policial para detener al cabecilla de una trama de extorsi¨®n que demandaba dinero a las chicas por ejercer en la zona. ¡°Al principio yo pensaba que un proxeneta al menos proteg¨ªa, pero ni eso¡±, cuenta Isa: ¡°Solo las explotan¡±. El riesgo de caer bajo el poder de controladores de zonas es alto en algunas ¨¢reas. Aparte quedan las peleas espont¨¢neas o los roces con las mafias que se dedican a trata de blancas.
Ana Delso Atalaya, directora del centro, no cree que haya que exagerar con la idea de que se est¨¢ produciendo un ¨¦xodo a la prostituci¨®n de desempleadas comunes. Explica que la mayor¨ªa de las reci¨¦n llegadas a la calle son personas ¡°que estaban al borde¡± de la exclusi¨®n social.?S¨ª coincide en el aumento del estr¨¦s y la violencia en un contexto de competencia extrema. El pastel se reduce y la guerra de precios es brutal. Junto a las agresiones, M¨¦dicos del Mundo alerta sobre otra larga serie de peligros sanitarios intensificados por la presi¨®n de la concurrencia: pr¨¢cticas sexuales de riesgo, malos horarios, alta movilidad y la tensi¨®n que produce la situaci¨®n familiar. ¡°Muchas mujeres que dejan la calle muestran s¨ªntomas de estr¨¦s similares a los de veteranos de guerra¡±, explica Roc¨ªo de la Hoz, directora general de Igualdad de Oportunidades del Ayuntamiento: ¡°La doble vida a la que se lanzan es a veces lo m¨¢s devastador¡±. Pen¨¦lope Pi?era, psic¨®loga del Concepci¨®n Arenal, describe el aislamiento en el que se sumergen muchas para evitar que nadie pueda se?alarlas como prostitutas en presencia de familiares. ¡°?Qui¨¦n va a querer una amiga puta?¡±, cuenta que es una de las preguntas m¨¢s frecuentes, junto al ¡°?Se me nota?¡±, que alguna plantea en voz baja al subirse al metro y cruzar la mirada con otros viajeros.
Tensi¨®n con la polic¨ªa
Los expertos explican lo dif¨ªcil que resulta que las mujeres que se encuentran con problemas en la calle recurran a la polic¨ªa, sobre todo porque esta a menudo parece m¨¢s pendiente de asegurar que la zona quede limpia o de fichar a inmigrantes irregulares. ¡°?Y as¨ª qui¨¦n se va a atrever a denunciar una agresi¨®n o un abuso?¡±, protesta Elisa Arenas, de Hetaira. La posici¨®n de esta asociaci¨®n es que la prostituci¨®n es un mundo heterog¨¦neo dentro del que hay que acabar con la trata y los abusos pero, al mismo tiempo, asumir que muchas mujeres pueden ejercerla voluntariamente. Para estas ¨²ltimas exigen una regularizaci¨®n de las condiciones de trabajo. ¡°Empujando a la clandestinidad, las trabajadoras del sexo pierden poder para negociar el mismo uso de preservativos¡±, cuenta Elisa. ¡°La prostituci¨®n no tiene que ser violencia, ni los clientes abusadores¡±, dice, para reconocer luego que ante las condiciones de indefensi¨®n en las que se ejerce hoy en la calle es muy dif¨ªcil entender que las mujeres se expongan voluntariamente. ¡°Pero no se puede plantear que todas las situaciones son malas¡±, insiste, ¡°y hay que definir qu¨¦ es la voluntariedad teniendo en cuenta las malas condiciones sociales y laborales: ?cu¨¢nta gente en est¨¢ atrapada hoy en una vida que le repugna?¡±. Hetaira defiende que la mejor soluci¨®n a los males de las prostitutas est¨¢ en la creaci¨®n de condiciones de trabajo m¨¢s dignas, como zonas protegidas, una idea que no coincide precisamente con la direcci¨®n en la que trabaja el Ayuntamiento de Ana Botella, partidario de multar a los clientes. Ana Delso propone como otras formas de mitigar los peligros una mejor colaboraci¨®n entre polic¨ªa y agentes sociales, una lucha m¨¢s efectiva contra la trata, y m¨¢s esfuerzos por escuchar a las prostitutas.
Ante las agresiones, las extranjeras
La Polic¨ªa Nacional no ha querido responder acerca de ninguna de estas cuestiones. Despu¨¦s de una semana de gestiones, un portavoz transmit¨ªa que el cuerpo no iba a participar en este reportaje ¡°porque la prostituci¨®n no es un delito¡±. Explic¨® que s¨ª podr¨ªa colaborar en una informaci¨®n sobre proxenetas pero no acerca de los problemas de seguridad derivados de la prostituci¨®n ¡°porque no son un tipo de problema en s¨ª mismos, sino que es el mismo caso de dos personas que se pelean por sentarse en un banco¡±.
Las dos hermanas, G. y G., aseguran que han necesitado ansiol¨ªticos durante meses. Cuando hablan de sus tres d¨ªas en la calle insisten en que lo peor no fue el trabajo, sino la violencia que descubrieron. El parte m¨¦dico que les hicieron en el hospital tras su pelea y paso por comisar¨ªa recoge hematomas, contusiones, contracturas, laceraciones y s¨ªntomas de ansiedad. La semana pasada supieron que la fiscal¨ªa apoya los argumentos de su abogado para sobreseer el caso de agresi¨®n: las denunciantes no estaban identificadas, no se las puede localizar, y el informe forense se elabor¨® sin que el m¨¦dico viera a las supuestas agredidas, bas¨¢ndose solo en los partes de asistencia. El abogado concluye que las denunciantes ¡°han utilizado con notable ¨¦xito a la Administraci¨®n de justicia para deshacerse de la competencia¡±. Otra forma de barrer a las nuevas de las esquinas.
Con solo tres d¨ªas de actividad, los s¨ªntomas de estr¨¦s que relatan estas hermanas se acercan mucho a los que describen los especialistas para las prostitutas traumatizadas. Aseguran que ahora les da miedo salir a hacer la compra. Que miran con desconfianza a las mujeres y a la polic¨ªa. La mayor llora: ¡°Jam¨¢s cre¨ª que mi vida fuera a ser as¨ª pero, cuando hay necesidad, algunas cosas ni las piensas¡±.
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