La eficiencia como bien p¨²blico
Catalu?a prefiri¨® sumar competencias a construir una administraci¨®n p¨²blica eficiente
En instantes ¨¢lgidos de crisis econ¨®mica, cuando el bar¨®metro del ¨¢nimo colectivo baja, es cuando se notan las disfunciones de una administraci¨®n que se empe?¨® en replicar simb¨®licamente formas pol¨ªticas medievales o imitar inconscientemente rasgos del modelo franc¨¦s. O, simplemente, reproducir a precio costoso la denostada administraci¨®n del Estado. Del mismo modo, dicho sea de paso, en plena crisis es cuando uno se da m¨¢s cuenta de que demasiadas bicicletas de Barcelona no se paran cuando el sem¨¢foro est¨¢ en rojo.
Ahora se constata que hubiese sido m¨¢s ¨²til adaptar para Catalu?a modelos tan sucintos y transparentes como el suizo o el escandinavo. Se prefiri¨® reclamar el m¨¢ximo de competencias posibles, en imitaci¨®n del Estado, emulando excesos de protocolo para no ser menos, cuando en realidad, siendo conveniente cierto empaque institucional, lo que legitima verdaderamente es la gesti¨®n eficaz, transparente y comedida en el gasto p¨²blico. Seguramente, a la ciudadan¨ªa de Catalu?a le hubiese convenido m¨¢s asemejarse a la gesti¨®n de lo p¨²blico de Dinamarca. Muy al contrario, se imit¨®, si no se duplic¨®, la tan malquerida formaci¨®n de la administraci¨®n p¨²blica del Estado.
La gesti¨®n diaria de la Generalitat ha generado inercias, duplicaciones, un descontrol en la gesti¨®n de personal y cortocircuitos en cadena
Es por ausencia de un modelo racionalizado de administraci¨®n p¨²blica puesta al d¨ªa que la gesti¨®n diaria de la Generalitat ha generado inercias, duplicaciones, un descontrol en la gesti¨®n de personal y cortocircuitos en cadena, como fue en el caso de los dos gobiernos tripartitos, con menci¨®n especial que se merece ERC.
Con el dinero del contribuyente, la reproducci¨®n de formas de Estado ex nihilo tiene sus riesgos. Y cuanto m¨¢s Estado se reproduce, menos se conf¨ªa en los ¨®rdenes espont¨¢neos, que son los propios de una sociedad civil que en buena medida se autorregula. Nunca hubo en Catalu?a tantas regulaciones, tanta reglamentaci¨®n, tantas p¨¢ginas de legislaci¨®n normativa, hasta llegar al carn¨¦ de boletaire y a algunas disrupciones de la naturaleza del mercado ¨²nico que tan beneficioso ha sido y es para la econom¨ªa catalana.
En alg¨²n ente preauton¨®mico de cuyo nombre preferimos no acordarnos, la propuesta de aplicar m¨¦todos de racionalizaci¨®n administrativa de modo previo a la futura transferencia de competencias estatutarias mereci¨® muchas carcajadas, porque en los nichos anacr¨®nicos de la memoria institucional lo de menos era racionalizar, sino contratar a un sinf¨ªn de familiares. Ha ocurrido y algunos de los que se carcajearon tanto hoy entran y salen de los tribunales. En el menos ambiguo de los casos, se produjo una reproducci¨®n de sistemas administrativos que ya eran obsoletos, una m¨ªmesis absurda y muy cara.
Catalu?a hubiese podido ser un modelo de administraci¨®n auton¨®mica, la introductora del modelo escandinavo o suizo en la vida p¨²blica de toda Espa?a
El intr¨ªngulis de la administraci¨®n auton¨®mica, como no lo atribuyamos a una enrevesada voluntad pol¨ªtica, ha incidido tambi¨¦n en el endeudamiento, bastante al margen de la atribuci¨®n victimista de todos los males al gobierno central. El empe?o regenerador que contribuy¨® al auge del catalanismo cultural y pol¨ªtico ahora es otra cosa. De hecho, de hab¨¦rselo propuesto alguna vez, Catalu?a hubiese podido ser un modelo de administraci¨®n auton¨®mica, la introductora del modelo escandinavo o suizo en la vida p¨²blica de toda Espa?a. Algo as¨ª intent¨® la Mancomunitat de Prat de la Riba, pero ahora mismo todo eso suena a tiempo perdido. La actual par¨¢lisis resulta inescrutable aunque a veces permite atisbar el desbarajuste interno que se vive en una Converg¨¨ncia asida de ERC y todav¨ªa surfeando por las aguas de un soberanismo incierto y gaseoso.
En Catalu?a, cuando se reclaman estructuras propias de un Estado, quiz¨¢s se posterga la opci¨®n de reformas administrativas que han sido objeto de demora desde las primeras transferencias, fruto de la redistribuci¨®n territorial del Estado, hasta pr¨¢cticamente ahora. Un m¨¦todo aconsejable para la administraci¨®n de lo p¨²blico es la eficacia y la transparencia. Un m¨¦todo muy distinto se ci?e todav¨ªa a la identidad ultrajada. Las instituciones requieren algo m¨¢s, sobre todo credibilidad, gobierne quien gobierne. En el fondo, tal vez sea m¨¢s f¨¢cil a?orar la irrealidad de un Estado propio que administrar la vulgar y cruda realidad de todos los d¨ªas.
Valent¨ª Puig es escritor.
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